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Literatura y política

Abc.es 
«Canto las armas pías y el caudillo / que el gran Sepulcro liberó de Cristo», comienza 'Jerusalén liberada' (1581) de Torcuato Tasso. Anuncia el tema del poema y el elogio al héroe conquistador, Godofredo de Bullón. 'La Iliada' destaca desde el primer verso al colérico Aquiles , o 'La Eneida' promete el elogio de Eneas. Se trata de fijar desde el principio el motivo del canto. En la primera Guerra Mundial, y tras la evolución literaria que propició la Revolución Francesa, desarrollada desde los nuevos planteamientos que exigió el siglo XIX, el héroe individual fue sustituido por el colectivo y la función política de la literatura quedó más evidente. No es que la política se hubiera ausentado hasta entonces, pues detrás de Homero estaba la importancia de poseer el control de los Dardanelos, pero la nueva experiencia bélica y la Revolución Soviética condujeron a valorar el testimonio y la militancia, dando un paso atrás con respecto al logro de la modernidad que basó la literatura en la manifestación de la individualidad del autor, por encima de la simple trasparencia realista. Desde mi adolescencia comprendí, que la esencia de la literatura radicaba en la forma y no en lo que contaba. Como profesor les decía a los estudiantes: «busquemos el tema que nos parezca el más excelso, por ejemplo –creyentes o no– la Crucifixión. Si la literatura se basase en el contenido, los poemas a Cristo crucificado serían siempre buenos, pero la lectura de cualquier devocionario demuestra lo contrario». Sin embargo, los comentaristas de la literatura insisten en «lo que cuentan» las obras, en lugar de preocuparse por «cómo lo cuentan». Hugo, en el prefacio a 'Las orientales', reclamaba que se examinase el modo de trabajar el escritor en lugar del qué y del para qué. Al fin y al cabo, para denunciar están los agentes de atestados de la Guardia Civil y, para afirmar la verdad, contamos con el notariado. Tanto la prosa policial como la jurídica están sistematizadas; los escritores, la cumplan o no, tienen como función dar con la diferencia, expresar los matices, decir, incluso, lo que no suela o pueda decirse. Esto importa al hablar de poesía y política. El dolor, la injusticia, la crueldad, el amor o las ideas políticas partidistas son hechos y sentimientos repetido millones de veces en la historia de la humanidad; es innecesario gastar tiempo, tinta, o electricidad para describirlos literariamente. Si en la repetición basamos el sentido político de la literatura, flaco favor se hace a ésta y a la política. Importa el enfrentamiento del individuo, del poeta, con esas experiencias. La literatura se basa en creación de mundos, generalmente con fragmentos de la realidad, y en los modos de argumentación que acaban convenciéndonos, o no, de su verdad. Cuando el poema es repetición de lo que los lectores saben y piensan, pierde el contenido importancia y se ve utilizado por otro medio de comunicación, malbaratando la literatura. Victor Hugo sabía que toda historia, por auténtica y realista que sea, necesita un punto de vista y un sujeto que narre; en ellos radica el interés y la calidad de la obra. Así, la verdadera historia de la literatura es la de las formas y, en ellas, en el modo de argumentar y situarse en el mundo, radica el sentido político de la literatura. Conmoviendo el sistema ideológico-literario, Harriet Beecher Stowe, inicia 'La cabaña del Tío Tom' con un prólogo que compromete el libro con un futuro para una «raza extranjera» opuesta a la anglosajona, con cuya convivencia se ha generado un odio que es necesario reconducir humanitariamente. Los anglosajones tendrían la obligación de civilizar y cristianizar a los negros para que aquella vuelva a África llevando «nuestras leyes, nuestra lengua, nuestra literatura». La novela anuló la fuerza testimonial de los relatos de esclavos y minimizó la literatura esclavista, rompiendo estereotipos, aunque creara otros. El poema más famoso de Gustavo Adolfo Bécquer es la Rima XXI: «¿Qué es poesía?, dices mientras clavas / en mi pupila tu pupila azul; / ¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía… eres tú». Responde a una serie de textos decimonónicos conocidos como «de la pupila azul», que proviene de Byron, quien no confunde el iris con la pupila. El poeta sevillano trata de la relación entre poesía y mujer en la primera de sus 'Cartas literarias a una mujer', pero esta rima no podemos considerarla desde una relación anecdótica, sino poética. Hasta entonces, el eje lírico que va del yo al tú, se entendía marcadamente erótico, pero Bécquer que, desde las Cartas, ha comprendido que el poema no responde a una historia, que ha coincido ya con Baudelaire en la necesidad de hacer suya la música del mundo (el himno gigante y extraño, que no es sino la lengua anterior a Babel), des-erotiza el tú para que el antecedente ya no sea la mujer, sino la poesía. Eso es revolucionario, porque cambia el lenguaje, no sólo el literario, aunque habrá poetas, claro es, que se mantengan en el antiguo régimen. Henryk Sienkiewicz, el novelista polaco autor de la famosísima novela 'Quo vadis?'. Creó el tratamiento, no ya metafórico, sino metonímico de la novela histórica para burlar las censuras y, tratando del triunfo del cristianismo sobre el poder de Roma, referirse a la futura independencia de Polonia. Éluard, en plena ocupación nazi alemana de París, tiene que colaborar en la revista 'Nouvelle revue française', cuando el colaboracionista Pierre Drieu la Rochelle ha sustituido al director Paulhan, y entrega un poema titulado 'Blasón de las flores y los frutos', absolutamente descomprometido, acusando así, desde una revista controlada por los ocupantes, las presiones de la censura. Rimbaud, en un poema de 1870, 'El durmiente del valle', describe a un soldado dormido cerca del curso de un río . Es una imagen de reposo en la naturaleza y se observa, cuando nos acercamos al cuerpo, que en el costado tiene dos agujeros color sangre. El poeta conoce la retórica de la poesía de guerra, centrada en las heroicidades, la valentía y la entrega a la patria, pero rompe con la poesía heroica, y ya no se podrá dar marcha atrás. Ha transformado el género. La literatura, como dice el filósofo, Jacques Rancière, hace literatura en tanto que literatura y no por su compromiso expreso con algún credo, lo que no empece la militancia del escritor. Pero tampoco el cirujano canta himnos mientras hace una intervención a corazón abierto. La literatura, por sí misma, altera y administra lo establecido y en eso radica la mejor política.

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