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El tibio declive

Un poco más de valentía en un asunto tan claro como el Brexit puede ayudar a prevenir el fantasma del populismo inane que acecha a cada fallo forzado o no

La mayoría de británicos quiere una relación más estrecha con la UE tras el Brexit

Ahora que llegamos al primer cuarto del siglo XXI, la lista de tribulaciones, sorpresas y errores es larga. Casi nada era inevitable, pero a menudo lo que ha pasado era difícil de prever o de prevenir. Pero en el apartado de lo tan evitable como absurdo e inequívocamente dañino destaca el Brexit. Es cierto que sobre todo ha sido destructivo desde el punto de vista económico, social y cultural para el Reino Unido, pero la pérdida de relevancia y riqueza británica afecta a toda Europa.  

Keir Starmer definió bien la situación de su país hace unos días al hablar del “baño tibio del declive controlado” con el que políticos y funcionarios parecen estar cómodos, y que no sólo viene del Brexit. Es una descripción que bien se puede aplicar a Europa, que pese a algunas excepciones se ha quedado atrás en crecimiento de salarios, producción e innovación respecto a Estados Unidos y a otros grandes espacios equiparables. 

El efecto del Brexit, que se sigue desplegando poco a poco, es evidente para la mayoría de los británicos, incluso para quienes votaron a favor de marcharse de la UE en el referéndum de 2016, como reflejan una y otra vez todas las encuestas, incluida la última recién publicada del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, un centro de estudios pan-europeo.

La mayoría de los británicos (y también una pluralidad de polacos, alemanes, españoles, italianos y franceses) quieren para el Reino Unido una relación más estrecha con la UE y hasta una parte de los que votaron a favor del Brexit ahora están a favor de volver al mercado único y eliminar controles de fronteras para poderse mover con más libertad.

Casi el 60% de los británicos creen que acercarse a la UE ayudaría a su país a gestionar mejor la migración, que paradójicamente fue uno de los asuntos utilizados en la campaña a favor del Brexit, que sugería que el Reino Unido “retomaría el control” de sus fronteras. También la mayoría creen que acercarse a la UE les ayudaría a tener más crecimiento económico y más seguridad, y casi la mitad opina que sería bueno para el cambio climático o para lidiar con China, Rusia y Estados Unidos. Una pluralidad de votantes hasta dice que acercarse a la UE sería positivo para se escuchara más “la voz del Reino Unido en el mundo”. 

A los daños visibles del Brexit, se le añade la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, que aumenta la incertidumbre para el mundo de 2025. Y probablemente por eso hasta en asuntos de seguridad, ahora los británicos se fían más de los europeos que de los estadounidenses: más británicos (el 40%) creen que la relación con la UE es más importante para mantener su país “a salvo” que con Estados Unidos (el 33%). 

Frente a la claridad de la opinión ciudadana, Starmer, defensor de la permanencia en la UE e incluso después de repetir el referéndum, ha insistido en que quiere mejorar las relaciones con Bruselas, pero descarta volver al mercado único o la unión aduanera, con acuerdos similares a los existentes con Suiza o Noruega. Teme quemarse con negociaciones largas y enfrentarse a la oposición de una minoría que puede reactivarse, pero que ahora mismo no existe entre sus votantes. 

La mayoría de quienes le apoyaron en las elecciones de julio, incluso los antiguos votantes conservadores o los más dudosos, están a favor del acercamiento a la UE: es el caso de más del 80% de los votantes que se identifican como laboristas, liberaldemócratas y verdes. Los conservadores están más por dejar las cosas como están, pero hasta un 20% de los votantes de Reform, el partido de extrema derecha de Nigel Farage, también conocido como Mr. Brexit, se muestran favorables a una relación más estrecha entre su país y la Unión. 

Ahora sólo el 10% de los británicos creen que marcharse de la UE ha sido “una cosa buena” frente al 50% que dicen que ha sido “una cosa mala”y el resto que no saben. 

Puede que lo de Starmer sea la aversión al riesgo o un intento de ordenar las prioridades en la montaña de problemas por la falta de dinero para gastar en medio de una economía lánguida y unos servicios públicos en decadencia. Su timidez muestra en todo caso lo difícil que es salir de este atolladero aunque quieras. 

El consejo de Mark Leonard, el director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, a la UE y al Reino Unido es “actuar a lo grande y actuar rápido” porque ambos son “muy vulnerables” a los eventos globales. 

Pero una vez más parece haber una desconexión entre lo necesario, que en este caso ven también los ciudadanos, y lo que los líderes políticos pueden o quieren hacer. La falta de valentía política para acciones complejas es lo que más arrastra hacia ese baño tibio de declive que alimenta la apatía y la percepción de que los gobiernos son incapaces de resolver los problemas o de aplicar mejoras, incluso cuando lo están haciendo. Muchos esperan que Starmer dé pasos hacia la UE en los próximos cuatro años y medio de mandato, pero la cuestión es el ritmo y la profundidad para que los cambios se noten. 

Ahora que el Gobierno ya impopular de Starmer está tan preocupado por el ascenso en el interés de los votantes hacia el todavía minúsculo Reform y las fantochadas de Farage, un poco más de valentía en un asunto tan claro como el Brexit es lo que puede ayudar a prevenir el fantasma del populismo inane que acecha a cada fallo forzado o no. Conformarse con lo que hay aunque esté mal por lo difícil que es arreglarlo no es un buen camino.

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