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Bitcoin: oportunidad energética para México

Bitcoin disipa las dudas de ser concebida como una simple idea revolucionaria para convertirse en un eje importante de la economía mundial. En los últimos días, el pionero de los activos digitales ha superado los 108 mil dólares americanos por unidad, ascenso que, si bien se venía vislumbrando, se catapultó con las declaraciones de esta semana del presidente Trump que sugieren la creación de una reserva estratégica de bitcoin para Estados Unidos (Morodo, Javier, 2024).

A nivel global, empresas como Tesla han invertido en bitcoin, utilizándolo como reserva de valor para diversificar sus activos financieros. Por su parte, países como El Salvador lo han adoptado como moneda oficial con el objetivo de reducir la dependencia del dólar estadounidense, facilitar las remesas y promover la inclusión financiera entre su población no bancarizada.

Recordemos que lo innovador de las criptomonedas reside en su operación independiente de bancos o gobiernos. Las transacciones se realizan con una tecnología que permite registrar y compartir movimientos de manera digital, transparente e inmutable mediante una red segura conocida como blockchain, que consiste en un registro digital con estructura matemática para almacenar datos de una manera que es casi imposible de falsificar, manipular o censurar.

Al bitcoin se le ha llamado el “oro digital” porque comparte características del metal precioso: es escaso, puesto que solamente existirán 21 millones; es divisible; y es fácil de transferir globalmente. También, al igual que el oro, para su obtención se requiere de “minería”, solamente que ésta es digital.

La minería digital es un proceso mediante el cual se resuelven problemas criptográficos y se validan bloques de transacciones a través de programas y equipos de cómputo de alto rendimiento. Así, el minero que resuelve la ecuación obtiene una recompensa con un porcentaje de la criptomoneda (Bitso, 2024).

La crítica a la minería digital es que usa y consume energía por demás intensa, al grado de que, según el Cambridge Bitcoin Electricity Consumption Index (CBECI), se estima que en 2024 la minería de bitcoin consumirá electricidad y emitirá emisiones contaminantes comparables a las de países como Pakistán y Kenia. Y es que, si bien la minería de bitcoin utiliza energía que proviene de diversas fuentes, su mayoría viene de recursos contaminantes, por lo que el impacto ambiental es preocupante y requiere atención urgente (CBECI, 2024).

En México, desde el 2021 que se expidió la ley que regula las Fintech, se reconoció a las criptomonedas como medio de pago alternativo y se le atribuyó al Banco de México diversas facultades al respecto, estableciendo que su utilización tiene ciertos impactos fiscales. Cabe destacar que la minería y adquisición de cripto ha cobrado cierta relevancia en nuestro país y se presume que esto tendrá cada vez mayor auge, de ahí el potencial de bitcoin como una fuente valiosa de riqueza y oportunidades laborales para el país.

Esto es, México puede aprovechar el “bitcoin momento” y alinear sus objetivos ambientales para fomentar la minería digital con energía renovable porque, además, al ser demanda controlable, la producción de energía limpia es fácilmente ajustable a las necesidades de extracción. Esto podría generar ingresos adicionales y fortalecer la posición de nuestro país en el mercado de criptomonedas con numerosos beneficios económicos, desde la creación de empleos hasta el aumento de la inversión extranjera.

En el ámbito de las políticas públicas, sería interesante la liberación de permisos y la introducción de impuestos sobre el carbono para las operaciones de minado que utilicen fuentes de energía no renovables, combinados con subsidios y beneficios fiscales para aquellas que empleen energía verde.

El punto de encuentro entre bitcoin y México reside en la minería digital con recursos energéticos renovables, para impulsar un futuro más limpio, próspero y lleno de oportunidades.

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