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‘Dìdi’: un ‘Coming-of-Age’ que trasciende las etiquetas

Dìdi (disponible en Prime Video) es la mejor película indie producida en Estados Unidos en 2024. No sólo recibió el Premio del Público en Sundance y el Premio Especial del Jurado al Mejor Reparto (sí, los actores son maravillosos). También la fotografía y la edición. Sin embargo, Dìdi es una obra excepcional por el retrato que hace de la vida en los suburbios de California en 2008.Es cierto, esto es un Coming-of-Age, pero la historia trasciende las etiquetas y explora terrenos humanos con virtuosismo y nostalgia, como hacen las mejores películas. El protagonista debe trascender al niño que ha sido y encontrarse a sí mismo más allá de los clichés. Tiene que llegar a ser cineasta, pero a su modo. No como dice una tía: ansiando un Oscar para ser un pequeño Ang Lee. El trayecto de Dìdi es más grande. Tendrá que hallarse a sí mismo y no lo que se espera de un muchacho asiático de quien se cree que tiene que saber mucho de matemáticas y siempre sacar diez. Es aquí donde está la clave del protagonista, en la palabra “empatía”: consigo y con sus tradiciones, con los demás.Durante una escena, el protagonista introduce a sus nuevos amigos (cuya pinta es fatal) en la casa en que vive con su madre, su abuela y una hermana a la que adora, pero a la que no puede mostrarle amor. El encuentro es tenso, pero un skater blanco comenta con la madre que los cuadros en la sala son muy hermosos. Y ella, que las ha pintado, se siente halagada. La empatía se da de inmediato, más allá de los prejuicios, porque este joven es quien enseña al espectador y a Dìdi a ver. Aun así, la escena se tensa otra vez cuando la madre, ya en confianza, revela que el origen de Dìdi es completamente chino y no “medio chino” como él les ha dicho. Los skaters se sienten muy decepcionados. Y no porque les importe un comino si tiene un tercio, un medio o un quinceavo de sangre taiwanesa sino porque se dan cuenta de que Dìdi como tantos otros a esa edad, no sabe claramente quién es. Con los skaters, este niño que está por volverse adulto abandona a sus viejos amigos, abandona las travesuras estúpidas y comienza a filmar. Para ello se enfrasca en aprender a capturar de la mejor forma posible las piruetas de sus nuevos amigos en la patineta. Por eso pide ayuda, claro, a Google y a YouTube. En este punto la película crece en importancia pues en este año en el que todos hablan de la revolución que ha significado para nuestras vidas el uso de la Inteligencia Artificial, miramos con simpatía que un niño en el 2008 ya estuviera buscando en videos cómo aprender a besar.Hay otras cosas que vale la pena notar: con los skaters, Dìdi tiene que vivir un par de ritos de pasaje que han sido retratados con mucha humanidad. El protagonista, por ejemplo, debe enfrentarse a la droga por primera vez. Y resulta iluminador que el líder de sus nuevos amigos, los skaters, mencione casi de modo casual, sin moralismos, que él no fuma.En fin, Dìdi es una obra maestra por más que sea un poco predecible al seguir el esquema del Coming-of-Age pero el director lo hace con maestría y honestidad. Puede que los temas no sean del todo originales, pero se inscriben en una tradición vieja como el mundo. A Las tribulaciones del estudiante Törless que publicó Musil en 1906, por ejemplo. También Sean Wang habla de la extraña libertad de ser humano y tener que encontrar, demasiado joven, su lugar en la vida, frente a los otros. Por todo esto Dìdi es, sin duda, la mejor película indie del año que está por terminar.AQ

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