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¿Por qué la Biblia no menciona a Melchor, Gaspar y Baltasar por su nombre?

En torno a la historia de los Reyes Magos hay muchas aristas que nos llaman la atención por sus curiosidades, una de ellas es el verdadero nombre de estos hombres que visitaron al Niño Jesús para adorarlo.

Un dato interesante es el origen de estos viajeros que fueron hasta Belén para entregarle al Hijo de Dios tres regalos especiales: oro, incienso y mirra.

En el Evangelio de Mateo se les menciona brevemente, pero no se indica cómo se llamaban. En otros escritos como los Evangelios Apócrifos sí dicen sus nombres, pero también con el paso de los años, su bautizo se le atribuye a otras fuentes.

Con respecto a su país de origen, Mateo solo mencionó que viajaron desde Oriente, pero hay otras teorías que afirman que estos hombres eran persas.

¿Realmente eran Melchor, Gaspar y Baltasar?

El Evangelio Armenio, que data del siglo IV, menciona claramente los nombres de los Reyes Magos: Melkon, Baltasar y Gaspar. En el siglo VI, sus nombres aparecen en un mosaico de la basílica de San Apolinar el Nuevo, en Rávena, Italia, con las formas Balthasar, Melchior y Gaspar.

Durante el siglo VIII, los nombres sufrieron variaciones como Bithisarea, Melchior y Gathaspa. Finalmente, en el siglo IX, el historiador Agnello de Rávena los consolidó como Melchor, Gaspar y Baltasar en su obra Pontificalis Ecclesiae Ravennatis.

En otras tradiciones, como la siria, se les conoce con nombres diferentes: Larvandad, Hormisdas y Gushnasaph. Por su parte, en la armenia se mencionan nombres como Kagba y Badadilma, entre otros.

¿De dónde eran los Reyes Magos?

En cuanto a su lugar de origen, el Evangelio de Mateo solo menciona que viajaron desde “oriente”, lo que podría referirse a alguna región al este de Palestina, como Persia, Babilonia, Arabia o incluso India. Sin embargo, no ofrece una ubicación específica.

Según el sitio tubibliaonline.com, Melchor sería de ascendencia hebrea y posiblemente europeo; Gaspar, de origen persa (actual Irán); y Baltasar, de ascendencia babilónica.

National Geographic sugiere que sus orígenes serían las siguientes: Melchor, persa; Gaspar, indio; y Baltasar, árabe. Este medio también menciona que, en las catacumbas de Santa Priscila, desde el siglo II, los Reyes Magos fueron representados como nobles persas.

Por otro lado, José Javier Azanza, doctor en Historia de la Universidad de Navarra, España, explicó a CNN que es probable que fueran sacerdotes y astrólogos originarios de Babilonia o Persia, ya que ambas regiones eran grandes centros astrológicos, donde los magos conformaban una influyente casta sacerdotal.

Los Evangelios Armenio y Árabe mencionan que la estrella que los guió hasta Jesús apareció en Persia, sugiriendo que los magos provenían de allí. Según el Evangelio Armenio, Melchor gobernaba sobre los persas, Baltasar sobre los indios y Gaspar sobre los árabes.

El texto armenio afirma que los Reyes Magos viajaron durante nueve meses desde el momento en que la estrella se les apareció. Llegaron a su destino en el punto y hora en que María acababa de ser madre. Por su parte, en la versión árabe se dice que la estrella se les apareció a los distinguidos viajeros la misma noche en que Jesús nació.

Mateo en su evangelio dice que los magos “al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María”, por lo que se puede asumir que los viajantes arribaron varios días después del nacimiento a una cosa donde se alojaban Jesús, José y María y no al pesebre, por lo cual la escena que solemos montar del pasito con los reyes magos al lado de los pastores, las ovejas, la mula y el buey no es correcta.

Según un análisis de La Vanguardia en el cual participó el biblista y decano de la Facultad de Teología de Catalunya y biblista Armand Puig, los magos no habrían llegado el propio día del nacimiento de Jesús.

“Mateo convierte en coprotagonista de la visita de los Reyes Magos al rey Herodes. Un aparición nada badalí, puesto que Herodes ordenó la masacre de los niños nacidos desde dos años antes. A todo esto hay que sumar un aspecto filológico que es el participio aoristo particular del griego que utiliza Mateo con el verbo nacer del versículo 2. Esta forma verbal tiene un matiz de indeterminación temporal que tanto podría traducirse como ‘nació’ o ‘ha nacido’ y, por tanto, no significa que Jesús sea un recién nacido”, puntualizó el experto.

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