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Un año sin igual

En la actualidad, es imposible ver y analizar lo que está sucediendo alrededor del mundo sin pensar que todo estaba previsto para que pasara. Desde el principio de los tiempos, la humanidad ha estado en constantes luchas y guerras, y nos hemos acostumbrado a destruir para luego construir. No obstante, es necesario recordar que, cuando la historia nos ha puesto frente a desafíos como los que hoy tenemos, el mundo se ha dividido en dos: entre los que llegan, nacen y mueren sin saber por qué o para qué, y los que entienden el alcance de los cambios que los rodean y buscan hacer algo al respecto.

En el mundo están sucediendo tantos cambios y de tal magnitud que realmente hacen pensar que las cosas ya no son como antes y, sobre todo, que no sabremos cómo serán a partir de ahora. Desde el periodo entre guerras y el fin de la Segunda Guerra Mundial, el mundo no había vivido una etapa tan peligrosa ni apasionante como la que estamos atravesando. América enfrenta una inestabilidad interna simultánea en muchos países, que puede descontrolarse en cualquier momento. Asia sigue pendiente del gigante chino y sus ambiciones, del surgimiento y consolidación de la India como gran potencia, y de las tensiones y conflictos bélicos y comerciales que se están desatando como consecuencia de los reajustes geopolíticos. Europa se está desangrando. Las economías más importantes de Europa, la alemana y la francesa, están entrando en un proceso de indefinición política con un elemento común: pese a todo lo que se ha intentado por la propia historia europea, no se ha podido detener el avance de la extrema derecha.

La extrema derecha ha crecido de manera alarmante en Europa. Pareciera que las sociedades tienden a olvidar su pasado y a repetir sus errores. La historia ha demostrado que, cuando la extrema derecha gana en Austria, es sólo cuestión de tiempo para que termine ganando también en Alemania. Hasta aquí, la propia historia y las lecciones surgidas desde la desaparición del Imperio austrohúngaro y la caída del Reich en 1945 han provocado la creación y desarrollo de fenómenos de contención frente a una tendencia que, pese a todo lo vivido, es peligrosamente repetitiva.

Las últimas elecciones celebradas en Francia le dieron un papel a la extrema derecha que realmente no había tenido desde hace mucho tiempo. Hoy, y más tras la destitución del primer ministro francés, la extrema derecha francesa está peligrosamente cerca del poder. La destitución de Barnier marca un hito en la política francesa, siendo la primera vez desde 1962 que un primer ministro es destituido por una moción de censura. Bastó un acuerdo entre la izquierda y la extrema derecha francesa para remover al primer ministro propuesto por Emmanuel Macron –que sólo duró tres meses en el cargo– y poner en una situación muy incómoda a su gobierno. El inventor de la nueva política, que es el presidente Macron, está en medio de un panorama muy complicado y tendrá que hacer uso de toda su destreza política para mantener la estabilidad gubernamental y seguir hasta el final de su mandato.

En febrero habrá elecciones en Alemania, un país que atraviesa una significativa crisis política tras la disolución del gobierno liderado por el canciller Olaf Scholz. El debilitamiento y la crisis del Partido Democrático Libre, así como el ascenso de la extrema derecha alemana, han provocado que todos los ojos estén puestos en lo que pueda suceder en la que todavía –aunque cada vez menos– es la capital económica y, en cierto sentido, política de Europa.

En México, esta semana comenzará la popular celebración del Guadalupe-Reyes, que hace referencia al periodo comprendido del 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, al 6 de enero, día de los Reyes Magos. Una tradición que comúnmente aísla a la sociedad mexicana de todos los males que la aquejan, centrándose en una ininterrumpida actitud de alegría y festejo. Resulta muy difícil analizar el contexto en el que estamos sin cometer el error de, primero, asustarse y no entender bien los mensajes. Segundo, es complicado evaluar esta situación sin tener la capacidad de analizar objetivamente todos los factores que nos rodean y que –pasada la celebración del Guadalupe-Reyes– reflejan nuestra realidad. Hoy, México enfrenta una realidad marcada por la inseguridad, promesas incumplidas y una incertidumbre cada vez más preocupante.

La relación bilateral –e incluso trilateral– se encuentra en un punto crítico que definirá, en gran medida, la forma en que tanto México, Estados Unidos y Canadá se relacionen a partir de ahora. Sin embargo, parece que los tres países olvidan algo clave: pese a todos los problemas, hoy por hoy, el T-MEC sigue siendo la asociación económica y comercial más importante del planeta.

Tras cuatro años de mandato del presidente más votado de su historia, los estadounidenses capitalizaron su voluntad al traer de vuelta a un viejo conocido –aunque ahora declarado culpable y habiendo demostrado que en el pasado mintió–, dispuesto a devolver la grandeza del país a toda costa.

La formación del nuevo gobierno de Estados Unidos está siendo todo un ejemplo y obliga a una reflexión profunda. Primero fue Matt Gaetz, candidato de Trump ya retirado para ser fiscal general, y ahora está en cuestión la candidatura de Pete Hegseth, candidato a liderar el Departamento de Defensa estadounidense. A pesar de ser un militar con una trayectoria destacada, habiendo estado en sitios como Guantánamo, Irak o Afganistán, la candidatura de Hegseth está siendo evaluada por unos tatuajes que representan su ideología sobre la supremacía blanca y su sentimiento cristiano nacionalista. Aunque el tatuaje más controversial es el que tiene en su brazo derecho con el lema Deus Vult –traducido como Dios así lo quiere–, que hace referencia al grito de aclamación popular en la declaración de la Primera Cruzada en 1095. Un lema que por mucho tiempo usaron los soldados cristianos para justificar sus actos durante el oscuro periodo de las Cruzadas.

Para muchos supremacistas blancos en Estados Unidos, esa leyenda, Deus Vult, forma parte central de su ideología. Con esto no quiero decir –si es que finalmente la candidatura de Pete Hegseth se mantiene– que el próximo secretario de Defensa sea supremacista o líder de los supremacistas. Lo que sí quiero señalar es que hay que ser conscientes de que, tras Lloyd Austin, el Pentágono será nuevamente liderado por un militar retirado, en tiempos en los que la paz es más necesaria que nunca.

Europa enfrenta una guerra en su territorio que ya ha cobrado más de 280 mil vidas. La guerra de Ucrania es increíble por lo peligrosa y por lo que puede desencadenar. Hay que tener en cuenta que, de manera inevitable, Ucrania es uno de los pilares de la reorganización europea y una nación que, desde la invasión de Crimea, ha estado en el punto de mira tanto de Rusia como del mundo occidental. Ahora, parece que bastaría con borrar Kiev y las demás ciudades importantes de los circuitos turísticos europeos sin darnos cuenta de que, en cualquier momento, un misil mal direccionado podría caer en Budapest, lo que naturalmente provocaría la inmediata incorporación de Hungría a la guerra. Más relevante aún, podría destruir la cohesión de la OTAN.

Mientras tanto, el Medio Oriente se despide de lo que un día fue trazado por el imperio británico después de la Primera Guerra Mundial. El mapa de Balfour ha muerto y no volverá. Israel, que lleva 6 mil años con el hábito de colocar el cuello para ser masacrado y el gran perdedor de diferentes fenómenos políticos, sociales y religiosos, está sufriendo un gran cambio. “Masada no volverá a caer jamás” es el grito y el juramento del Ejército de Israel.

Masada fue el último bastión de resistencia judía contra el Imperio romano. Flavio Josefo, quien inicialmente luchó del lado de los israelitas, terminó siendo asesor directo del emperador Tito, quien también destruyó el Templo de Herodes, conocido como el Segundo Templo judío. Tras la caída de Jerusalén y la destrucción del Segundo Templo en el año 70, un grupo de rebeldes liderados por Eleazar ben Yair se refugió en la fortaleza. Después de meses de resistencia y sabiendo que la derrota era inevitable, los defensores optaron por suicidarse antes que ser esclavizados o ejecutados. Este acto de sacrificio convirtió a Masada en un símbolo de resistencia y heroísmo para el pueblo judío.

Pese a los casi 6 mil años de existencia del pueblo elegido y cerca de 2 mil años después de la caída de Masada, el lema “Masada no volverá a caer jamás” ha cobrado una relevancia especial. A más de un año de los atentados de Hamás en Israel y del inicio de la guerra en Gaza, no sólo se puede afirmar que el mapa del mundo cambiará y que Israel ya no será un pequeño lugar en el mapa, sino que está librando la madre de todas las batallas. Como casi siempre sucede en la región, esta guerra está más motivada por temas religiosos que materiales.

El reciente levantamiento en Siria es prueba del reacomodo que está viviendo todo el mundo árabe, teniendo como eje la inteligencia y la estrategia del Estado más pequeño de la zona. Es cierto que no se pueden comparar directamente, ya que, a fin de cuentas, Israel está respaldado por Estados Unidos, y la realidad es que, si ese apoyo desapareciera, Israel dejaría de existir en cuestión de días. Pero lo cierto es que el ejemplo israelí de lucha y resistencia está impregnándose en otros lugares de la región.

Lo único claro es que ya nada será igual. Igualmente importante es reflexionar sobre los ejes que permitirán no sólo la supervivencia, sino también la recuperación y reinvención de las economías que queden tras estos cambios. Faltará ver qué naciones serán capaces de reinventarse y prosperar en medio de estos tiempos turbulentos que afectan a europeos, árabes, asiáticos y americanos. Empieza el inicio de un año sin igual, ¿qué podremos esperar del siguiente año?

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