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Paul y Gisèle, supervivientes

Paul Celan es uno de los testigos morales más conocidos (y controvertidos) de la barbarie nazi y es, también, uno de los autores que más ocupan a los exégetas e intérpretes literarios. Muchísimo se ha escrito sobre la elección de este escritor de utilizar la lengua alemana, el habla del verdugo, para conmemorar el martirio colectivo. Esta relación de amor-odio, fascinación-horror, con su lengua poética provoca que su obra exude un dolor abismal expresado en las formas y figuras más excéntricas y herméticas. De ahí la cauda de literatura secundaria sobre su poesía. La Correspondencia 1951-1970 (Siruela-FCE, 2010) entre el poeta y su esposa, la artista plástica Gisèle Celan Lestrange, devela el lado mundano del célebre superviviente y brinda algunas claves para acercarse a su drama.Celan y Gisele se conocen y deslumbran mutuamente en 1951 cuando el poeta, después de la desaparición de sus padres en los campos de concentración, ya se ha mudado definitivamente a París. Pese a las reticencias de la familia de ella, los enamorados contraen nupcias y los años iniciales de matrimonio (a pesar de la pérdida de su primer hijo) parecen ser de felicidad y plenitud: los amantes cultivan su apego y una rica relación artística e intelectual.Celan combina una frenética actividad como profesor de idiomas y traductor (generoso y omnívoro) con la hechura de su propia obra. El ensimismado y tímido autor hace esfuerzos para viajar y promover su trabajo. No obstante, este trajín no lo exime de penurias económicas ni lo salva del ostracismo del medio francés. Con el tiempo, pese al culto que le profesa Gisele, las infidelidades y, sobre todo, el grave deterioro mental que va aquejando a Celan, marcado por internamientos, intentos de suicidio y violencia familiar, vuelven peligrosa su convivencia y conducen a una separación de hecho. Se trata de una historia de amor que pasa de la esperanza y la dulzura a la desconfianza y el miedo, sin afectar el tono de discreción y afecto epistolar.La correspondencia no sólo permite conocer el complejo mundo de la pareja, registra también un dinámico intercambio de ideas y lecturas que permite trazar una biografía intelectual (por ejemplo, la sintomática atracción de Celan por Kafka). La correspondencia asimismo permite vislumbrar el carácter reservado y suspicaz del poeta, sus tensas y agridulces relaciones con el mundo intelectual francés, sus culpables apegos con figuras de pasado fascista como E.M. Cioran y Martin Heidegger o, bien, el daño que le causaron la campaña de desprestigio y las acusaciones de plagio de la viuda del poeta Yvan Goll. Aparte de las pistas sobre la formación, empresas, tribulaciones y tormentos de Celan, el epistolario hace emerger la figura de Gisèle, esa compañera culta, sensible y solidaria, que, en la medida de sus posibilidades, le otorgó al poeta un refugio de afecto que, acaso, lo ayudó a acopiar la concentración y reciedumbre para plasmar su indispensable testimonio poético.AQ

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