Que el sol salga para todos
El 2024 no fue un año cualquiera, no fue sencillo ni fácil para casi nadie en Cuba. Sobre la inflación y las carencias recayeron los daños que provocaron dos huracanes y dos sismos; el sistema electroenergético nacional colapsó varias veces y en cada momento se evidenció lo más grande que tiene este pueblo: ese sentimiento de solidaridad, de ayudar al que la está pasando mal, de compartir lo que se tiene aunque sea poco, porque somos cubanos y esa cualidad pesa más que los problemas.
Y aunque no se puede tapar el sol con un dedo, hay muchos que resisten porque sí o porque han alcanzado niveles de resiliencia que les permiten vivir en la crisis y buscar alternativas para ello. Hay quien resiste solo porque sabe que tiene que seguir en pie, y piensa que hoy y mañana el Sol siempre saldrá para todos.
A esa esperanza y a las capacidades de un país que ha demostrado como ningún otro tener fuerzas para levantarse y refundarse una y otra vez se aferran muchos; en tanto, otros trabajan para que sea posible, para que este nuevo año traiga nuevas luces y cuantos deseos se pidieron el 31 de diciembre cuando se dio la vuelta a la ceiba, o se lanzó un cubo de agua por la puerta delantera de la casa.
Pero no basta solo con desearlo, con pedirlo, con encomendarse, aunque eso también ayude a mantenerse fuerte. Cuba necesita de nuevos impulsos y resortes que permitan dinamizar su economía, condición indispensable para traer hasta esta Isla prosperidad, bienestar y desarrollo.
¿Qué más habría que hacer para que Cuba tenga esa sociedad basada en principios de justicia social que queremos? ¿Cómo lograr que cada niño, mujer y hombre sea verdaderamente feliz con el fruto de su trabajo? ¿Cómo hacer para que la juventud siga soñando un mejor futuro personal y profesional en esta tierra?
Quizá deberíamos empezar por dignificar o lograr una real capacidad de compra de los salarios de cada trabajador, de cada médico, maestro, ingeniero; quizá habría que mirar con otros ojos a los ancianos cuyas pensiones hoy no son suficientes para cubrir una canasta básica de bienes y servicios que se eleva cada día en sus precios; o bastaría con cambiar los modos de hacer en los barrios en transformación, para que sean sus habitantes los verdaderos protagonistas del cambio desde la participación.
Quizá, por qué no, sería necesario desde edades tempranas fomentar la formación en valores para que crezcan en Cuba hombres y mujeres de bien, educados y no solamente instruidos, en los que florezca el buen gusto, la camaradería, la igualdad como esencia que permita medir a todos bajo el prisma de seres humanos, sin discriminación alguna por raza, por género o por preferencia sexual.
Sin duda alguna, este país sueña que 2025 sea mejor, así lo necesitamos y nos lo merecemos también. Hay que hacer que sea mejor en todos los sentidos, desde lo económico hasta lo espiritual, con el aporte de todos, con buenas y acertadas decisiones, con el cariño de muchos adentro y fuera de la Patria, con la entrega y la bondad de un pueblo, para crecer juntos siempre como nación.