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“Ser feminista es prepararse para luchar siempre”: Annie Ernaux en conversación con Rose-Marie Lagrave

En una larga charla informal, la escritora y Premio Nobel de Literatura Annie Ernaux (1940) y la socióloga Rose-Marie Lagrave (1944) esbozaron un compendio de recuerdos, experiencias, lecturas y luchas compartidas, que compone una profunda reflexión no solo sobre sus obras, sino sobre su evolución intelectual, de marcado acento feminista, al tiempo que refleja, abriendo su propia intimidad, algunos momentos e ideas clave en su transformación como mujeres libres y liberadas.Esa conversación —celebrada el 26 de mayo de 2021 en el Centre Interdisciplinaire d’Études et de Recherches sur l’Allemagne y complementada con una entrevista que tuvo lugar el 24 de marzo de 2022 por iniciativa de la editorial de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales— acaba de publicarse en nuestro idioma bajo el sello Altamarea con el título de Escribir la intimidad.Ernaux y Lagrave hablan, se escuchan y nos invitan “a emprender, vengamos de donde vengamos, un trabajo de autoanálisis liberador; a cuestionar —cuando no a transgredir— el orden de las cosas; a considerar seriamente la hipótesis de una emancipación colectiva”.De la misma edad que Lagrave, Ernaux dice reconocerse la mayor parte del tiempo en uno de los libros de Lagrave, cuyo subtítulo, Enquête autobiographique d’une transfuge de classe féministe (“Investigación autobiográfica de una tránsfuga de clase feminista”) podría definir su camino literario, en tanto que Lagrave admite que su primer encuentro con Ernaux data de la publicación de su primer libro, Los armarios vacíos. “De libro en libro”, dice la socióloga, “ya nunca te dejé escapar; corría a las librerías con cada nueva publicación. Y no era la única; muchas mujeres de la generación de Mayo del 68 se identificaban o se veían reflejadas en tus obras. Allí encontrábamos un camino, sin duda diferente del tuyo, pero que traducía poderosamente lo que sentíamos sobre las limitaciones de la época, la manera de sentir rabia por las asignaciones de género, la voluntad de escapar de ellas a pesar de todo. Tu escritura, con su alcance universal, arrastraba a las otras consigo, y yo quedé atrapada en su red. Aportaste a nuestra generación una especie de brújula sin carácter normativo, basada en la escritura de experiencias comunes, para emanciparnos de las limitaciones y los determinismos sociales en los que estábamos atrapadas e intentar, en la medida de lo posible, dejarlos atrás. Nos abriste puertas animándonos colectivamente a encontrar recursos en nosotras mismas para diseñar, a grandes rasgos, un mundo mejor”.En aquella época, relata Ernaux, militaba en el Movimiento para la Liberación del Aborto y de la Contracepción, el MLAC. El motivo de la novela que acababa de escribir, Los armarios vacíos, era un aborto clandestino. “Sin embargo, este escenario no es el asunto del libro, que es la ruptura progresiva entre el medio obrero y el mundo burgués que la protagonista, Denise Lesur, experimenta a través de los estudios hasta terminar la carrera en la facultad de Letras. Era autobiográfica, incluido lo del aborto. De forma un tanto instintiva, o por desconocimiento del mundo de la edición, no intenté enviar el manuscrito a una editorial que incluyera una colección de mujeres porque el tema —hoy diríamos ‘una trayectoria de tránsfuga de clase’— no me parecía que correspondiese en absoluto al género femenino. Lo envié a Flammarion, que lo rechazó muy rápidamente, a Grasset —donde publicaba Christiane Rochefort— y a Gallimard, editorial de la que acababa de descubrir en la mesa de la librería de las Nouvelles Galeries de Annecy, donde yo vivía, las óperas primas de dos jóvenes nacidas el mismo año que yo…, así que ¿por qué no intentarlo? Y así fue como el azar —y en absoluto el prestigio de la Collection Blanche de Gallimard— me llevó a una casa que, como mínimo, estaba en las antípodas de mi mundo original”.Más adelante, Ernaux recuerda cómo, por ejemplo, su novela La mujer helada fue objeto de negación, que Pura pasión suscitó una gran polémica, que El acontecimiento fue recibida con silencio e indiferencia, a veces con una hostilidad apenas disimulada, y que el hecho de que fuera un texto sobre el aborto clandestino, que ella había sufrido como estudiante, aunque también sobre la memoria y la escritura, hizo que fuera ignorado. También reconoce lecturas. Además de Woolf, las influencias de esa época: Butor, Robbe-Grillet, Simon, Sollers, y confiesa que leyó a Marguerite Duras mucho más tarde. Pero sobre Duras expresa un sentimiento “confuso”, y afirma que El amante no le emocionó y que, en cambio, Un dique contra el Pacífico es para ella “el gran libro de Duras”. “Hay libros que llegan cuando ya te has convertido en escritor, y sientes una especie de hermandad con el autor o la autora o, por el contrario, una distancia —que es lo que me pasó con Duras, mientras me sentí más cerca de Nathalie Sarraute”.En los años ochenta, Lagrave se acercó a las feministas estadunidenses Kate Millett y Betty Friedan, y a la australiana Germaine Greer, que le facilitaron la transición a las feministas teóricas de hoy.Ernaux cuenta que empezó a escribir La mujer helada en otoño de 1978, llevada por su experiencia, por la memoria, sin ninguna referencia teórica, “en una anamnesis destinada a responder a la pregunta de cómo llegué a ser la mujer que soy”, y asegura ser consciente de que su proceso de construcción como mujer “tiene sus raíces en un modelo parental atípico”, pues su padre, como tal, no lo fue. Siguió a su mujer, un volcán que, desde que se casaron, decidió todo, y en particular su trayectoria social, de obreros a pequeños comerciantes”. Al principio de La mujer helada, recuerda, hay un pensamiento que se insinúa, que le obsesiona cada vez más porque surge continuamente en la vida diaria y que le llevará a escribir: “Tengo un trabajo, pero siempre soy yo la que hace la compra, la que cocina, la que lava la ropa, la que lleva a los niños a las diferentes actividades, al médico. Nunca voy sola al cine, nunca me voy de vacaciones sin mi marido o mis hijos”. ¿Qué había pasado entre la vida que imaginaba y deseaba a los veinte años y esta? Sabía la respuesta: “había caído en un matrimonio burgués con uno de los representantes más clásicos de un patriarcado heredado”, y escribía, agrega, como una forma de tomar las riendas de su propia vida, de provocar un cambio. Se separó de su marido un año después de publicar el libro.Lagrave expone que se asfixiaba en un mundo femenino que odiaba. “Envidiaba el mundo masculino, del que no sabía absolutamente nada, pero que en los libros se convertía en una promesa de libertad con sus héroes, sus intrigas y sus hazañas. Me decía: lo deseable es el mundo de los hombres. Así que estaba programada para ser una antifeminista convencida. Intenté mostrar en mi libro cómo me hice feminista, a través de una acumulación de experiencias de dominación en la esfera privada que cobraron su sentido durante las reuniones de uno de los grupos de debate de la MNL. Allí, el análisis colectivo de nuestras respectivas situaciones me permitió comprender mejor hasta qué punto la dominación masculina forma el sistema. Me parece que fue en este ‘grupo de mujeres casadas’ —rápidamente separadas— donde no me convertí en mujer, sino que me acepté como mujer, es decir, como mujer comprometida. A partir de este cambio, y de la reflexión teórica colectiva que provocó, me acerqué a la sociología. Desde ese momento, mi perspectiva se volvió doble, cruzando clase y género”.Frente a esto, Ernaux considera que no se puede hablar de un feminismo universal, que “no se puede disociar la lucha feminista de la lucha social”. Para ella, “la interseccionalidad es un hecho: las mujeres no sufren la dominación masculina ni viven de la misma forma su condición según la clase social a la que pertenezcan, según si son racializadas o no. En mi opinión, esto forma parte de las convicciones basadas en la experiencia vivida y analizada: ¿qué tenían en común mis tías, obreras, y las mujeres de la burguesía cuyo modelo veía reflejado en los libros? ¿O entre mi madre y mi suegra? Hoy creo que le debo a mi origen de socialmente dominada el haber sufrido y aceptado la dominación sexista en mi pareja. Mi feminismo es, como el tuyo y según tu expresión, un ‘feminismo de experiencias’. Comparto completamente lo que has escrito: ‘Ser feminista es saber que se luchará hasta que cese toda explotación de las mujeres que viven en un barrio pobre, en un país teocrático o en el edificio vecino. Dicho de otro modo, es prepararse para luchar siempre’ ”.Ernaux sostiene también que los hombres tránsfugas, como su maestro Pierre Bourdieu, no se cuestionan lo suficiente el privilegio masculino. “¡Hay mucho trabajo por hacer en ese aspecto!”, exclama, y añade que, como siempre, “a los hombres les resulta difícil cuestionar la condición masculina y la virilidad, ya sean intelectuales, artistas o políticos”.En todo caso, como apunta Ernaux, “lo personal es político”, cosa que respalda Lagrave cuando señala que, como socióloga feminista, “la construcción del mundo privado forma parte del mundo social”. En ese sentido, Ernaux admite que nunca le ha asustado escribir la intimidad, porque, al hacerlo, experimenta “una sensación de distancia, como si fuera otra persona”, y observa que esa es una forma de estar en el mundo. “No se puede imaginar nada más íntimo que una pasión amorosa y, sin embargo, cuando me puse a escribirla, fui capaz de separarme de cada momento, e incluso de considerar mis pensamientos como cosas”, sin dejar de buscar el vínculo entre la literatura y la realidad y, por consiguiente, responder a la pregunta sobre qué puede transmitir la literatura a la realidad y cómo hacer para reflejar la profundidad, la complejidad de lo real. “¿Usted hace literatura o sociología? ¿Autobiografía o autoficción?”, le preguntaban, y para que dejaran de hacerlo, encontró esta fórmula: “hago autosociobiografía. O también: etnosociobiografía”.Otro ejemplo de que la sociología aporta claves está, sostiene Ernaux, en la noción bourdiniana de habitus escindido (escindida en dos), que explica toda su vida a partir de la adolescencia. “Casi diría que el habitus escindido es mi identidad. En algunas ocasiones sociales, sigue manifestándose. Es mi manera de comprender el mundo y, posteriormente, de escribirlo. Si aquello fue doloroso en cuanto que era un malestar incomprensible, hoy siento ese habitus escindido como un recordatorio de las divisiones y jerarquías de la sociedad”. Ernaux piensa que las clases dominantes están deseosas de integrar a aquellos y aquellas que dan voz a su entorno de origen y neutralizarlos. “Quisieran que olvidara todo lo que ha hecho que mis libros existan, la violencia social bajo la que escribí, por ejemplo, El lugar o La vergüenza. No disfruto demasiado los premios literarios; me parecen una manera de engatusarme. No voy a los cocteles, no garantizo que vaya al círculo endogámico que reina en el mundo literario. Tengo la impresión de que hay que estar siempre en guardia, liberarse para no ser un instrumento, como se decía en los años setenta y ochenta. El compromiso político, además de necesario, para mí, desde hace mucho, tiene ese papel; con él me siento en mi lugar”. Porque el éxito en la literatura, admite Ernaux, no depende de uno mismo.Por eso la Nobel reconoce que en su recorrido de autora no hay nadie a quien pueda citar como aliado. “A mí me ayudaron los escritores y sobre todo las escritoras que leí, es decir, un colectivo inmaterial. Y, hoy, son los lectores y lectoras, pero también los investigadores e investigadoras que trabajan con mis textos y en torno a ellos, los que forman a mi alrededor un colectivo que es al mismo tiempo real —sensible, visible, por ejemplo, en un encuentro público, en las cartas que recibo— e irreal”.A su vez, Lagrave expone su deuda “con los aliados y aliadas y con los colectivos que me ayudaron a ascender y a vadear los sucesivos ríos. Es una especie de reciprocidad, y sobre todo la prueba de que el recorrido de la movilidad social es el resultado de una construcción colectiva. No hay ni alumnos portentosos ni talento oculto, sino un cúmulo convergente de oportunidades que hay que saber aprovechar, manos tendidas que estrechar, capacidad para introducirse en los pilares sociales”.AQ

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