Julián Nevárez: El precio social de la innovación
El avance tecnológico no viene de forma aislada; ha sido una constante en la historia de la humanidad y ha representado cambios profundos.
Con elementos tan importantes como la invención de la imprenta en el siglo XV, hasta la llegada del internet en la década de los noventa, el mundo ha vivido el cómo el conocimiento y las culturas se han transformado a a través de estos nuevos medios y herramientas.
Pese a que estos cambios han traído un avance, también tienen un “precio”: un costo social que impacta en la vida individual y colectiva de las personas.
Este fenómeno es lo que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha nombrado como “dolor social” (social pain), basado en los estudios de Goldin y Katz (2010), en donde se explora cómo la tecnología, al superar la educación y preparación de los usuarios, produce una disonancia social y económica.
Dolor social: el desfase entre la tecnología y la educación
El dolor social aparece cuando las personas no están completamente preparadas para las nuevas herramientas, que es particularmente en la mayoría de los casos.
En su estudio sobre el impacto de la tecnología en la economía y la educación, Goldin y Katz mencionan que, en el pasado, estas disrupciones tecnológicas han puesto a muchos en desventaja, lo que generó conflictos laborales y sociales.
Cuando la preparación y la educación logran ponerse al margen de estos eventos disruptivos y de la tecnología en sí, es cuando se alcanza lo que se llama momento de “prosperidad”.
Sin embargo, mientras esa nivelación sucede, las desigualdades y la sensación de incertidumbre prevalecen.
Cambios tecnológicos: de la escritura en papel a los algoritmos
Tras el lanzamiento del buscador de Google en 1997, el acceso a la información tuvo un cambio drástico, muy parecido a como lo hizo la llegada de los libros en su momento. De igual forma sucedió con el entretenimiento: los VHS quedaron atrás y abrieron paso a Netflix, y los CDs a Spotify; se transformó el cómo las personas consumen contenido. Aunque estas transiciones puedan verse como positivas en términos de accesibilidad y comodidad, provocaron irrupciones en el mercado laboral al desplazar a muchas personas; generando un vacío de habilidades difícil de llenar.
OpenAI y GPT-4: La Inteligencia Artificial en nuestras manos
La evolución de ChatGPT a GPT-4 representa una de las más grandes innovaciones de nuestra era. Esta herramienta desarrollada por OpenAI ha dejado una gran huella en diferentes sectores, que van desde la atención al cliente, hasta el sector educativo o en la producción de contenido.
Pero esto, como toda innovación tecnológica, trae consigo el ya explicado dolor social, lo que lleva a la pregunta: ¿cuál es el precio social por el avance de esta tecnología?
En muchos contextos, el arribo de herramientas como GPT-4 ha generado preocupación sobre la privacidad de datos, el desempleo y la falta de conocimiento y preparación para usarlas al ser notablemente avanzadas.
El precio social de la innovación
Las grandes empresas tecnológicas generan productos que adquieren tendencia con una rapidez impresionante, cambiando nuestra forma de vivir y alterando las relaciones humanas y laborales.
Por ello, otra pregunta sin resolver es: ¿a qué costo? Debido a que la tecnología hace mutar nuestros estilos de vida, esto conlleva a afectaciones en la salud mental y emocional, pues el acceso constante a información (y desinformación) y la conectividad tiende a generar ansiedad y dependencia digital.
El precio social de la innovación, en muchos casos, da como resultado una mayor desconexión humana y una presión constante de adaptación a las nuevas formas de trabajo, aprendizaje y de socialización.
¿Se podrá lograr un equilibrio?
Es un hecho que la tecnología no dejará de avanzar y seguirá transformando nuestras vidas. Sin embargo, esto no debe significar una renuncia directa de la prosperidad y una aceptación del dolor social que muchas veces conlleva.
La clave está en la inversión en una educación que anticipe las necesidades tecnológicas y que prepare a las personas para lograr una adaptación a estos cambios.
Especialmente, enfocándose en mitigar los efectos negativos de dicha transición. Por ello, como sociedad, tenemos la responsabilidad de preguntarnos cómo encontrar un balance entre la adopción de tecnología y el respeto por nuestra humanidad.