Tristeza y cultura en 2025
Para casi todos en el mundo de las artes es un motivo de inquietud la reducción del presupuesto de Cultura proyectado para 2025. No en balde, una persona tan cercana a la política oficial, como es el caso de la notable escritora Elena Poniatowska, exclamó: “bajarle un 30% a la cultura mexicana, a la cultura de México [...] es muy grave”; y añadió “lo que nosotros le damos a México ha sido nuestra cultura, nuestros grandes escritores reconocidos en el mundo entero, desde Martín Luis Guzmán, Rosario Castellanos, Juan Rulfo, en fin ...”. Y este es el punto fundamental: si bien es muy difícil sentirnos orgullosos de los políticos de nuestro país —o de los empresarios—, por el contrario, es muy fácil experimentar contento y admiración por nuestros artistas, desde sor Juana hasta Gabriel Macotela o Daniel Sada, pasando por Manuel José Othón, López Velarde, Rivera, Orozco, Villaurrutia, Figueroa, Paz, Toledo, Campos, Aguilar, Sicilia, Iñárritu o Lubezky. Bien lo dijo Elena Poniatowska al señalar que, en el mundo, somos conocidos sobre todo por nuestras artes y no precisamente —agregamos nosotros— por la oscura y triste clase política que ha caracterizado a nuestra historia nacional, de ayer y de hoy. Aquí, como dijo de modo crítico López Velarde, “el único héroe a la altura del arte” es Cuauhtémoc. Nadie más.Es verdad que el recorte a Cultura tiene que ver mucho con la conclusión del megaproyecto de Chapultepec. Sin embargo, la pérdida va más allá del término de esta inversión. El presupuesto en Cultura ha retrocedido al nivel que tenía en 2017. Todos los que hacemos uso de la infraestructura cultural de nuestro país (museos, foros de danza y música y el sistema de producción y distribución del libro) sabemos que en los últimos seis años ha sido descuidada en favor de las actividades culturales de carácter popular y bajo la idea de que la distancia crítica, la creación de alto rendimiento y la vida intelectual son discriminatorias y elitistas. Cosa absolutamente falsa. La excelencia, en las grandes culturas, nunca ha sido algo opuesto a la sociedad o al desarrollo de alguno de sus sectores.Dejando de lado la paradoja “surrealista” que ha propuesto el FCE de aumentar el número de lectores en una población cada vez menos apta para leer —de acuerdo con la prueba PISA, México redujo su nivel de lectura y comprensión numérica en estos años—, los que nos encontramos en la cadena del libro, hemos visto con alarma cómo en la política pública ya no existe una preocupación por el desarrollo de la industria editorial mexicana: ya no tenemos una oficina del libro, EDUCAL se ha transformado en un apéndice inútil y no hay un interlocutor oficial para tratar estos temas. La Secretaría de Cultura realizaría una gran acción si volviera a preocuparse por la política editorial en nuestro país que no puede estar en manos de una editorial que, aunque sea estatal, no le interesan los otros proyectos editoriales.AQ