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Billo Frómeta, el dominicano que puso a bailar a Venezuela

El Dia 

Billo Frómeta, el maestro que hizo bailar a varias generaciones de latinoamericanos, estaba agotado, pero emocionado. Uno de su sueños estaba por cumplirse: dirigir la Orquesta Sinfónica de Venezuela.

Para alguien que amó Caracas, el recinto no podía ser más majestuoso: el Teatro Teresa Carreño.

Los músicos tenían las partituras, que él había preparado meticulosamente para cada instrumento, de su obra: «Un cubano en Caracas».

Se ubicó en la tarima y comenzó a dirigir el ensayo general.

Sonó el «Alma Llanera», un himno para los venezolanos, y un minuto después empezó «El manisero», un clásico de la música popular cubana.

Pasados los dos minutos, el «Alma llanera», que es un joropo, volvió al primer plano y en una genialidad de Frómeta las dos piezas se entrelazaron y sonaron simultáneamente creando una armonía impresionante.

«Haber logrado a nivel sinfónico que una pieza no chocara con la otra fue realmente impactante», dice Amable, uno de los hijos del músico.

«Era como si la parte de la orquesta que tocaba ‘El manisero’ le estuviese preguntando algo a la otra parte, que le respondía con el ‘Alma llanera'», cuenta Magdalena, una de las hijas de Frómeta.

Al terminar, los músicos se pararon y lo aplaudieron con los instrumentos, el máximo honor para un director.

Poco después, lo peor sucedería.

«La emoción que sintió en ese momento fue tan grande que le vino un derrame cerebral y se desplomó en la tarima», recuerda Amable.

Fue hospitalizado y a los ocho días falleció, el 5 de mayo de 1988. Hacía poco más de 50 años que había llegado procedente de su natal República Dominicana.

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La oportunidad

Tras un viaje que duró ocho días, la embarcación se iba acercando a Venezuela. Era diciembre de 1937.

«Llegaron de noche y a mi papá le llamó mucho la atención ver una montaña llena de lucecitas. Estaban a punto de tocar el puerto de La Guaria. Esa imagen le encantó», le dice a BBC Mundo Magdalena, la hija mayor de Frómeta y su segunda esposa, Haydee Grillo.

Fuente de la imagen,Getty Images

Frómeta salió de Santo Domingo siendo muy joven.

Al músico lo habían invitado a tocar en la fiesta de fin de año de un prestigioso local caraqueño.

Frómeta y su grupo, Santo Domingo Jazz Band, aceptaron y consiguieron que el gobierno de Rafael Leonidas Trujillo, quien gobernaba República Dominicana con mano de hierro, les permitiera salir.

«Pero les pusieron una condición: cambiarle el nombre al grupo y llamarse Trujillo Jazz Band. Lo tuvieron que hacer, muy a pesar de mi papá, que era totalmente contrario a Trujillo».

Los empresarios que los contrataron quedaron impresionados al recibirlos.

«Les llamó mucho la atención que, después de esa travesía, llegaran con esa alegría, con ese ánimo», le cuenta a BBC Mundo Amable, uno de los hijos de Frómeta con Morella Peraza, su última esposa.

«Y es que habían salido en las bodegas de un barco carbonero y pasaron una semana comiendo naranjas y bananas. Fue una oportunidad de salir del país y, por ende, del régimen que los tenía tan reprimidos a todos».

«Siempre recordó ese viaje con mucho cariño, como una aventura, era un muchacho. Me decía: ‘Nosotros no estábamos pendientes de lo que comíamos, simplemente queríamos llegar y ver cómo sería el recibimiento del público'».

Su entusiasmo no fue lo único que captó la atención de quienes los invitaron, había algo más y eso marcaría la historia de Frómeta para siempre.

Otro cambio de nombre

«Cuando llegan, los empresarios le dicen a mi papá: ‘Con ese nombre, Trujillo Jazz Band, no podemos hacer nada, no va a venir nadie. Aquí hay mucha discrepancia con el régimen de Trujillo», cuenta Amable.

Además, hacía apenas dos años, en diciembre de 1935, que en Venezuela había terminado la dictadura de Juan Vicente Gómez, quien gobernó -hasta su muerte- por 27 años

«Los empresarios fueron los que dijeron: ‘Estos son los muchachos alegres de Billo, así que vamos a ponerles Billo’s Happy Boys’. Ese es el primer nombre de la orquesta».

El cambio de nombre se supo en su país y la reacción de gobierno no se hizo esperar.

«Mi papá no pudo regresar a República Dominicana hasta que falleció Trujillo», evoca Magdalena.

Pese al duro golpe que representó no poder volver a su patria, Venezuela cautivó a Frómeta.

«Mi papá me contaba que en esa época, en su país, la gente no se podía reunir en las esquinas, en una plaza. Había el temor entre los ciudadanos de que la policía los agarrara y los acusaran de que estaban conspirando contra el gobierno».

Por eso, «lo que más le impresionó», contaba el historiador Óscar Yánez, «fue cuando salió por primera vez a la Plaza Bolívar (de Caracas) y vio a grupos de tres o cuatro personas conversando«.

Además, escuchó a dominicanos hablar libremente de Trujillo.

«La gente hablaba a toda hora, decían lo que les daba la gana. Para él, esa fue la ciudad más hermosa del mundo«, señaló Yánez en el documental «A gozar con Billo. Luis María Frómeta», del director Fernando Venturini (Bolívar Films).

«Un despertar a la libertad»

Y así, cuenta Amable, «fue un amor a primera vista entre Venezuela y mi papá».

«Venezuela venía de la dictadura de Gómez, el país estaba muy reprimido, no había fiestas. Cuando llegó mi papá, fue como un matrimonio entre la alegría del venezolano que estaba despertando a un nuevo mundo, a la libertad, y él».

Fuente de la imagen,Getty Images

 El general Juan Vicente Gómez gobernó Venezuela por 27 años.

«Lo que más le impactó fue la alegría del venezolano, hubo un conexión muy especial entre su música y el venezolano».

«Y es que en Venezuela nunca se había escuchado un merengue dominicano, ni música que no fuera regional. Mi papá llega a revolucionar la escena, con él conocen nuevos ritmos».

Llevó guarachas, sones, pasodobles, entre otros estilos, y logró identificarse con su nuevo hogar.

«Me gustaría que hubieses estado en Santo Domingo para que te dieras cuenta de lo parecidos que son los dos temperamentos: el dominicano y el venezolano», se oye a Frómeta decir en el documental de Venturini.

«Yo pienso que mi verdadera personalidad y mi verdadera orientación en la vida, como hombre, comenzó en Venezuela».

El niño y el estribillo

Desde muy pequeño, Luis María Frómeta Pereira, quien nació el 15 de noviembre de 1915, sintió fascinación por la música.

Tras ser separado de sus hermanos, fue criado por una tía. Esa época no le traía muy buenos recuerdos.

Sin embargo, el piano que encontró en esa casa le dio rienda suelta a su talento.

Fuente de la imagen,Cortesía: Magdalena Frómeta

 Billo Frómeta sobre una camioneta que dice Billo’s Caracas Boys.

El apodo Billo -cuenta su hijo- se lo pusieron sus tías al notar que el niño hablaba en estribillo.

Con 15 años, ayudó a fundar la orquesta de los bomberos de República Dominicana y, a los 18, fue uno de los integrantes de la primera sinfónica de ese país.

Y es que, señala Magdalena, «estudiar música era obligatorio en el bachillerato». Además, cuenta que su papá tenía un profesor de saxofón y otros docentes que le enseñaron armonía y composición, teoría y solfeo.

Cuando se independizó de su tía, se fue a estudiar Medicina. Pero después de tres años de carrera, decidió concentrarse en la música y en su pasión por el jazz.

Llegó la oportunidad de ir a Venezuela, donde encontró en la radio una aliada perfecta para su música.

Tras superar un problema de salud que lo apartó de los escenarios, en 1940 lanzó la Billo’s Caracas Boys, en homenaje a la capital.

Le canta a Colombia

El investigador Jesús Pérez Lárez, autor del libro «Billo Frómeta. Hombre y orquesta», cuenta que el estilo que había caracterizado a la orquesta en los años 40 y 50, con chachachás, mambos, boleros, algunos pasodobles, dio un giro.

«Billo’s se internacionaliza y se voltea hacia Colombia. A partir de los años 60 muta hacia la música colombiana».

Fuente de la imagen,Eyepix/NurPhoto via Getty Images

 Por la Billo’s Caracas Boys pasaron destacados músicos y cantantes, como José Luis Rodríguez. (Foto de archivo: 2020)

Jaime Rueda, en el portal de noticias Rueda La Economía, recordaba en el artículo «Pacho Galán y Billo Frómeta, dos genios de la música tropical», un anuncio publicado en el diario El Heraldo, el 8 de febrero de 1964:

«¡Aquí está lo que toda Colombia deseaba después de 20 años de espera! Hoy a las 9.00 p.m. rompen fuegos el Carnaval. Billo’s Caracas Boys, la mejor orquesta de Latinoamérica y Pacho Galán ‘El Rey del merecumbé'».

Frómeta no solo admiraba a Galán, sino que fueron muy amigos, como también lo fue de Lucho Bermúdez y de otros grandes compositores colombianos.

«Mi papá ayudó a internacionalizar la cumbia, el porro», dice Amable.

Así, la orquesta de Frómeta llevó a nuevas audiencias clásicos colombianos como «Ay Cosita Linda» y «Se va el caimán».

Y aunque por mucho tiempo se le asoció con el carnaval, Frómeta consiguió abrirse un espacio en las fiestas navideñas y de fin de año con un repertorio de canciones bailables.

Una de ellas -nos recuerda Pérez Lárez- es una marcha compuesta por el argentino Alberto Castillo:

Año nuevo, vida nueva

más alegres los días serán

año nuevo, vida nueva

con salud y con prosperidad

Entre pitos y matracas

entre música y sonrisa

el reloj ya nos avisa

que ha llegado un año más

El cronista de Caracas

El investigador cree que Frómeta «se terminó de pulir» como arreglista y compositor en Venezuela.

«Mi papá se la pasaba en el piano», recuerda Magdalena.

«A veces regresaba de haber tocado en un baile con una idea. Eran las 4:00, 5:00 de la mañana y se sentaba en el piano, donde pasaba todo el día. Se paraba a desayunar, a almorzar y a cenar y, después, sí se acostaba».

Fuente de la imagen,Douglas Olivares/Getty

 «El amor que sintió mi papá por Caracas fue único, muy sincero», cuenta Amable Frómeta, uno de los hijos del músico.

A su agenda se unían programas de radio, de televisión, grabaciones de discos, giras. «Era muy trabajador».

Fue testigo de las transformaciones sociales y económicas que experimentó el país y sus canciones no fueron ajenas a las nuevas realidades.

Por ejemplo, su orquesta le cantó a «cuando terminen la autopista», al beisbol y a varios lugares de Venezuela, pero nada tuvo tanto protagonismo como la capital.

«Sintió un cariño muy especial por Caracas, le hizo 21 canciones. Se convirtió en el cronista musical de Caracas», cuenta Magdalena.

Amable recuerda que su padre decía que «no todo el mundo tenía las posibilidades de ir a un salón a disfrutar la orquesta. Por eso, hacíamos una fiesta en la Plaza Bolívar para todos».

Además fue un maestro de varias generaciones. «La orquesta se convirtió en una universidad musical, por ella pasaron más de 500 músicos y más de 60 cantantes».

«La unión de los venezolanos»

Pérez Lárez recuerda que en 1969, la Billo’s Caracas Boys fue la primera orquesta venezolana que tocó en Estados Unidos.

Y que en 1987, el nombre la agrupación entró en otro libro de historia cuando fue clave para que en los Carnavales de Tenerife se batiera el récord mundial de baile.

Unas 240.000 personas bailaron al ritmo de la orquesta de Frómeta y también de Celia Cruz.

Fuente de la imagen,Cortesía: Magdalena Frómeta

Y aunque Billo trascendió fronteras, el investigador no necesita ver más allá de Venezuela para precisar su legado.

«El mayor aporte de Billo fue la unión de los venezolanos a través de su música».

«Hubo orquestas de baile que fueron un poco elitistas, pero Billo unió a las clases sociales, desde las más altas hasta las más bajas compartieron el gusto por su música».

En septiembre, el gobierno de Venezuela declaró a Billo Frómeta y su orquesta Patrimonio Cultural Inmaterial de ese país.

Fuente de la imagen,Cortesía: Jesús Pérez Lárez

Pérez Lárez investigó las décadas que abarcó la obra de Billo Frómeta.

«Le dejó tanto a los venezolanos que es patrimonio de Venezuela», señala Pérez Lárez.

«El tiempo que lo pone todo en su sitio ha hecho que Billo sea admirado y reconocido por muchas generaciones. Es una referencia para los músicos venezolanos, ya sea de la música popular como de la clásica».

Para el investigador, el ensayo con la sinfónica de Venezuela, en 1988, al que Frómeta llegó tras semanas de intensísimo trabajo, extinguió «la distancia entre su música y la academia».

Ese concierto se haría para celebrar sus 50 años de vida artística.

Amable recuerda que cuando estaban enterrando a su padre se cantó el «Alma Llanera».

Y es que Frómeta solía decir: «Venezuela me lo dio absolutamente todo«.

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