Jimmy Carter, el presidente que promovió la paz, ha fallecido
Muere a los 100 años el ex presidente Jimmy Carter, un ferviente defensor de los derechos humanos y la justicia social que dejó una huella indeleble.
Fallece Jimmy Carter, ex presidente de EE.UU. y defensor de los derechos humanos
Jimmy Carter, ex presidente de Estados Unidos, ha fallecido a la edad de 100 años tras varios meses en cuidados paliativos. Carter, conocido por su compromiso con los derechos humanos y la justicia social, se destacó durante su tiempo en la Casa Blanca, un enfoque que ha sido poco común en la política moderna. A pesar de su estado de salud deteriorado, Carter había apoyado recientemente a Kamala Harris, la actual vicepresidenta y excandidata presidencial.
El exmandatario había estado luchando contra un cáncer de piel en una forma agresiva de melanoma, que se había expandido a su hígado y cerebro. Chip Carter, su hijo, recordó a su padre en un comunicado, manifestando: «Mi padre fue un héroe, no solo para mí sino para todos los que creen en la paz, los derechos humanos y el amor desinteresado«. Esta reflexión pone de manifiesto la influencia que Carter tuvo en su familia y más allá.
El Centro Carter ha anunciado que se llevarán a cabo ceremonias públicas en Atlanta y Washington D.C., seguidas de un entierro privado en su estado natal, Georgia. Aún están en discusión los últimos detalles sobre el funeral de estado y los eventos relacionados. Entre los que le rinden homenaje se encuentran sus hijos Jack, Chip, Jeff y Amy, así como 11 nietos y 14 bisnietos. La reciente pérdida de su esposa, Rosalynn, quien falleció hace un año, agrega un matiz de tristeza a este momento.
Una trayectoria marcada por el servicio
Carter, un demócrata moderado, sirvió casi siete años en la Marina de los Estados Unidos en submarinos nucleares. Después de la muerte de su padre en 1953, dejó el servicio militar para hacerse cargo de la granja de maní de la familia. Ingresó a la política y fue elegido senador estatal, para luego convertirse en gobernador de Georgia en 1970, sucediendo al segregacionista Lester Maddox. Durante su mandato en Georgia, declaró rotundamente que «el tiempo de la discriminación racial ha terminado«.
Electo presidente en 1976, Carter tomó las riendas de un país que atravesaba una profunda crisis de confianza, causada por la guerra de Vietnam y el escándalo de Watergate. Su administración se centró en los derechos humanos y la justicia social, denunciando las violaciones cometidas por dictaduras militares en América Latina y retirando el apoyo al régimen de Somoza en Nicaragua. Uno de sus logros más significativos fue comprometerse a devolver el Canal de Panamá a su país de origen.
Entre los hitos de su presidencia se encuentran los Acuerdos de Camp David en 1978, que sentaron las bases para un tratado de paz entre Israel y Egipto. Además, Carter logró establecer relaciones diplomáticas con China y facilitar la reapertura de sedes diplomáticas en Cuba, un paso importante en la relación entre ambos países.
Desafíos y legado permanente
El final de la presidencia de Carter quedó marcado por la crisis de rehenes en Teherán, donde islamistas radicales tomaron la embajada estadounidense en noviembre de 1979. Este evento, junto a un fallido intento de rescate, definió su salida del poder. El desenlace de esta crisis se dio el mismo día de la toma de posesión del presidente Ronald Reagan, el 20 de enero de 1981. Además, su gestión de la segunda crisis petrolera enfrentó críticas tanto en su momento como en retrospectiva.
A pesar de los desafíos que marcaban su presidencia, Carter dejó un legado significativo. Al concluir su mandato a los 56 años, estableció el Centro Carter, dedicado a fomentar la democracia y los derechos humanos a nivel global. A través de su incansable trabajo, supervisó elecciones en numerosos países, ganando el Premio Nobel de la Paz en 2002 por su labor humanitaria.
Consciente de su papel como líder, Carter siempre enfatizó la importancia de elegir el camino de la paz. En una de sus reflexiones finales, destacó que “la guerra a veces puede ser un mal necesario. Pero por muy necesario que sea, siempre es un mal, nunca un bien”, abogando por un mundo donde el entendimiento mutuo prevalezca sobre el conflicto.