El rey se hace un selfie en el barro
El rey aprovecha el discurso navideño para hacerse un doble selfie en los dos barros, el real y el metafórico: el de la DANA y el del fango político. Y en ambos barrizales tiene fácil brillar y salir ileso
Los reyes siempre dan muy bien en las fotos, es parte de su educación desde niños: posar, colocarse en el centro de la imagen, el cuerpo erguido, la sonrisa perfecta o la gravedad adecuada según requiera el momento. Cualquier foto donde salga el rey, da lo mismo si es la apertura de las Cortes o una final de tenis, se convierte de inmediato en un retrato institucional que puede colgarse en una dependencia oficial. Y siempre sale guapo y brilla más que sus acompañantes, que parecen más grises, ojerosos, vulgares, sin el resplandor que acompaña al monarca. El rey brilla, pero brilla más por contraste.
Este año vimos brillar al rey en el barro: su visita en los primeros días a las zonas afectadas por la DANA valenciana dejó una de esas imágenes que los monárquicos han querido señalar como histórica, icónica, la que marcará su reinado, “el 23F de Felipe VI”: manchado de barro, increpado, aguantando el tipo, hablando de tú a tú, abrazando y consolando. Si lo hubiera preparado no le habría salido mejor. Hay que reconocer que su decisión de permanecer, pese al riesgo de seguridad, le dio muchos puntos. Pero además, la marcha “cobarde” del presidente Sánchez –nada cobarde: si no se va, lo linchan– y el encogimiento de Mazón, hicieron brillar más todavía al rey “valiente”.
Por eso, ninguna sorpresa con que Felipe VI aproveche su discurso navideño para hacerse un selfie en el barro. Clic. Guapo. Después de que hasta la alcaldesa socialista de Catarroja criticase la visita “sorpresa” y “privada” del rey y familia hace unos días –un paseo cómodo y lleno de selfies con los vecinos en la zona más limpia del municipio–, Felipe VI se hizo en Nochebuena otro selfie en el barro. Clic.
O más bien, en el doble barro: el de la DANA, y el de la política enfangada. El primero era obvio: con solo mencionar lo sucedido en Valencia, todos tenemos en mente su foto en Paiporta manchado y rodeado por gente furiosa. Clic. El segundo, lo elaboró un poco más, repitiendo palabras de un mismo campo semántico hasta agotar el diccionario de sinónimos: diálogo, consenso, concordia, acuerdo, voluntad común, entendimiento, convivencia, compromiso, trabajo en común, espacio compartido, bien común… ¿Se entiende lo que quiere decir, o te hago un dibujo?
Es cierto que sus discursos navideños frecuentan ese territorio, pero este año insistió especialmente, y todos lo pillamos: el rey propone “serenidad” y entendimiento –el espíritu de la Constitución, que como el fantasma de Dickens siempre vuelve por Navidad–, mientras los políticos chapotean en el lodazal de la lucha partidista, la polarización, las acusaciones de corrupción, el cruce de querellas, el insulto, el bulo y la incapacidad de hablar. Serenidad vs. “contienda atronadora”.
Así que el rey se hizo un doble selfie navideño, en los dos barros, el real y el metafórico: el de la DANA y el del fango político. En ambos barrizales tiene fácil brillar y salir ileso, pues el rey no toma decisiones, no comete errores, no dependen de él la ayuda a los afectados ni los acuerdos parlamentarios, lo ve todo desde la barrera, se pasea por los escenarios complicados, con alguna salpicadura, pero sin mayor destrozo. Así es fácil salir guapo en la foto. Y sereno. Clic.