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¿Qué viene después de Twitter?, por José Ragas

Si han entrado últimamente a X (también conocido como Twitter) puede que hayan notado una atmósfera un tanto enrarecida. En mi caso, me percaté de un marcado descenso en mi número de seguidores, además de una mayor cantidad de bots (trolls) y cuentas falsas (todas ellas a favor de contenidos de extrema derecha o de desinformación) y una reducción en la interacción hacia y desde las cuentas ya existentes.

Quizás lo que más llamó mi atención fueron los avisos de abandono de varios perfiles (amigos y contactos entre ellos) de dicha red social y la migración hacia otra nueva plataforma: Bluesky. Las razones de esta fuga son más o menos predecibles para quienes hayan estado siguiendo la coyuntura, y es que desde que Elon Musk tomó control de la compañía, la reputación y entusiasmo hacia esta ha ido en picada. El triunfo de Donald Trump y la incorporación de Musk al entorno cercano del Gobierno aceleraron dicha fuga.

La red tuvo un momento de gloria durante la Primavera Árabe de 2011, y se convirtió en una herramienta imprescindible en las numerosas protestas de esta última década. Precisamente, este aspecto hizo pensar que podría tener un carácter democratizador a mediano plazo, al servir como un espacio de intercambio de ideas e información entre personas y entidades en distintas posiciones de poder y autoridad. Hubo quienes la vieron como una herramienta ciudadana para realizar denuncias, corregir desinformación e incluso cuestionar al poder mismo. Por un breve tiempo, parecía posible.

La compra de X/Twitter por Musk en abril de 2022 cambió el escenario. Su presencia aceleró una serie de patrones que se habían venido dando en los últimos años, como la expansión de desinformación (sobre todo durante el Covid-19) y el incremento de bots a favor de figuras políticas y programas radicales. Una serie de medidas confusas por parte de Musk sobre cómo operaría la red fueron los primeros pasos para perder su bien ganada preeminencia frente a otras plataformas.

No es aventurado decir que ni el mismo Musk sabía muy bien qué quería de su nuevo juguete. Envalentonado por una cierta aura que lo coloca (de manera injustificada) como un visionario de la tecnología, demostró más bien un camino errático que puso en duda su fama de directivo (CEO) que varios entusiastas suyos le atribuían. Estableció un pago mensual para quienes desearan tener más espacio y beneficios en sus cuentas, lo cual no resultó tal como él esperaba. Anteriormente, había anunciado que cobraría una suma simbólica de un dólar para así costear la desactivación de bots de la red social, pero no lo hizo.

La principal característica del nuevo régimen fue considerar abiertamente la red como su propiedad privada (que lo era), pero esto le restó una cierta aura colectiva que tenía hasta entonces. El cambio de nombre por el de una indescifrable “X” creó aún más confusión, lo que se tradujo en una estampida de anunciantes que dejaron de pagar publicidad en el ex-Twitter. El caos alentó a su vez a bots y cuentas anónimas que entorpecieron las comunicaciones y el acceso a la información. El mismo Musk se fue radicalizando, reorientando la plataforma según sus propios puntos de vista y con el propósito de acallar críticas, como las surgidas de su propia hija transgénero que lo caracterizó como un “padre ausente” y “cruel” hacia su condición.

Su abierta posición favorable al retorno de Trump a la Casa Blanca este año hizo de X/Twitter una máquina de desinformación, según ha señalado NBC. No es solo que silenció tweets favorables a Kamala Harris sino que brindó auspicio a teorías de conspiración y de fraude, desactivó unidades importantes que regulaban la plataforma de contenido falso y permitió que extremistas de derecha difundieran contenido homofóbico y anti-transgénero. Es en este escenario que la plataforma Bluesky apareció como una opción viable.

Bluesky es hasta cierto punto la antítesis de X/Twitter. Creada en 2019, solo en el último año se posicionó como una competidora seria que se alimentaba de nuevos usuarios a medida que Musk anunciaba cambios o realizaba acciones que ponían en cuestión la efectividad de su nueva adquisición para interactuar y acceder a información de forma apropiada. Otras compañías vieron también una oportunidad no solo en la espiral descendente de X/Twitter sino en el envejecimiento de redes como Facebook. Threads y Mastodon intentaron captar a los fugitivos, pero no lograron mantener un ritmo adecuado.

Con 20 millones de usuarios hasta mediados de noviembre (y casi con un millón de nuevos usuarios solo en esa semana), el rápido crecimiento de Bluesky la sitúa con bastante optimismo frente a otras opciones, pero también la expone a cuestionamientos de si podrá sostener dicho crecimiento. A diferencia de Threads y Mastodon, Bluesky entendió que debía diferenciarse y no solo aprovechar una ganancia pasiva a costa de otros. Una de sus directoras, la ingeniera Jay Graber, ha ofrecido algo más que rapidez o abundancia de información: un espacio seguro, algo que X/Twitter definitivamente ya no es.

X/Twitter va a seguir operando, pero su legitimidad ha sido afectada seriamente. Si bien sigue siendo el espacio donde muchas instituciones y personas tiene un mayor número de seguidores, otras compañías van a busca capitalizar la lenta fuga de usuarios, prometiendo espacios más seguros y con mayor interacción. Algo bueno puede salir de todo esto: demostrar que las plataformas pueden auto-corregirse y que los usuarios aún tienen capacidad para buscar espacios menos contaminados, como lo que en algún momento fue X/Twitter.

Por lo pronto, Bluesky parece ser una buena alternativa. A ver cuánto dura.

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