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Cierre de año

Con la mira puesta en la transición de gobierno en los Estados Unidos y la súbita debilidad de la presente administración canadiense, los mercados y los analistas hacen el pronóstico de lo que nos depara para el primer semestre del próximo año. Uno nada sencillo por factores económicos que se entrelazan cada vez más con otros políticos, casi a diario.

Hace unas semanas, la idea de un tratado de libre comercio que no incluyera a Canadá era una propuesta tan irreal como inconveniente para la consolidación de un poderoso bloque económico en América del Norte. Hoy, algunas opiniones en el mundo financiero sopesan esa posibilidad ante información, eventos y reacciones que han ocurrido y reflejaron una inestabilidad que no se percibía en el socio más al norte de este acuerdo.

La buena noticia es que ahora no puede argumentarse que los problemas a resolver se concentran solo en una frontera, sino que son comunes a los tres países. La desigualdad, la migración, la seguridad y el equilibrio político son retos para las tres naciones y podrán solucionarse con un trabajo coordinado y con un trato respetuoso entre las partes. Si alguna vez la soberanía había pesado en el tratado, en esta coyuntura es un elemento indispensable.

Nada más que las circunstancias no son las mismas entre los socios y eso, aunque favorece a nuestro país, no se repite en los otros dos. La convulsión política que puede agravarse en Canadá y las perspectivas de diálogo que pueden complicarse con los nuevos funcionarios del gobierno estadounidense en diversos temas anticipan unos seis meses de tejido muy fino.

Milton Friedman aseguraba que una sociedad que busca la igualdad por encima de la libertad consigue poco de ambas; sin embargo, a la luz de las últimas cuatro décadas, cerrar la brecha que separa a los extremos de la ecuación del ingreso ha demostrado ser la mejor forma de reducir la pobreza, sin aumentar impuestos y equilibrando la contribución de las personas, particularmente de aquellas que cuentan con mayores percepciones. La ruta más rápida para el desarrollo parece ser el equilibrio.

Estamos cerca de confirmar si el postulado de Friedman se sostiene en este cambio de época comercial y si las tres naciones de América del Norte podrán acordar un nuevo tratado con aspectos de desarrollo social y cuidado de los recursos naturales que permitan una repartición justa de los beneficios económicos que provocará el intercambio económico en la era de los microprocesadores de alta velocidad y la inteligencia artificial. Un mercado más amplio de consumidores es lo deseable, pero eso solo se da si hay dinero suficiente en los bolsillos para gastar.

Pienso que las sociedades que estarán formando parte de este bloque económico renegociado tienen la expectativa de que habrá un piso parejo y de que la idea de que los beneficios van a caer en cascada es una de las falsedades que mejor se han establecido en la sabiduría convencional y en no pocos estudios económicos internacionales. Dudo que vuelva a funcionar ese mensaje entre la gente.

Aquí será clave el peso social que han ganado los ciudadanos en México, el que está por acelerarse en Canadá y la difícil convivencia en los Estados Unidos entre amplios grupos de su sociedad que están enfrentados por la manera en que ven el destino de su nación.

No obstante, la oportunidad de prosperidad conjunta jamás ha estado más cerca para los países de esta parte del continente y, sin exagerar, para el mundo. Ha habido tan solo un puñado de coyunturas favorables en la historia para iniciar una nueva etapa industrial; esta podría ser la revolución comercial que diera el siguiente paso tecnológico y, con suerte, arrojara soluciones para darle sostenibilidad al planeta.

La responsabilidad estará, entonces, en los actores económicos, los gobiernos y sus sociedades. A diferencia del pasado, nadie puede quedarse a mirar cómo se acuerdan las reglas del nuevo contrato. Sé que no sucedió así en las dos ocasiones anteriores, pero el acceso de la gente para emitir su opinión y su empoderamiento en los tres países pueden generar una vía de comunicación alterna entre estadounidenses, canadienses y mexicanos que no existía. Grupos defensores de derechos, empresarios medianos y pequeños, organizaciones sociales podrían tener el eco suficiente para que sus propuestas sean tomadas en cuenta. Eso le daría un respaldo y credibilidad al tratado que disminuiría el camino pedregoso que se prevé para el 2025. Vale la pena intentarlo; mientras tanto, felicidades y bendiciones a todas y a todos nuestros lectores.

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