Una menor inflación puede ser sensación(al)
La inflación mensual llegó al 2,7% en octubre y marcó un descenso por segundo mes consecutivo después de estacionarse en 4% entre mayo y agosto. Para noviembre y diciembre, desde Analytica proyectamos un aumento de precios similar al de octubre. De ser así, en el último trimestre del año volveríamos a un promedio trimestral que se alcanzó por última vez durante el 2020 y que es 7,5 veces más bajo respecto a los primeros tres meses de la administración de Javier Milei. El éxito del programa de gobierno en bajar la inflación es indiscutible. La cuenta pendiente para 2025 se resume en dos ejes: sostenibilidad y homogeneidad.
Analicemos al último. Reducir la inflación es, sin dudas, muy positivo para la sociedad y la economía en su conjunto. Y un resultado que ninguno de los anteriores gobiernos logró. No hace falta recurrir a la teoría económica para explicarle a cualquier argentino los problemas que genera una variación de precios que desde hace 20 años supera los dos dígitos anuales de forma ininterrumpida. Para dimensionar la anomalía, durante igual periodo en Brasil sólo en 2015 y 2021 la inflación superó levemente el 10% anual.
De todas formas, los efectos positivos del menor aumento de precios en la segunda mitad de este año impactan de manera heterogénea. Y la explicación tiene un origen tanto en la caída de los ingresos como en el impacto del cambio en los precios relativos.
En primer lugar, los ingresos de las familias se redujeron este año. Entre diciembre y septiembre, los salarios registrados acumularon una caída del 10% y los públicos del 23%. En el último trimestre del año esa pérdida puede reducirse, pero de todas formas 2024 será un año de caída en los ingresos laborales. Una dinámica que siempre es peor para los trabajadores en la informalidad y cuentapropistas, más del 50% de la fuerza laboral. Al mismo tiempo, cae el poder adquisitivo de las jubilaciones.
Con el dato de la inflación de octubre ya podemos conocer el aumento que tendrán los haberes en diciembre. En el primer año de gestión de La Libertad Avanza los jubilados perdieron casi un quinto de sus ingresos. Un porcentaje que se reduce al 15% en aquellos que cobran la mínima, pudiendo ser aún menor si el gobierno decide aumentar el bono de $70.000 congelado desde marzo.
Poder de compra
Así las cosas, más allá de cierta recuperación en los últimos meses, muchas familias acumulan este año una caída en su poder adquisitivo, y eso morigera en el corto plazo el impacto positivo de la reducción de la inflación. Una pérdida que se amplifica en aquellas donde algún miembro perdió su fuente de trabajo. Por caso, el último dato disponible es de agosto e indica una caída de 74.700 puestos de trabajo registrado respecto a igual mes de un año atrás. De esa forma, la desaceleración en la inflación no logra compensar y el nivel de consumo sigue reducido.
Para ejemplificar, durante el segundo cuatrimestre la inflación mensual promedio se redujo en casi 10 puntos porcentuales. Sin embargo, el consumo en supermercados seguía un 10% por debajo respecto a un año atrás.
A la pérdida de ingresos disponible se suma una modificación en la composición de la canasta de consumo de las familias producto del necesario cambio en los precios relativos. En otras palabras, del ingreso disponible una mayor proporción se dedica a pagar servicios públicos y otras tarifas reguladas.
Entre noviembre del año pasado y octubre último, en el Gran Buenos Aires, el índice del precio de carnes y derivados aumentó 122%, mientras electricidad, gas y otros combustibles subió 399%, gasto en prepagas 235% y combustibles 238%.
En consecuencia, tener que destinar una mayor proporción de los ingresos a servicios básicos y combustible atenúa en el corto plazo el bienestar derivado de la reducción en la inflación.
Sobre el impacto de los cambios en los patrones de consumo, la tarea es trabajar siempre en garantizar su progresividad. Esto quiere decir buscar que el impacto del cambio en los precios relativos se distribuya de forma acorde a la capacidad de absorción de los diferentes estratos socioeconómicos.
No es una tarea sencilla, pero también ya quedó harto demostrado las consecuencias negativas de los subsidios irrestrictos y su impacto en mayores tasas de inflación dada la erosión que generan en las cuentas públicas y el saldo comercial energético.
Costos
Se debe buscar la heterogeneidad en la distribución de los costos del transporte y la energía, fundamental también para sostener el aparato productivo. De esa forma, es más fácil alcanzar también la homogeneidad en el reparto de los beneficios de la reducción de la inflación. Los trabajadores de bajos ingresos y jubilados deben recuperar la capacidad de compra perdida no sólo en el último año sino principalmente desde la crisis del 2018.
Un paso necesario para que más temprano que tarde no regrese la tentación de tolerar mayores tasas de inflación buscando mejorar ingresos de forma transitoria.
Aún queda un largo camino por recorrer hacia la normalización de la economía. A medida que se avance, se irán generando más condiciones para facilitar una mejor distribución de sus frutos. Un índice de precios que aumenta 2,7% por mes sigue siendo muy alto.
Empresas y trabajadores argentinos conviven con variaciones mensuales de precios que en países vecinos tardan casi un año en generarse. Si ponemos el ojo, por ejemplo, en Perú, vemos que la inflación en octubre fue del 2% pero en su tasa anual, mientras arrojó 4,7% en Chile, 4,8% en Brasil y 5,4% en Colombia respecto también a un año atrás.