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Editorial: Dengue en Cartago

El virus del dengue y el mosquito transmisor se adaptaron al clima del cantón Central de Cartago, concluye la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) luego de confirmar los primeros diez casos autóctonos en la zona. Cabe preguntar cuánto contribuyó el cambio del clima a esa adaptación.

En 31 años de historia de la enfermedad en Costa Rica, nunca se había detectado un caso autóctono en Cartago. Los enfermos tratados en la zona habían sido infectados por el mosquito Aedes aegypti en otras regiones del país. Además de la decena de casos en Cartago, hay un paciente autóctono en el distrito de El Tejar, en el vecino cantón de El Guarco.

El incremento de las temperaturas y el cambio climático facilitan el ingreso de enfermedades como el dengue a zonas libres, hasta hace poco, de esos padecimientos. Junto con el dengue, el comportamiento de la malaria está entre las principales preocupaciones de las autoridades médicas mundiales. Esta enfermedad ha causado medio millón de muertes al año en la última década, el 95 % de ellas en África. El mosquito transmisor se está movilizando hacia el norte, impulsado por el aumento de las temperaturas, con lo cual amenaza lugares más poblados.

“Un mundo más caliente será, probablemente, un mundo más enfermo”, dice una publicación del Foro Económico Mundial. A la invasión de nuevos territorios por diversas enfermedades se suma el incremento en su agresividad y los científicos temen la aparición de nuevos males.

El incremento en las temperaturas permite a los vectores de enfermedades tropicales como el Aedes aegypti sobrevivir a mayor distancia del Ecuador. En el caliente verano del 2022, Francia sufrió un aumento de casos de dengue nunca visto, según la citada publicación. Los cambios también amenazan al ganado y otros animales, con el peligro adicional de zoonosis, es decir, transmisión a los seres humanos.

En el norte, los veranos prolongados y los inviernos cortos crean condiciones para una presencia más constante de las garrapatas transmisoras de babesiosis y la enfermedad de Lyme. Esos males, además de presentarse en regiones donde no existían, aparecen en desacostumbradas épocas del año.

Estos fenómenos pocas veces se manifiestan con el súbito drama de los huracanes, las inundaciones y los incendios forestales, entre otros acontecimientos vinculados con el cambio climático, pero es urgente identificarlos y comprenderlos. La atención de la salud y los programas dedicados a preservarla deben tomarlos en cuenta, porque, en palabras de Arindam Basu, profesor de Epidemiología y Salud Ambiental en la Universidad de Canterbury, citado en la publicación del Foro Económico Mundial, es preciso optimizar la salud de las personas, pero también la de la vida silvestre y el ambiente.

La interrelación entre los tres elementos —salud humana, animal y ambiental— es evidente. Los costarricenses ya tenemos un ejemplo con el avance del dengue a regiones donde antes no existía. Los fenómenos climáticos extremos, aparte de sus dañinos efectos directos, también crean condiciones para los brotes de enfermedades, como lo hemos constatado con dolor en días recientes.

El calor también causa muertes, por sí mismo, en todo el mundo. Las olas de temperaturas extremas victimizan especialmente a niños, ancianos y personas con padecimientos previos, como el asma y las enfermedades cardíacas. También golpean con mayor fuerza a la gente con menos recursos.

El cambio climático no es un problema remoto ni ajeno. Afecta la producción de alimentos, la biodiversidad y la infraestructura. En Costa Rica, hay ejemplos de cada una de esas afectaciones. Es necesario poner atención, además, a los retos y peligros para la salud humana, que no puede ser preservada si no existe preocupación por la del ambiente y los animales.

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