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El Papa propone en Francia una «sana laicidad» que permita que Estado e Iglesia colaboren «sin prejuicios y sin oposiciones»

Abc.es 
El Papa Francisco ha aterrizado a primera hora de este domingo en Córcega, y su primer mensaje ha sido sobre la laicidad, cuestión especialmente sensible para la sociedad francesa. Además, durante el vuelo de menos de una hora entre Roma y Ajaccio, se ha conmovido cuando le han entregado una estatua de madera de un ángel , dañada a causa de la DANA de Valencia . A Francisco, que ha despegado desde Fiumicino al filo de las 8 de la mañana, le ha impresionado el estado en el que quedó la estatua del ángel de la parroquia de Picanya, una de las más afectadas de la diócesis. Se la ha hecho llegar la periodista española Eva Fernández, corresponsal de la radio COPE. «Es signo de la oración, el sufrimiento y el trabajo de nuestro pueblo que, caminando juntos, vamos a ser peregrinos de esperanza en esta dramática situación», recitaba la carta que acompañaba el regalo. El pontífice ha aterrizado poco antes de las 9 de la mañana en el aeropuerto Napoleón Bonaparte de Ajaccio (Francia) e inmediatamente se ha trasladado a un centro de congresos a orillas del mar para clausurar un encuentro sobre 'Religiosidad popular en el Mediterráneo'. «La piedad popular permite situar la fe en la esfera pública sin crear tensiones sociales . En los actos públicos relacionados con nuestra fe, vemos un importante principio de libertad e igualdad. Por la calle, todos están en pie de igualdad: quienes son muy religiosos, los que no lo son, y los curiosos«, ha introducido el obispo de Ajaccio, el cardenal navarro Francisco Javier Bustillo. El Papa ha dado un paso más y ha defendido que si la fe es auténtica debe alimentar la «ciudadanía constructiva». « La fe no es un hecho privado que se consuma en el santuario de la conciencia. Si pretende ser plenamente fiel a sí misma implica un compromiso para el crecimiento humano, el progreso social y el cuidado de la creación, como signo de la caridad«. Eso explica que las cofradías y las romerías públicas hayan dado lugar »a innumerables obras de solidaridad e instituciones como hospitales, escuelas, centros asistenciales en las que los creyentes se han comprometido en beneficio de los necesitados y han contribuido al crecimiento del bien común«. «En ese terreno común de hacer el bien, los creyentes pueden encontrarse en un camino compartido con las instituciones civiles y políticas, para trabajar juntos en favor de toda persona, empezando por los más desfavorecidos. De ahí surge la necesidad de desarrollar un concepto de laicidad que no sea estático y rígido, sino evolutivo y dinámico, capaz de adaptarse a situaciones diversas o inesperadas, y de promover la colaboración constante entre las autoridades civiles y eclesiásticas para el bien de toda la colectividad, permaneciendo cada uno dentro de los límites de sus propias competencias y espacio». Citando a Benedicto XVI, ha reivindicado «una sana laicidad» que «libere a la religión del peso de la política y enriquezca a la política con las aportaciones de la religión, manteniendo la distancia necesaria, la clara distinción y la colaboración indispensable entre las dos». «Así se podrán aprovechar más las energías y sinergias, sin prejuicios y sin oposiciones de principio, en un diálogo abierto, franco y fructífero», ha añadido. Por otro lado, Francisco ha solicitado no contraponer «cultura cristiana y cultura laica» , sino constatar «la apertura recíproca entre estos dos horizontes». De una parte, «los creyentes se abren siempre con mayor serenidad a la posibilidad de vivir la propia fe sin imponerla, como levadura en medio del mundo y de los ambientes en los que viven» y de otra, «los no creyentes o quienes se han alejado de la práctica religiosa no son ajenos a la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la solidaridad; y llevan en el corazón una sed grande, un interrogante de sentido que los lleva a interpelarse sobre el misterio de la vida y a buscar valores fundamentales para el bien común». Bajo el sol de diciembre de esta bella isla del Mediterráneo, el Papa se ha desplazado entusiasmado entre las callejuelas de Ajaccio, deteniendo el papamóvil cada pocos metros para saludar y bendecir a decenas de niños que le saludaban desde el borde de la acera. El Pontífice se ha bajado del coche para saludar a Marie-Jean, una señora de 108 años que aseguraba ser «la más anciana» de la ciudad. Esta mañana ha visitado la catedral de Ajaccio, y esta tarde tiene previsto celebrar una misa multitudinaria y reunirse treinta minutos en el aeropuerto con el presidente de la República, Emmanuel Macron. Aterrizará de regreso a Roma en torno a las siete de la tarde.

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