Breve tentativa de una teología de la perseverancia
Presumido título el nuestro, para un texto referido a la maternidad de María. Sin embargo, es en ella que resalta la tenacidad de una fe que esperanza, como no suele ocurrir con el mero acatamiento de un dogma que criminaliza, atemorizando a todos por apenas una pulgada de humano incumplimiento.
Empobrecidos espiritualmente, tupidos del pensamiento mágico-religioso propagado por un Estado prendado a la insensatez y la arbitrariedad en el curso de la presente centuria, miramos – creyentes y aún descreídos – hacia la madre de quien cumplirá años en las próximas horas, actualizando nuestros corazones. Nueve meses de paciencia, en medio de la miseria y también la represión, trajo la luz al mundo en un establo, contextualizado por el infanticidio decidido por el otrora poder establecido.
Tuvo sobrado empeño al parirlo, criarlo y concederle al Padre el inmenso dolor de perderlo para la común salvación que nos hizo ganar. Lejos estuvo de traicionar, delatar y desertar, por la absoluta pureza y también el coraje de los sentimientos que aportó a una pedagogía de las transformaciones necesarias, compartiéndolos.
Ocurrió, porque Dios mismo es el que ha insistido en nuestra salvación dándole la gracia a quien también la pide infinitamente tocando a sus puertas. Muy bien se sabe de aquél que la perdió, entregándolo por unas monedas, por lo demás, partícipe de las incansables faenas de predicación y milagros: no bastaba la simple acumulación de experiencias, sino la limpia lealtad que, incluidos, en el caso de los no creyentes, remite a principios y valores que le dieron, dan y darán certeza y firme soporte a nuestras aspiraciones de liberación y libertad; vale decir, una comprensión de la gracia por la consecuencia y terquedad que jamás debe negarse al retroceso para recobrar las fuerzas necesaria, pivoteándonos inmediatamente – por siempre – adelante.
Porque Jesús mismo ha sido probado a través del sufrimiento, sabiendo y padeciendo lo que es, y puede venir en auxilio de los que ahora pasan por las más duras pruebas (Hebreos, 3:18), para que no seamos como aquellos que se retiran y (se) pierden (Idem, 11:39). Y es que la creencia genuina en una causa de fe, añadida la más terrenalmente liberadora y libertadora frente a la opresión, sobre todo, requiere de jóvenes responsables, íntegramente responsables, siguiendo el nítido ejemplo que puedan darle los más adultos (Tito, 3: 6-8).
Desde la concepción misma, es Jesús de madre tesonera que comienza a trillar un camino que muy adelante empecinará a san Pablo, eximio conductor de la fe naciente que bien sabe que lo plebeyo del mundo, lo que no es nada, Dios lo eligió para anular lo que es (1° Corintios, 1: 27-31). Cuan distante estuvo de la megalomanía, lo efímero, la autosuficiencia, lo caprichoso, la improvisación, que zanja una diferencia extraordinaria entre la noble constancia y la maleada obstinación.
Santa María tendrá un hijo a primera hora del día 25, portador eximio de fe y de esperanza, sin seguro HCM, bajo el socialismo del siglo XXI. Estupenda noticia para los más jóvenes entre los jóvenes, creyentes o no, capaces de crear toda una escuela de la persistencia.
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