Guerra entre cárteles en Culiacán deja a Imala con la sensación de desolación
En la sindicatura de Imala, al noroeste de Culiacán, la guerra entre Los Mayos, Los Chapos y Fuerzas Federales obligó a sus habitantes a dejar sus hogares.Se fueron después de los ataques del 17 de noviembre, ya han regresado, pero temen que la próxima vez que se tengan que ir, sea para siempre.Famosa por sus paseos de fin de semana, su iglesia de seis siglos, sus aguas termales y sus raspados… Hoy, la realidad es que nadie los visita. Con excepción de los soldados y guardias que cuidan el pueblo, porque no hay rastro de autoridades municipales."No hay señales de vida"La carretera que conduce a esta comunidad es una serpiente vacía que se despliega a través de sembradíos y fincas desocupadas. Un letrero oxidado, que parece haber sido olvidado por el tiempo, advierte la llegada. Y el silencio es aterrador. A lo lejos una moto o una camioneta con corridos a todo volumen, pero nadie más.No hay gente en las calles, no hay niños jugando en la plaza, no hay voces que se escuchen en la distancia en esta sindicatura apenas a 25 minutos de Culiacán.La plaza central está vacía, con un kiosco en el centro abandonado. Tiendas, puestos de snacks y restaurantes parecen haber sido cerradas por dentro.La sensación de desolación es aún más intensa al caminar. No hay señales de vida, no hay indicios de que alguien haya vivido aquí alguna vez. Hasta la comisaría fue cerrada con llave. El pueblo parece haber sido congelado en el tiempo, como si la vida hubiera sido succionada de él. Lo único abierto: un puesto de raspados."Antes de que empezara todo, estaba muy bien todo", dice un comerciante del pueblo, quien pide no publicar su nombre. "La economía aquí era buena, el turismo venía mucho para acá, inclusive había como cinco restaurantes abiertos para el turismo y la plazuela igual, los raspados estaban muy bien".Pero la realidad actual es muy diferente. La crisis ha afectado a todos los aspectos de la vida en Imala. Por lo pronto, la educación se ha visto interrumpida y los niños se ven obligados a tomar clases en línea porque no quieren subir los maestros."Desde septiembre, tenemos a los niños por línea, muchos pues se han trabajado y muchos se han trabajado y tampoco las mamás podemos tanto con ellos", explica una madre de familia.Lo mismo con enfermeros y servicios básicos, que ha dejado a la comunidad en una situación de vulnerabilidad extrema."No hay profesores, no hay enfermeros, no hay doctores, pues no hay prácticamente nada", dice una restaurantera; "Y si se nos enferma un niño, tenemos que agarrar carretera para ir a Culiacán. Nos tienen abandonados", acusa.Aquí en Imala, se recuerda aquella noche del 17 de noviembre como un día de terror, y una noche de levantones, dos horas de balazos, vehículos calcinados, y poncha llantas sobre la carretera, que culminó con el corte de la energía eléctrica.Ahora, las fiestas decembrinas se aproximan, con el temor de que aquella noche se repita, pero con la esperanza de que este pueblito turístico pueda recuperarse de esta guerra que no termina."Yo tengo una semana que me estoy poniendo que está solo y yo con la esperanza que la gente vea que está abierto", dice una vendedora de raspados.La comunidad de Imala clama por ayuda y apoyo. "Queremos tener la seguridad de que haya seguridad", dice un restaurantero. "Ahorita no sé cuánto vaya a durar esto. La verdad, ahorita mientras estén los soldados, va a estar tranquilo el pueblo, pero no queremos que nos abandonen, porque vamos a tener que volver abandonar el pueblo".HCM