"Muchos morirán": dudas sobre las condiciones de los trabajadores migrantes en Arabia Saudí para el Mundial de 2034
Millones de trabajadores migrantes construirán estadios, redes de transporte y hoteles. Los testimonios de bangladesíes que han trabajado en el país señalan que los abusos están muy arraigados en el reino del Golfo
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Shahadat partió hacia Arabia Saudí desde su aldea en Bangladés con un único propósito: ganar dinero para ayudar a su familia, en situación de pobreza: “Si lograba enviar remesas a casa, su familia podría comer. Si no conseguía mandar dinero, su familia no comería”, explica un familiar.
Durante años sobrevivió a duras penas, enviando un poco de dinero a casa cada mes e intentando pagar la enorme deuda que contrajo para poder pagar la comisión ilegal que un agente de contratación le había cobrado por gestionar su permiso de trabajo. Entonces, la situación empezó a torcerse. Un empleador no renovó su permiso de residencia, lo que lo convirtió en un trabajador indocumentado. Empezó a tener problemas de salud, pero como estaba en una situación irregular le habría resultado difícil recibir atención médica.
Le costó encontrar trabajo. En lugar de enviar remesas a su familia, tuvo que pedir más dinero prestado para sobrevivir. Estaba tan desesperado que aceptó trabajos en la construcción a cambio solo de comida y alojamiento. Y entonces su odisea tuvo un final repentino. “Un día le llamé por teléfono y su compañero de piso me dijo que estaba durmiendo”, cuenta Rojina, la esposa de Shahadat: “Cuando intentaron despertarlo, descubrieron que estaba muerto”.
La muerte de Shahadat fue una de las muchas historias compartidas con The Guardian este año mientras el periódico investigaba el elevado número de muertes inexplicables de trabajadores migrantes bangladesíes en Arabia Saudí.
En 2022 murieron en el país una media de cuatro bangladesíes al día. No está claro si esa tasa de mortalidad está dentro de lo esperado dado el número de bangladesíes que trabajan en Arabia Saudí —unos 2 millones—, pero es probable que los ambiciosos planes del país para ser la sede de la Copa Mundial de Fútbol de 2034 requieran un aumento de la demanda de trabajadores como Shahadat.
En los últimos meses, un gran número de organizaciones de derechos humanos han expresado su preocupación por los presuntos abusos a los trabajadores migrantes y han alertado de los riesgos de conceder el Mundial a Arabia Saudí. Amnistía Internacional ha declarado que “los trabajadores migrantes sufrirán explotación y muchos morirán”.
El elevado número de víctimas mortales se hizo patente en el aeropuerto internacional de Dhaka a finales del año pasado, donde las familias, angustiadas y confusas, acudieron a recoger los ataúdes que transportaban los cuerpos de sus seres queridos mientras los sacaban en carritos del almacén de carga.
Una ambulancia transportó el féretro de Shahadat desde el aeropuerto hasta su pueblo, situado a unas tres horas en coche de Dhaka. La ambulancia llegó de noche, pero una multitud de más de 100 personas se había quedado despierta para recibirlo. Todos los hogares de su aldea tenían algún familiar trabajando en otro país, por lo que la muerte de uno de ellos pesaba sobre todos.
Es una escena que se repite con una frecuencia desgarradora en pueblos y ciudades de Bangladés. Según los registros del Gobierno de Bangladés, al menos 13.685 bangladesíes murieron en Arabia Saudí entre 2008 y 2022. La mayoría de las muertes parecen no tener explicación ni haber sido debidamente examinadas, lo que dificulta establecer las causas subyacentes.
Los expertos han señalado las duras condiciones de vida y de trabajo a las que se enfrentan muchos trabajadores como probables factores determinantes. “Creo que la presión mental de no tener los documentos en regla, no tener trabajo y tener que hacer frente a sus deudas influyeron en su muerte”, afirma Rojina, viuda de Shahadat.
Arabia Saudí es un país que no solo se alimenta de petróleo, sino también de mano de obra barata. Llegan millones de trabajadores desde Bangladés, India, Pakistán, Nepal y otros países. Construirán los 11 nuevos estadios prometidos, las redes de transporte y las 185.000 habitaciones de hotel. Sin ellos no habría Mundial.
La estrategia de Arabia Saudí en materia de derechos humanos, presentada como parte de su candidatura para el Mundial incluye una larga lista de medidas que afirma adoptará para reforzar la protección, entre ellas “normas obligatorias de bienestar”.
Sin embargo, los testimonios de trabajadores bangladesíes que han regresado a su país apuntan a que los abusos están profundamente arraigados en el reino del Golfo. A finales del año pasado, en la puerta de llegadas del aeropuerto de Dhaka, hombres como Abu Raihan salieron con cara de consternación. Fue uno de los casi 70.000 bangladesíes expulsados de Arabia Saudí en 2022, en su mayoría por carecer de permiso de residencia válido.
Son detenidos en las calles y llevados a centros de detención donde suelen permanecer entre una y dos semanas antes de ser enviados a su país. Traen consigo historias de tratos y abusos espantosos, contratos falsos, salarios impagados y cuantiosas deudas contraídas durante el proceso de contratación.
Raihan afirma que tuvo que vender sus tierras para pagar la comisión de contratación de 430.000 takas (unos 3.000 euros) para obtener su visado de trabajo en Arabia Saudí. Dice que le prometieron un contrato de dos años, pero a los 90 días la empresa no le prorrogó el visado.
Sin trabajo y sin comida, Raihan denuncia que acudió a la policía para quejarse, pero en lugar de ayudarle, lo llevaron a un centro de detención. “Me convertí en ilegal por culpa de mi empleador, pero la policía no tomó ninguna medida contra él”, lamenta.
El Ministerio de Recursos Humanos y Desarrollo Social de Arabia Saudí ha declarado que existen “normas y reglamentos estrictos para proteger los derechos de los trabajadores” y que el país “sólo repatría a quienes se ha demostrado que han infringido la normativa laboral y de residencia tras tomar todas las medidas legales para verificar sus infracciones y coordinarse con las embajadas de sus países”.
Traducción de Emma Reverter