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'L'origen del món': el teatro-suflé de Lucía Calamaro

Abc.es 
Lucía Calamaro (Roma, 1969) reaparece en los escenarios barceloneses. La primera ocasión fue con ' La vida suspendida ' (2016) y en esta segunda representación, con ' El origen del mundo ' (2012), considerada la pieza fundacional de su teatro. En palabras de la autora: «Un espectáculo revelador que capta y conduce a un mundo de elucubraciones y cotidianeidad: una familia de tres mujeres (madre, abuela e hija) que tiene la costumbre de desentrañar la realidad mientras come, conversa o se viste...» Ambos títulos reflejan, como rasgo común, la faceta sombría de la vida. En el primero, el luto y la presencia benéfica de los finados en las existencias de quienes se quedan; en 'El origen del mundo', la experiencia depresiva de una ama de casa y la relación de esta con su hija, su madre y la psicoanalista que la trata. Desarrollada en tres actos, la obra arranca con la protagonista, Alicia, enclaustrada en su hogar. Se aferra al frigorífico como el último refugio en el marco de esa depresión que empequeñece su mundo. La necesidad de introspección de la enferma condiciona la relación con su hija Queralt y choca con la incomprensión de su madre, una abuela enérgica e irónica que censura el comportamiento de Alicia. Hay mucha filosofía en 'El origen del mundo'. Remite al uruguayo Onetti , el escritor que se quedó para siempre en la cama, a los vieneses Wittgenstein y Freud, o al germánico Heidegger. Citas trascendentes conjugadas con observaciones tan fútiles como prolijas. Por ejemplo, la reflexión «fenomenológica» de la madre de la protagonista acerca de un trapo de cocina. Esta segunda entrega de Calamaro adolece de la misma facundia que 'La vida suspendida'. Un teatro-suflé en el que la inflación de las elucubraciones malogra el impacto de las ideas que la dramaturga pretende expresar. El montaje se hace largo: sus dos horas resultan excesivas, aunque las actrices, Alicia González Laá, Queralt Casasayas y la espléndida Annabel Totusaus (en el papel de la abuela), intenten reavivar un texto moroso y reiterativo. Ya que la autora es propensa a las máximas, tal vez podría aplicar en el escenario aquella del conceptista Gracián: lo bueno, si breve, dos veces bueno.

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