Crítica de 'Vivir el momento' (***): estampas barajadas de los cimientos de un melodrama
Un buen melodrama siempre es un estímulo para esos pequeños órganos sensoriales que rodean al corazón y que le envían mensajes sentimentales al cerebro, y esta película que firma el irlandés John Crowley está llena de esa química para que la reacción cumpla su efecto. Es cierto que su argumento es un compuesto de situaciones ya muy tratadas anteriormente por el cine y muy sabidas por la vida, pero el director consigue dotar a su historia de un toque casi original mediante el curioso modo de contarla casi como si barajara al azar las cartas de la existencia de sus protagonistas y las arrojara sobre el tapete. En el libreto argumental hay una pareja, su vida en común, las circunstancias peculiares en la forma de conocerse, las alegrías y los dramas, el amor y la enfermedad, la implicación laboral de ella (una chef reputada), los dilemas sobre la maternidad y el rumbo de sus relaciones…, en fin, una historia trillada y de interés relativo de no ser por dos ingredientes que la hacen especial, el barajeo sugerido arriba que nos ofrece el relato como estampas (escenas) que no siguen la lógica temporal y la presencia de una pareja de actores excelentes, Florence Pugh y Andrew Garfield . Esa línea quebrada del guion nos muestra a la pareja junta, ella embarazada o el drama de la enfermedad, antes de mostrar cómo se conocieron, las discusiones sobre si tener o no tener hijos, la escena increíble del parto o la lucha entre lo laboral, lo romántico y la supervivencia…, todo junto, revuelto, con gran carga dramática constante entre unas escenas y otras, con la mezcla arriesgada de emociones que se construyen con la ilógica de ver los efectos antes que las causas. Piezas de un puzle aleatorio sobre la vida de dos personas esencialmente buenas, comprensivas y que implican enorme y sentimentalmente al espectador. El guion de Nick Payne le ofrece la oportunidad a Andrew Garfield y a Florence Pugh de construir unos personajes llenos de encanto, de fuerza personal y de transmisión de felicidad y desgracia, y no sólo la aprovechan sino que incluso la subliman: todo es sabroso y digestivo entre ellos a pesar de los pesares. Este tipo de películas de sentimientos tan altos y limpios pueden chocar con las 'impurezas' de quien los aprecia diseñados o inverosímiles, pero el atractivo de los actores y sus personajes los hacen digeribles, aceptables. La vida, aunque sea de otra manera, también es así.