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Editorial: Respeto a los animales

Reconocer a los animales como seres sintientes nos hace más humanos. Por eso, debemos celebrar la línea jurisprudencial desarrollada en los últimos años por nuestros tribunales, cuya más reciente manifestación fue la sentencia contra un hombre acusado de robo agravado y maltrato animal.

Dos perros american stafford custodiaban un depósito de materiales de construcción en Desamparados y, para evitar sus ladridos, el sentenciado y sus cómplices les suministraron alimento envenenado. Cuando murieron, cortaron la cerca, entraron al negocio, intimidaron al guarda con un arma de fuego, lo amordazaron y lo despojaron de las llaves de oficinas y bodegas para sustraer bicicletas, pantallas de televisión, computadoras, dinero y herramientas.

Los cómplices se acogieron a un procedimiento abreviado, pero el sentenciado fue a juicio, el tribunal lo halló culpable de los dos delitos y la condena se elevó a ocho años de prisión. Entonces, la defensa apeló para librarlo del cargo de maltrato y así reducir la pena. Ese delito no fue cometido, argumentó la defensa, porque los perros eran objetos pertenecientes a la empresa y su muerte, una simple pérdida material como las demás sufridas con el robo.

En esa tesis, los perros vendrían a ser una cosa, como la cerca violentada o algún otro obstáculo físico dañado, pero los jueces de apelación confirmaron la existencia de dos delitos porque los animales sienten, merecen respeto, tienen derechos y constituyen un bien de naturaleza completamente distinta a las cosas.

El Tribunal de Apelación, integrado por los jueces Raúl Madrigal Lizano, Hannia Soto Arroyo y Edwin Salinas Durán, rechazó los argumentos de la defensa porque “la concepción del animal doméstico como ‘cosa’ ya no está vigente”. En efecto, es una idea superada por la jurisprudencia, pero falta mucho para erradicarla de la cultura. Esa es razón de más para celebrar el fallo de los jueces y hacer votos para que se incorpore a la conciencia de todos.

En el 2021, los magistrados de la Sala Primera ya habían reconocido como “ser sintiente” y poseedor de derechos al león Kivú, durante años enjaulado en el parque Simón Bolívar, en instalaciones inadecuadas. Al felino “se le debieron garantizar condiciones dignas que propiciaran su salud y que buscaran alivianar su estatus en cautiverio, que se constituyó en una negación del respeto y protección a los que tenía derecho”, escribieron los altos jueces.

Años antes, en el 2012, la Sala Constitucional declaró inconstitucional la celebración de la “pamplonada”, entre otras razones porque “los animales son merecedores de protección y un trato digno. En particular, la fauna domesticada se debe proteger del padecimiento, maltrato y crueldad sin justificación legítima, porque tal protección es reflejo de una racionalidad ética determinada”.

En el caso del robo al depósito de materiales, los jueces señalaron razones más profundas para sustentar su decisión. El maltrato a los animales “no solo es un crimen en sí mismo, sino que es una indicación de otras formas de violencia pasada, presente y futura. Existe una correlación o vínculo entre el abuso animal, la violencia familiar y otras formas de violencia en la comunidad. Un número creciente de investigaciones indica que las personas que cometen actos de crueldad hacia los animales rara vez se detienen ahí”.

Es una forma de decir, en el plano individual, lo que tantas veces se ha dicho sobre el trato brindado a los animales como elemento revelador de la salud de una sociedad. No seremos el país que aspiramos a ser mientras el maltrato animal persista. Los tribunales merecen gratitud por señalárnoslo.

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