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Cuba: ¡qué letra la de aquel año!

Si como con los ciclones catastróficos, al cubano le preguntarías qué hacer con el año 2024, seguramente contestaría que desaparecerlo del mapa, o se persignaría con el condimento de la religiosidad nuestra: ¡Llévatelo, viento de agua! ¡No vuelvan a ponerme esa letra…!

Para muchos, en los pasados 365 días y un cuarto se llegó al límite de lo peor a lo que puedan enfrentarse este pueblo y este país. Aunque la gradación de las dificultades fue tan persistente, diversa y continua que le escuché decir a una hija, cuya madre intentaba darle alivio, con una frase que también marcó la sicología colectiva en este 2024: ¡No me digas más que no puede ser peor!

Ninguno de los sistemas vitales del país, como los de las familias, sobre todo las más humildes en una sociedad con diferencias sociales muy marcadas, escapó ileso a los efectos de una guerra a partes iguales entre integral y cínica, conducida con la precisión milimétrica de un mecanismo de relojería, con el fin de que, agobiado por dificultades insoportables, el pueblo cubano se vuelva, al fin, contra sí mismo, como siempre se intentó por sus enemigos históricos.

El Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, lo dijo en su reciente rendición de cuenta ante el Parlamento: el pueblo merece un monumento. Pero mientras se levanta alguno físico ese propio pueblo se erigió uno moral, que tiene en su cúspide una vindicación de Cuba a su imagen y semejanza, desde la que se envían muy claras señales, lo mismo a sus antiguos defenestradores y quintacolumnistas imperiales, que a su propia Revolución en el poder.

Nadie que no esté a su altura, dicen claramente esas señales, podrá conquistarlo, y mucho menos dominarlo, porque nadie como él ha sabido pelear por su libertad, pagándola a su precio, como sentenciaba el Apóstol en su respuesta contra insultos en periódicos yanquis en el siglo XIX, que suelen repetirse con la misma arrogancia y virulencia, amplificados por las no pocas veces redes antisociales del siglo XXI, como también denunció el Jefe de Estado en la Asamblea Nacional del Poder Popular.

En ese mismo discurso se evidenció que la nuestra no podría ser la resistencia del que se agacha para soportar estoicamente los golpes, porque esa sería la forma de sometimiento del «aguantón», un espécimen moral que nada tiene que ver con la irredenta hidalguía y capacidad de superación de los cubanos.

El nuestro no es un pueblo de aguantones, sino de vencedores. Si algún título sería digno de sellar esta trama no podría ser otro que «La salida». Esa que hay que encontrarla entre la certeza inequívoca de la política y la cohesión que debemos lograr en torno a ella.

En el afinamiento de ambas, como se particularizó en la rendición de cuenta presidencial, entran en juego los ajustes inevitables, en casi toda la vida nacional, y en todo el sistema de comunicación pública, incluido, por supuesto, el mediático.

La corrección en todo el sistema de comunicación pública, un nuevo tipo de relación entre el sistema mediático y el institucional es esencial para superar los verticalismos, la falta de autonomía, los silencios, los vacíos informativos y analíticos, las torpezas, el triunfalismo y la apología, la instrumentalización y dañinas mediaciones externas, entre otras sombras del modelo de prensa socialista del siglo XX que frenan su más pleno y urgente despliegue si aspiramos a garantizar su eficacia dentro del carácter estratégico de la comunicación.

Juntas o por separado, las anomalías anteriores se convierten en el parque perfecto, en municiones especiales para la sofisticada guerra comunicacional en el centro de la agresión imperial. Y ya que hemos hablado de señales, resulta llamativo que el 2024 año culminó para la prensa con la inauguración de las nuevas y modernizadas sedes de las multiplataformas Juventud Rebelde y el Centro de Información para la Prensa.

El Presidente casi bajó del podio del Parlamento, donde hizo rigurosos análisis críticos sobre las implicaciones políticas de ignorar, esquinar o subestimar las reglas de la comunicación, para poner nuevamente la atención nacional en este sensible asunto.

Este es un paso adelante y un paso merecido, subrayó ante el colectivo de Juventud Rebelde, al que le une una relación de respeto y admiración desde los años en que dirigía en la Juventud Comunista y lo visitaba frecuentemente. Reconocería, incluso, que ahora se logró, con el liderazgo del Partido, lo que no fue posible cuando él estaba al frente de la esfera ideológica, una muestra de cómo en esa instancia maduró la mirada a estos asuntos.

El miembro del Buró Político Roberto Morales Ojeda, secretario de Organización del Comité Central, quien le acompañaba, como en el resto de sus recorridos frecuentes por el país, exaltó que la inauguración de estas nuevas sedes, como la de Ideas Multimedios ocurrida anteriormente, son la demostración de que cuando se quiere se puede, siempre que prevalezcan el interés y  la voluntad política.

Lo anterior es aplicable, por supuesto, a otros muchos terrenos en los que la inercia, el quietismo irresponsable o el sonambulismo político hacen de las suyas en desmedro de la reactivación inexcusable.

En el Centro de Información para la Prensa, Díaz-Canel reconocería que no siempre se le dio a dicha institución, sus análisis y propuestas, la importancia que requerían, ya no solo para lograr un mayor alcance del sistema de prensa, sino además para la propia labor política del Partido y del resto de las instituciones.

Estas inauguraciones y los planteamientos realizados no pueden verse aislados de otros pasos inéditos para la transformación nacional en este ámbito, que tuvieron su momento constitucional cumbre con la aprobación de la Ley de Comunicación y sus disposiciones complementarias. Igualmente, en 2024 numerosos medios, sobre todo de la antes denominada prensa escrita, hoy multiplataformas, se beneficiaron de una importante inversión, gracias a un crédito chino que mejoró sus dotaciones tecnológicas y alivia la escasez de transporte.

Paralelamente, el 2025 marcará el inicio de la extensión a más de 60 medios públicos del país de lo que comenzó como un experimento en 16 plataformas para cambiar los modelos de gestión editorial, económica y tecnológica.

Ello implicaría que a partir de este año la inmensa mayoría de los que la Constitución reconoce como medios fundamentales estarán involucrados en la más profunda transformación del sistema de prensa cubano de la Revolución tras su aparición después de 1959. A la vez tendría que hacerse más palpable para la sociedad dado el peso y alcance de las multiplataformas involucradas.

Mirada con ojeriza por determinados segmentos entre las propias fuerzas revolucionarias, malinterpretados sus fines, incluso atacada por momentos, la propuesta busca superar los rezagos del modelo de prensa socialista del siglo XX y proyectar uno atemperado a las condiciones de la construcción del modelo del siglo XXI, en las muy particulares condiciones de Cuba.

Se trata de una entre las muchas búsquedas que se requieren en Cuba después de que Fidel, el líder histórico de la Revolución, reconociera, entre los muchos errores cometidos, el de creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo, para avanzar en ese camino hacia lo ignoto que es su construcción, como lo definió Raúl. Se puede cambiar la prensa sin cambiar el socialismo, pero no es posible cambiar el socialismo si no se hace con la prensa, remarcó en histórico mensaje a los colegas el maestro Julio García Luis, uno de los más profundos estudiosos y críticos de la relación entre la prensa y el sistema político en tiempos de Revolución en Cuba.

Por ello, además de iniciar este 2025 con el 5to. Festival Nacional Virtual de la Prensa, que reconocerá a los medios más innovadores del país y las indagaciones académicas que más contribuyen a cambiar un medio, un grupo de estos o al sistema, está convocado el 4to. Coloquio Internacional Patria, en el que se aspira a la presencia de más de 200 especialistas de unos 60 países. En el año que comienza son inspiración los 20 años de la fundación de Telesur por Fidel y Chávez, y los 40 del nacimiento de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

Como recordamos en el informe al 3er. Pleno del Comité Nacional de la Unión de Periodistas, en 1990, ante profesionales de la prensa del orbe, Fidel exaltó que ya desde ese momento Cuba se hubiera convertido en símbolo de la resistencia. «Cuba es el símbolo de la defensa firme e intransigente de las ideas revolucionarias. Cuba es el símbolo de la defensa de los principios revolucionarios. Cuba es el símbolo de la defensa del socialismo (…) y el pueblo cubano sabrá estar a la altura de su responsabilidad histórica».

Nunca como hoy estuvo tan a prueba la eficacia del sistema de comunicación de la Revolución. Solo una comunicación a la altura de su responsabilidad histórica, que cumpla con su pueblo, definirá en que este cumpla con la suya, como confió Fidel…

Esa debe ser la letra nuestra contra todos los conjuros.

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