Del alzamiento militar al autogolpe: cómo han evolucionado los intentos de golpe de Estado en América Latina
Entre 1945 y el 2000 hubo 109 golpes de Estado en la región. Sin embargo, hoy en día las instituciones democráticas siguen siendo vulnerables ante autogolpes o golpes blandos, que han aumentado en los últimos cinco años
La tarde del 26 de junio de 2024, el general Juan José Zúñiga entró en la Plaza Murillo de La Paz y declaró que iba a haber un cambio de gobierno en Bolivia. El militar dio un breve discurso rodeado de soldados con pasamontañas: “Desde hace muchos años una élite se ha hecho cargo del país, destrozando la patria. Vamos a reestructurar la democracia”. Minutos después, una tanqueta derribaba la puerta del Palacio de Gobierno donde se encontraba el presidente Luis Arce.
El intento de golpe de Estado en Bolivia fue desactivado en cuestión de horas, pero las imágenes revivieron los fantasmas de los regímenes militares que dominaron América Latina durante el siglo XX. Entre 1945 y el 2000, hubo 109 golpes de Estado en la región, según cifras del Centro Cline para la Investigación Social Avanzada de la Universidad de Illinois.
La ola de democratización del siglo XXI redujo estos eventos. No obstante, en los últimos cinco años, la región ha dado signos de un aumento de inestabilidad: en 2019, Evo Morales renunció a la presidencia de Bolivia bajo la presión de protestas masivas y las fuerzas armadas. Pocos meses después, Nayib Bukele irrumpía con el ejército en el Parlamento salvadoreño para forzar la aprobación de sus reformas. El mandatario peruano Pedro Castillo intentó dar un autogolpe para frenar su destitución en 2022. Y en Brasil, miles de simpatizantes de Jair Bolsonaro asaltaron el Congreso tras su derrota en las elecciones en lo que la policía investiga como un intento de golpe de Estado.
En total, desde 2019 se ha registrado un golpe de Estado exitoso, seis intentos fallidos y dos conspiraciones que fueron descubiertas a tiempo. En contraste, en los cinco años anteriores solo hubo dos incidentes, de acuerdo con el Centro Cline.
Un deterioro de las democracias
La aplicación del concepto de golpe de Estado a estos hechos es fuertemente debatida. Marcela Ríos, directora para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional), considera que no necesariamente están creciendo los intentos golpistas, pero que sí hay un deterioro notable en las democracias.
“La tendencia muestra que, si a inicios del siglo XXI había una sola dictadura, hoy observamos que cuatro países claramente no son democráticos y con graves situaciones contra los derechos humanos: Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela. Además, la situación en El Salvador se deteriora diariamente, con un presidente reelecto a pesar de estar expresamente prohibido en la Constitución, y con la prolongación de un estado de excepción que vulnera derechos y tiene al 2% de la población en la cárcel”, explica Ríos.
El último informe de IDEA Internacional advierte de que en los últimos cinco años la región ha experimentado más contracción democrática que expansión. De hecho, la encuestadora Latinobarómetro halló que el apoyo a la democracia cayó de 63% en 2010 al 48% en 2023.
Veinte presidentes acusados o condenados
Las razones del descontento de los latinoamericanos con la democracia son múltiples. Recientemente, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) advirtió que la región podría estar sufriendo una nueva “década perdida” en materia económica, con un crecimiento previsto de apenas un 0,8% anual.
“La llama de los magros resultados económicos es el descontento ciudadano ante los gobiernos de turno. Además, tenemos la reciente crisis de inseguridad y expansión del crimen organizado, que ya no es un fenómeno de algunos países o zonas, sino que tiene atemorizada a toda la región”, indica Ríos.
Francisco Eguiguren, jefe del departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú y exministro de Justicia, añade que el descontento con la corrupción es un caldo de cultivo de autoritarismos. “El esquema neoliberal en muchos de nuestros países, por ejemplo, Perú, generó privatizaciones. Para algunos gobiernos eso fue un negocio”, indica.
Veinte presidentes latinoamericanos han sido acusados o condenados por corrupción en lo que va de siglo. La situación en Perú es especialmente desalentadora: todos los expresidentes vivos han sido encarcelados, condenados o perseguidos por la justicia, según el informe Latinobarómetro 2023.
“La perpetuación de esas dinámicas en el tiempo puede terminar en rupturas democráticas por diversas vías. Una de ellas: los autogolpes —como en Perú con Castillo y antes con Fujimori—; o en golpes de Estado más tradicionales como el de Honduras en 2009”, añade Ríos.
Del golpe militar al golpe blando
La imagen del general Zúñiga intentando tomar el poder por las armas ya es poco común en América Latina. La profesora Diana Higuita, autora de '¿Fin del golpe de Estado? De la revolución palaciega al asalto constitucional', explica que cada vez hay menos aceptación del acceso violento al poder.
“Lo que viene ocurriendo es que las intrigas políticas se resuelven con otras modalidades” como el juicio político (impeachment) o guerras legales. “Todavía no estamos en un ascenso de las dictaduras. Lo que vemos es una desmejora de la calidad de la democracia por la crisis de representatividad y la polarización”, añade.
Un ejemplo de este tipo de “golpes blandos” ocurrió durante la elección de Bernardo Arévalo como presidente de Guatemala en 2023. La fiscal general del país centroamericano, Consuelo Porras, quien estaba en la lista de “actores corruptos y antidemocráticos” del Gobierno de Estadps Unidos, trató de invalidar el resultado de los comicios. El Parlamento Europeo condenó la acción como un intento de golpe de Estado.
“El golpe de Estado parlamentario o el golpe blando tienen la paradoja de que formalmente no se rompe el orden constitucional. El problema es si estás usando las instituciones como instrumento y distorsionar sus fines”, explica Eguiguren. Puede que los golpes militares no estén aumentando, pero hay muchos factores de riesgo para la estabilidad democrática. El desencanto, añade Eguiguren, puede ser peligroso.