El hombre invisible
La céntrica calle mostraba la efervescencia navideña de barullo, jirones de villancicos que taladran como el de Bisbal y runrún de ambiente electrificado con esas urgencias por cumplir con el ritual de las compras. Sorteaba los viandantes intentando emplear largas zancadas como las de Kempes regateando a los defensas leñeros, de cuando el Valencia era el Valencia, digo, y no una chapucilla como en la actualidad. Entonces me fijé en él y decidí acechar unos cuantos minutos camuflado en plan esquinero. Sentado en el suelo, apoyado contra un escaparate de cierto lujo, yacía un pedigüeño relativamente joven, muy delgado, de rostro cetrino y mirada perdida. Mostraba una vaso de cartón engarfiado contra su mano, esperando el tintineo de las monedas... Ver Más