Coordinación militar y altas dosis de humanidad: Así se trabaja para salvar vidas en la Unidad de Grandes Quemados del Hospital de Getafe
«Recuerdo perfectamente hace años a un paciente que, tras el alta, vino a buscarme para regalarme unos bombones y yo no lo reconocí. Me dio mucha ternura porque me dijo: 'yo tampoco conocía tu cara porque estaba intubado y con los ojos cosidos, pero entrabas todos los días y me hablablas y me hablabas y oía a la gente que te llamaba Claudia. Por eso te he buscado». Esta anécdota, que recuerda en charla con ABC Salud Claudia Dobre, supervisora de Enfermería de la Unidad de Grandes Quemados y UCI del Hospital de Getafe , ejemplifica a la perfección la relación que se establece entre sanitarios y pacientes en esta unidad tan compleja donde la coordinación tiene un carácter casi militar, pero la humanidad es un ingrediente imprescindible. Y de ahí sus excelentes resultados. «Todos nos planteamos obtener los mejores resultados de los pacientes y eso incluye mejorar la supervivencia, en primer lugar, y que todo el tratamiento esté encaminado a favorecer la reinserción en la vida normal con la mejor funcionalidad posible. Eso exige la coordinación de especialistas diferentes , sobre todo cirujanos plásticos, intensivistas y enfermeras especializadas. Es una coordinación que en pocas organizaciones se consigue de una forma tan estrecha y tan eficaz», explica el doctor José Ángel Lorente, jefe de Servicio de Medicina Intensiva y Grandes Quemados del mismo hospital. Además, el paciente de esta Unidad es diferente al de otras UCIs porque aquí el enfermo puede estar despierto, comiendo y viendo la tele, pero tiene que estar ahí porque necesita curas diarias. Y la estancia puede prolongarse incluso más de seis meses. «El conocimiento que se pide es muy alto. La enfermera está a pie de cama las 24 horas y se aborda dando mucha importancia a la humanización. Son enfermos que pasan mucho tiempo ingresados y se crea un vínculo muy grande », asegura Ana Saiz, supervisora de Enfermería de la Unidad de Grandes Quemados y UCI. El jurado de los premios ABC Salud ha premiado en esta edición la trayectoria de esta Unidad por ser una referencia nacional e internacional en el tratamiento de los pacientes quemados críticos. Comenzó su andadura en 1991 como heredero del Centro de Quemados de la Cruz Roja, que se ubicaba en la madrileña calle Lisboa. Más de 30 años después, no solo atiende a pacientes de todos los puntos del país, especialmente de la zona central, sino que ha recibido incluso a enfermos internacionales, como los procedentes del accidente de Bent Bayah en Libia en 2022. La Unidad está integrada por cirujanos plásticos, intensivistas, psiquiatras/psicólogos, rehabilitadores y fisioterapeutas y profesionales de enfermería con una alta experiencia en este campo. Además, cuenta con la estrecha colaboración de oftalmólogos, dermatólogos, anestesistas así como los integrantes del Banco de Tejidos. En ocasiones, también es necesaria la intervención de otorrinolaringólogos, dermatólogos, cirujanos generales, cirujanos vasculares, traumatólogos, nefrólogos, neumólogos, entre otros profesionales sanitarios. Las quemaduras son, en palabras de la doctora Purificación Holguín, jefa del servicio de Cirugía Plástica y Reparadora del Hospital Universitario de Getafe, «lesiones muy desconocidas para el público en general». «Todo el mundo banaliza mucho las quemaduras y no se puede uno imaginar lo graves que son y lo que afectan una vez se producen en una cierta magnitud», advierte. No se trata solo de una cuestión estética. La piel, que es el órgano más grande del cuerpo humano, «regula la temperatura, la pérdida de líquidos y es la barrera primera que nos protege de cualquier contaminación», recuerda la doctora Holguín. En un incendio, los pacientes tienen un periodo de mortalidad inicial por intoxicación por monóxido de carbono. Pero una vez superada esa fase, el riesgo de fallecimiento está relacionado con las infecciones que puede contraer el paciente por las quemaduras de la piel. Otra de las particularidades de estos enfermos es que « el riesgo se prolonga durante semanas, no solo las primeras 24-48 horas . La gravedad persiste durante semanas. Tenemos que estar vigilantes ante la aparición de complicaciones de origen infeccioso, de disfunción de órganos (corazón, pulmón o riñón). Y el reto que supone es muy importante para el intensivista. Requiere un tratamiento muy especializado y la coordinación con otros especialistas es crucial para obtener buenos resultados», añade el doctor Lorente. Una quemadura pequeña, pero profunda, puede suponer un alto riesgo, al igual que una de tipo superficial, pero que sea muy extensa. «Incluso quemaduras que no parecen inicialmente una situación especialmente grave, porque el enfermo está consciente y hablando, pero que afectan a una superficie corporal importante, como quemarse las piernas, tienen una mortalidad elevada en relación con la respuesta que produce el organismo a esas quemaduras, la inflamación, etc. Son pacientes con alta probabilidad de complicaciones y desenlace desfavorable si no se interviene adecuadamente. Manejamos enfermos que pueden superar el 50% de posibilidad de fallecimiento . Y en esta Unidad los resultados son francamente buenos. Nos sentimos orgullosos», destaca el doctor Demetrio Carriedo, médico adjunto de Medicina Intensiva en la Unidad de Grandes Quemados. «Hemos tenido pacientes con quemaduras en un 80% de su cuerpo con una probabilidad de muerte altísima, de un 80-90%, y los hemos sacado adelante», añade la doctora Holguín. Aunque por la Unidad han pasado adultos de todas las edades, el perfil que más se repite en los últimos tiempos es el de los mayores. Cada vez hay menos accidentes laborales porque los servicios de prevención de riesgos en las empresas han mejorado mucho, pero más casos domésticos por imprudencias como avivar una chimenea con alcohol o gasolina , utilizar líquidos inflamables en la quema de rastrojos o en las barbacoas , llevar gasolina en el maletero de un coche, fumar en espacios cerrados con oxígeno complementario o abrir una olla antes de que haya liberado toda la presión. También por accidentes eléctricos en personas que intentan robar cobre en cables de alta tensión.