Única sobreviviente de caída de avioneta narra por primera vez el momento del accidente
La guía turística Paola de los Ángeles Amador Segura, de 31 años, única sobreviviente de la avioneta que se estrelló el 25 de noviembre en los cerros de Escazú, narró por primera vez lo que recuerda de ese día.
En pleno vuelo, debido a las condiciones climáticas, el piloto y la copilota fueron informados dque la terminal estaba cerrada por mal tiempo, lo cual los obligó a dirigirse al aeropuerto internacional Juan Santamaría, en Alajuela, para un aterrizaje por instrumentos porque la visibilidad era muy poca. La aeronave desapareció de los radares a las 12:30 p. m. en medio de una densa nube.
En pleno vuelo, debido a las condiciones climáticas, el piloto y la copilota fueron informados de que la terminal estaba cerrada por mal tiempo, lo cual los obligó a dirigirse al aeropuerto internacional Juan Santamaría, en Alajuela, para un aterrizaje por instrumentos porque la visibilidad era muy poca. La aeronave desapareció de los radares a las 12:30 p. m. en medio de una densa nube.
Además de Paola, viajaban el piloto Mario Miranda Ramírez, de 40 años, y la copilota Ruth Pamela Mora Chavarría, de 26 años. Los pasajeros eran Jean Franco Segura Prendas, de 28 años; Gabriela Calleja Montealegre, de 64 años; y Enrique Arturo Castillo Incera, de 56 años. Todos ellos fallecieron en el impacto.
Paola, que iba sentada detrás de la copilota y dormía durante el vuelo, fue la única que quedó dentro de la cabina, aunque sin poder moverse. “Fue algo bastante traumático, porque en el momento en que yo me desperté, para mí eso fue una pesadilla”, recordó la joven madre de dos niñas pequeñas. Según rememora, se decía a sí misma: “Tengo que despertarme de esto... y no me despertaba”.
Fue entonces cuando comprendió que la única explicación a lo que estaba viviendo era que la avioneta en la que viajaba se había estrellado, pero le tomó un tiempo llegar a esa conclusión, pues al momento del impacto, estaba dormida. “Cerré los ojos y eso fue todo”, comentó.
A pesar de no recordar claramente el accidente, reveló que las pesadillas la atormentan y con frecuencia la llevan de nuevo a ese día. “Estoy con los ojos cerrados y escucho gritos, y no sé si es parte de lo mismo, que mi subconsciente no quiere sacarlo a la luz”, confesó.
Entre la conciencia y la inconsciencia, en medio del bosque, asegura que pidió ayuda en repetidas ocasiones. Incluso, escuchó la voz de alguien que le insistía que resistiera porque el rescate estaba en camino.
“Como dos veces escuché una voz que me decía: ‘Pao, usted tranquila, ya van a venir a rescatarnos’, pero esa persona, para mí, era la copilota. Sin embargo, después recordé que no sé si ella sabía mi nombre porque era la primera vez que la veía”, relató. Según sus allegados, la única explicación que encuentran es que un ángel la protegió mientras estaba sola.
Paola fue localizada por los rescatistas más de ocho horas después del accidente, alrededor de las 8 p. m. Esa noche, la Cruz Roja Costarricense informó que estaba consciente, orientada y estable, aunque presentaba múltiples lesiones.
“Lo que recuerdo es que me decían: ‘Paola no se duerma’. Cerraba los ojos y me quedaba dormida; no sé por cuánto tiempo”. Aunque oscilaba entre el sueño y la realidad, algunos rescatistas que la cargaron hasta la ambulancia que finalmente la trasladó a un centro médico le comentaron que, sorprendentemente, no dejaba de hablar ni de reír.
“Muchos de los socorristas y vaquianos que me rescataron dicen que yo hablaba mucho. No recuerdo haber hablado tanto. ‘Usted hablaba bastante, no paraba de hablar, hasta se reía y todo’, me dijeron. Considero que no sé en qué estado estaba, pero es bonito que recuerden eso de uno”, expresó.
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Desde el accidente, Paola ha pasado por varias cirugías, entre ellas intervenciones en la mandíbula, nariz y columna. Este lunes se sometió a su última operación, enfocada en recuperar sus tobillos. “Ha sido complicado”, reveló tras 25 días en el hospital. La mejora, según los médicos es alentadora. Al inicio, su familia le comentó que estaba irreconocible, tanto así, que pidió un espejo para verse ella misma.
“Quedé bastante impresionada porque me vi la cara llena de moretes”.
Ahora que la salida del hospital está cada vez más cerca, planea en algún momento escribir un libro para revelar al mundo lo bueno y lo malo que vivió ese 25 de noviembre. Según contó, solo tendrá que buscar a alguien que pueda editarlo.