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2025, un año no muy nuevo, por Mirko Lauer

El año 2025 nos está esperando como un espacio de decisión en la política. Para Dina Boluarte, después de este diciembre ya será tarde para hacer cambios en el gabinete con algún provecho. En otras palabras, ahora o nunca. Probablemente se quede con los ministros más cuestionados de hoy, convencida de que ella puede reemplazarlos en la práctica.

También para las fuerzas del Congreso está corriendo un reloj que ya no admitirá retroceso. El próximo año ya no permitirá tomar distancias frente al club Boluarte, con las consecuencias electorales que ello supone. El paso a la oposición dura empezará a aparecer cada vez más atractivo en todos los puntos del espectro.

Pero para ser realmente opositor y cosechar los beneficios de eso, hay que dar la cara, algo que los líderes del Congreso no han hecho desde el inicio de su pacto con Boluarte. No han aparecido como los socios que son; les costará estrenarse como los críticos convincentes de un gobierno que se va desmoronando día a día.

Nadie espera que la epidemia de violencia criminal amaine, con lo cual la indignación de la ciudadanía incluirá cada vez más a la PNP y sus miles de inconductas registradas en los medios. Así, extenderle a Boluarte un cheque hasta el 2026 y esperar las elecciones con los brazos cruzados empieza a verse como una decisión suicida.

Acaso el sector más decidido en este panorama es la propia Boluarte y su entorno. Ella parece convencida de que logrará mantener su presidencia en un piloto automático que aterrizará sobre el 2026 sin demasiados problemas. De ese avión descenderán también el hermano Nicanor y el socio Vladimir. Final de la representación teatral.

Los demás sectores no están decididos, sino convencidos de que con su candidato natural les irá muy bien. Eso significa Keiko Fujimori candidata una vez más (¡) y la esperanza de que el antifujimorismo se divida. En cambio, César Acuña parece cómodo en su papel como jeque de La Libertad e influencer del Congreso. Pero igual se jugará un huachito electoral.

Después de Boluarte y su entorno, lo más decidido a durar y ganar es el crimen organizado con su cola de organizaciones y políticos. El porcentaje de candidatos asociable a esa actividad ya ahora es sorprendente. Pero seguirá creciendo a lo largo del año, con cada nuevo asesinato.

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