AlfonsoyAmigos regresa al Hueco de San Blas. Mismo lugar, distintas emociones
Cada vez tengo más claro que la verdadera aventura no está en llegar a la meta, sino en disfrutar del viaje
He
madrugado más de lo habitual pero, con la tranquilidad de “ir sobrado de
tiempo”, al final me presento de los últimos en el punto de encuentro, donde ya puedo
ver numerosas caras conocidas.
Hoy hemos acudido a divertirnos a Soto del Real: Ángel, Barri, Enrique, Fer, Gonzalo, Juan, Luis Ángel, Nacho, Raúl y Alfonso.
La mañana nos sorprende con un cielo más despejado de lo esperado, y en lo alto, una luna llena nos despide con un guiño cómplice, como si nos deseara un buen día de aventuras.
Nada
más comenzar, comprobamos que las bicicletas se suben por las paredes… literal, en sintonía con las ganas que se perciben en todos nosotros.
El
día no aconsejaba abrigarse demasiado, pero siempre los hay más frioleros. Gonzalo,
reservando poco para el invierno duro y Enrique, de puesta de largo, tal vez
para comprobar si aún le vale el pantalón. Pero
no tardaremos en coger todos temperatura antes de alcanzar la ermita-capilla
de San Blas, de ineludible visita.
Barri,
con su buen ánimo de siempre e inagotable energía, tiene charla para todo aquel
que se le pone a tiro. No es de extrañar que
necesite beber con frecuencia. Pero tal vez sea menos común
que, en un mes de noviembre, se le ocurra meter la cabeza bajo el chorro, muy
frío, de la fuente de la Parada del Rey (1459 m) para refrescarse. Un
abrazo, amigo.
Y qué
decir de Fernando, el Fernando que me gustaría ver siempre, con ganar de rodar,
con ganas de hablar, de reír, de divertirse, e incluso de hacerse fotos. Muchos
problemas y preocupaciones nos abruman a todos en el día a día, pero ¡ojalá! seamos
capaces de dejarlos a un lado y disfrutar siempre de nuestros encuentros.
Abandonamos la pista principal que conduce al puerto de La Morcuera y nos desviamos por el más tranquilo y sin apenas desnivel, Camino del Mostajo. En su tramo final nos abre senda, en descenso complicado en varias ocasiones y con árboles caídos interrumpiendo la marcha, hasta antigua casa forestal restaurada, pero ya con el techo derribado.
¿Qué si hicimos foto? - Acaso lo dudan vuesas mercedes
De
nuevo en marcha, pues nos aguarda un largo ascenso. Un
murete de piedra y el monolito de la Puerta del Hueco de San Blas, marcan
el inicio de la pista en la que nos vamos a mantener durante los próximos ocho
kilómetros.
En
silencio o en animada conversación, cada uno de nosotros encuentra su propio
ritmo en el ascenso. A nuestra izquierda, el Hueco
de San Blas, con su aire mítico, valle en honor al santo amante de la
naturaleza Blas de Sebaste, entre las cumbres de Cuerda Larga, la Najarra y La
Pedriza.
Al coronar
el mirador, las vistas son de nuevo espectaculares, hacia el embalse de
Santillana a lo lejos y, mucho más cerca, con la actitud de nuestros
anfitriones: una familia de buitres que, con su imponente presencia, nos
recordaba la majestuosidad de la naturaleza. Posaron
tranquilos para nuestras cámaras, como si supieran que compartimos con ellos un
profundo respeto por este entorno.
Los
10, repartidos entre las peñas, sentados o casi acostados, relajando las
piernas y la mente con el estupendo espectáculo, generando vitamina “luz de
sol, vitamina D a raudales.
Shisssss, que se está durmiendo.
¡Ya
basta de tanta paz! exclamó Nacho, rompiendo el silencio. “Que
aquí al solecito, me estoy quedando frito”. Y doy
fe de que decía verdad el señor letrado. Seguro
que nos ha bajado la tensión a todos.
Ya de
regreso, frenazo en seco junto a unas rocas en las que nos solemos detener para
unas fotitos. Con mi experiencia, era evidente que la luz no
era la ideal: demasiado contraluz. Sabía
que las fotos no quedarían bien, pero era incapaz de detener a mis compañeros
en su afán por capturar el paisaje y el momento. Haré
lo imposible en la edición para que al menos se les vea la cara.
Y
allá vamos de nuevo, descendiendo rápidos por la pista. La adrenalina nos
invade mientras sorteamos las zonas más deterioradas, siempre pendientes de
cualquier senderista o ciclista que pudiera cruzarse con nosotros.
Barri
o Fer, no sabemos quién iba delante, pero seguro que ambos pedaleaban
entusiasmados, tanto, que acabaron pasándose de largo el desvío. Un
kilómetro, sí, lo he comprobado, antes de que pudieran escuchar nuestros avisos
y emprendieran el regreso, mientras hay quien no pierde la ocasión de tumbarse bajo
el agradable sol.
El
rumor del arroyo del Mediano Chico nos acompaña mientras descendemos por
el sendero que serpentea entre la verde dehesa, hasta acercarnos al embalse
de los Palancares. El puente de Carlitos,
cada vez más frágil, nos permite a algunos cruzar el río sin refrescarnos los
pies.
El
Camino Mendocino a Santiago nos guía en rápido regreso a nuestro punto de
partida. Nuestra
jornada va llegando a término.
Me he
dejado, seguro, muchas cosas por contar en el tintero, pero prefiero no convertir
en aburrida una jornada que he sentido como especial. ¡Ah!,
pudimos compartir unas cervecitas.