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Una verdad incómoda sobre el Mediterráneo: las mareas suben y los futuros se hunden

Abc.es 
La palabra Mediterráneo evoca imágenes idílicas de playas bañadas por el sol y aguas de diferentes tonalidades de azul y verde. Evocadoras puestas de sol con vistas a colinas cubiertas de pinos y pueblecitos blancos. Risas distendidas en restaurantes costeros, donde se sirven platos con aceite de oliva, un ingrediente esencial de la dieta mediterránea que todos adoramos. El mar Mediterráneo es un gran motivo de orgullo para los 22 países que bordean sus costas, una parte inextricable de su identidad y su patrimonio. Sin embargo, los últimos hallazgos científicos trazan un panorama sombrío, confirmando lo que muchos de nosotros ya intuíamos sobre el cambio climático, y que pocos parecemos haber aceptado plenamente. ¿Cuánto tiempo más necesitamos para comprender que esta imagen mediterránea tan querida podría no durar mucho más? La red de Expertos Mediterráneos en Cambio Climático (MedECC), que la Unión por el Mediterráneo ayudó a crear, y a la que sigue apoyando año tras año, puso de manifiesto esta realidad en 2020 con su innovador Informe sobre el cambio climático y medioambiental en el Mediterráneo (MAR1). En él, alertaban no solo de que las temperaturas medias ya habían superado el límite del Acuerdo de París de 1,5 ºC por encima de la época preindustrial, sino también de que la región se estaba calentando a un ritmo un 20 % más rápido que la media mundial. En otras palabras, decían alto y claro que el Mediterráneo es uno de los lugares del mundo más afectados por el cambio climático. Cuatro años después, esta red de científicos independientes vuelve a hacer lo mismo con sus últimos informes sobre el impacto del cambio climático en las zonas costeras y en el Nexo Agua-Energía-Alimentos-Ecosistemas, lanzando una advertencia contundente e inequívoca, que solo puede describirse como la verdad incómoda del Mediterráneo: Los esfuerzos de los países por adoptar medidas eficaces de mitigación y adaptación siguen siendo insuficientes para asegurar un futuro habitable. Insuficientes para asegurar un futuro habitable. Tómese un momento para asimilarlo. ¿Qué significa esto exactamente? Significa que se espera que el nivel del mar aumente un metro a finales de siglo, lo suficiente para salinizar vastas llanuras costeras y fértiles deltas fluviales, como el del Nilo, amenazando la seguridad alimentaria de millones de personas. El aumento de las temperaturas, junto con la contaminación y la sobreexplotación de los recursos naturales del mar, fomenta el deterioro de los ecosistemas, que sucumben a especies invasoras y provocan la mortandad masiva de la flora y la fauna marina autóctona. También significa que, dado que las grandes masas de agua absorben el exceso de calor, las tormentas y las consiguientes inundaciones van a ser incluso más frecuentes e intensas. Por citar un ejemplo terrible y reciente que seguimos teniendo muy presente, significa que la devastación que hemos vivido en Valencia se convertirá en un acontecimiento más habitual en ciertas partes del Mediterráneo. Y en una región en la que un tercio de la población vive muy cerca del mar y que depende de sus infraestructuras circundantes y de las actividades económicas relacionadas, significa que estas zonas, densamente pobladas, cada vez estarán más expuestas a los peligros costeros. A menos que no hagamos más. Podría seguir enumerando una larga lista de consecuencias preocupantes. Pero lo que está claro es que no hay vuelta de hoja: aunque el cambio climático pueda parecer un peligro abstracto, una entidad invisible que nos acecha y que es fácil ignorar u olvidar, estamos ante una realidad inevitable a la que todos nos veremos obligados a enfrentar tarde o temprano. La riqueza de conocimientos que ya tenemos a nuestra disposición, gracias en parte a la inestimable labor de MedECC, deberían ser más que suficientes para ponernos en acción. Debemos impulsar de forma colectiva cambios económicos, políticos y legales transfronterizos e integrales, ya que es la única manera de avanzar. Debemos promover soluciones que se valgan de tecnologías innovadoras, como las energías renovables, así como todas aquellas basadas en los ecosistemas, como la restauración de los humedales que nos protegen de la erosión y de las inundaciones. También son eficaces y necesarios para la supervivencia a largo plazo de nuestra especie cambios de hábitos que hagan que nuestros patrones de consumo sean menos intensivos en energía, como la readopción generalizada de la dieta mediterránea y la reducción del desperdicio de alimentos. No reconocer que el Mediterráneo es un punto caliente del cambio climático mundial o fingir que esta amenaza existencial tan real no existe no ayuda a nadie. Sabemos que es mejor no sucumbir a la desesperación o a la parálisis. El momento de actuar es ahora mismo. Mañana, como comentó recientemente el secretario general de la ONU, António Guterres, «puede que no haya un bote salvavidas que nos lleve de vuelta a un lugar seguro».

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