Obedecer por anticipado
En EEUU, las próximas semanas de transición y los primeros meses del nuevo Gobierno son cruciales: Trump está tomando ahora la medida de hasta dónde puede llegar. Muchos se van a retratar para bien... y para mal
Timothy Snyder: “Tenemos que reaccionar. La democracia no se defiende sola”
El primer consejo de Timothy Snyder en su libro Sobre la tiranía es “no obedezcas por anticipado”. Es el primero porque “es el más importante”, como explicaba hace unos días el historiador en una conversación sobre los retos que afronta Estados Unidos con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
Su ensayo presenta 20 lecciones de cómo países aparentemente democráticos en el siglo XX cayeron en el fascismo, el nazismo y el comunismo. No somos más sabios que aquellos europeos, escribe Snyder, pero nuestra ventaja es que podemos aprender de sus malas experiencias.
“No obedezcas por anticipado” es especialmente relevante en un momento de transición como el que vive ahora Estados Unidos, cuando Donald Trump no ha llegado al poder (tomará posesión el 20 de enero) y está anunciando nombramientos y políticas radicales que necesitarán la colaboración del Congreso, donde los republicanos tienen una mayoría muy ajustada y no hay disciplina de partido al votar. El presidente está limitado por el poder legislativo, los tribunales y la presión de la opinión pública, que es algo no irrelevante para un personaje nacido de la televisión y que busca la adoración.
Trump presume de sus tendencias autoritarias para castigar a críticos y aprovecharse del Estado para sus negocios y los de sus aliados, pero no tiene el poder para hacerlo solo. Ni siquiera tiene el mandato contundente del que alardea después de una victoria ajustada: ahora que ha terminado el escrutinio, sabemos que Trump ganó por 1,6 puntos a Kamala Harris y no llegó por una décima al 50% de los votos, es decir la ventaja más ajustada en el voto popular desde las elecciones presidenciales de 1968 que ganó Richard Nixon. Biden ganó en 2020 con más del 51% de los votos por cuatro puntos y medio) y Obama venció por casi siete puntos en 2008 y por cuatro en 2012. En 2016, Trump perdió el voto popular por un margen récord (casi tres millones de votos o casi dos puntos), pero ganó las elecciones por la suma del Colegio Electoral, los votos que reparten los estados y determinan el vencedor. Que Trump actúe ahora como si tuviera un mandato apabullante no significa que sea verdad, pero también importa cómo actúan las personas con responsabilidad o incluso los ciudadanos corrientes.
“La mayor parte del poder del autoritarismo le ha sido otorgado libremente”, escribe Snyder. “En tiempos como estos, los individuos se anticipan a lo que querrá un gobierno más represivo, y después se ofrecen sin que nadie se lo pida. Un ciudadano que se adapta de esa manera está enseñando al poder lo que es capaz de hacer”.
Snyder repite su lección porque, a diferencia de lo que sucedió en 2016, el miedo a la peor versión de Trump ya está funcionando. Así lo muestran la rapidez con la que ABC News ha aceptado pagar al presidente electo una indemnización de 15 millones de dólares sin luchar por un caso que probablemente habría ganado la cadena propiedad de Disney por la extensa protección que la Primera Enmienda ofrece a la libertad de expresión y de prensa; el anuncio de dimisión del director del FBI, Christopher Wray, antes de que Trump lo eche pese a que esto no es lo normal ya que se trata de un cargo que no cambia con la llegada de un nuevo presidente; o, incluso antes de la victoria de Trump, la decisión del Jeff Bezos de bloquear el texto de apoyo a Kamala Harris de la sección de Opinión del Washington Post.
Trump resumió bien la situación en una rueda de prensa esta semana: “En el primer mandato, todo el mundo luchaba contra mí. En este mandato, todo el mundo quiere ser mi amigo”.
Los multimillonarios de la tecnología son una buena demostración: Mark Zuckerberg, que fue a rendirle pleitesía a Mar-a-Lago, ya ha donado al comité presidencial para la toma de posesión un millón de dólares. También Bezos y Sam Altman, de Open AI, y casi todos los líderes de las grandes empresas tecnológicas han pasado por el aro.
El presidente electo también está dirigiendo sus ataques preventivos para asegurarse de que el miedo a las represalias cala: de ahí, su querella contra el Des Moines Register, un periódico local de Iowa, y su veterana encuestadora, Ann Selzer, que publicó antes de las elecciones un sondeo que mostraba una ligera ventaja de Harris en este estado de tendencia republicana (y que Trump ganó al final por 14 puntos). Justo antes de los comicios, Trump amenazó con una demanda al New York Times y a varios de sus reporteros para pedir daños por valor de 10.000 millones de dólares entre otras cosas por publicar lo que decían de él antiguos miembros del gabinete de su primer mandato. El New York Times tiene recursos para resistir y un propietario que es periodista y tiene principios, A.G. Sulzberger. Pero A.G. es una excepción. No es el caso de muchos otros.
Las próximas semanas de transición y los primeros meses del nuevo Gobierno son cruciales: el propio Trump está tomando ahora la medida de hasta dónde puede llegar. Muchos se van a retratar para bien... y para mal.