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Navidad en Sandringham: las tradiciones más curiosas de la Familia Real británica

Abc.es 
La vida en Sandringham siempre ha girado en torno a los caballos, las cacerías de perdices y de faisanes y las cañas de pescar. En estos días de invierno el Rey Carlos se conmueve ante tantos recuerdos; los de sus antepasados, que amaron 'la casa grande' desde que la Reina Victoria la compró en 1862; y sus propias memorias de la Navidad. Recordará como en Nochebuena «corría a todo galope por estos pasillos» para ver los regalos dispuestos sobre una mesa larga, junto a un árbol repleto de sorpresas. Desde pequeño «sentía un fuerte apego por la tierra de los lugares que más amaba: Balmoral, en Escocia, y Sandringham, en Norfolk», le confesó a su biógrafo Jonathan Dimbleby . Aquí cazaban sus antepasados, como su abuelo Jorge VI , que paseó por esta inmensa finca con sus perros y con una escopeta ligera hasta el mismo día de su muerte. Pero hay que estar alegre porque cuando se hayan retirado los caballos, las escopetas y la escarcha blanca de la mañana, el Rey podrá unirse a la shooting party, con un buen racimo de aristócratas, como en su juventud. Para entrar en calor nos vamos a Jerez de la Frontera donde se cría el sherry que la familia real y sus invitados han bebido a lo largo de los siglos, y en Sandrigham desde finales del XIX. El cream sherry, que por entonces comenzaba a elaborar John Harvey en Bristol, era un vino dulce muy del gusto de la Reina Victoria, la primera reina inglesa que pisó España. Como publicó ABC el 17 de abril de 1927, en una de estas bodegas almorzó la Reina consorte María , esposa de Jorge V , con su hijo Eduardo , que años más tarde abdicó para poder casarse con Wallis Simpson . Estamos rodeados del aroma de grandes barricas de roble impregnadas en vino , que en Jerez se llaman botas, en las que firmaron la hermana de Carlos III, la Princesa Ana , en 1972, y diez años más tarde el entonces Duque de Edimburgo . Delante del escudo de armas de Isabel II , que se encuentra colgado en una de las paredes, pintadas de cal para regular la humedad, nos comentan durante la visita a Fundador que « el Rey Carlos no ha querido renovar el contrato que mantenía su madre con la bodega porque él no bebe vino de Jerez. Hasta el fallecimiento de la Reina Isabel éramos los únicos proveedores oficiales de la Casa Real Británica y todos los años salían de aquí botellas para Buckingham Palace. Hemos querido guardar algunas botellas especiales de Harveys que se enviaban para diferentes ceremonias». El académico de la Real Academia San Dionisio de Jerez, José Luis Jiménez García , es de la misma opinión: «Es cierto que al nuevo Rey no le gusta el jerez como a su madre. Creo que no bebe tanto como ella y su abuela y el sherry no es su bebida preferida. No parece que vaya a renovar la Royal Warrant que le otorgó Isabel II en 1969», que acreditaba a esta bodega como proveedor oficial. No obstante, el jerez forma parte de la historia reciente de la familia, ya que en el banquete con motivo de la boda del Príncipe Guillermo y Kate Middleton , el postre incluía sherry trifle, un bizcocho empapado en jerez. Aunque a Carlos III le gusta el whisky escocés y el Martini, aún está a tiempo de retomar esta tradición familiar. José Luis García Ruiz , que ha sido desde 1997 a 2003 Presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen 'Jerez-Xeres-Sherry', nos comenta para ABC que «el cream que se consumía en la Corte de Inglaterra es un vino dulce y estaba considerado un vino de mujeres; con alta graduación pero que, a diferencia de la ginebra, no estaba mal visto que lo bebieran». Se popularizó tanto que «durante el siglo XX Reino Unido era el principal consumidor de cream de Jerez; nos compraban el 90% de la producción (…) Las madres y las abuelas abrían una botella de sherry en Navidad». Según Jiménez, «en el Palacio se servía en decantadores de cristal tallado a los que se les ponía un colgante de plata con el indicativo Sherry». El profesor del Máster de Enología de la Universidad de Cádiz, Manuel Ceballos Moreno , nos comenta con entusiasmo que « la monarquía estaba enamorada de nuestro vino , lo tomaban durante el aperitivo o en los postres en pequeñas copitas de cristal de bohemia, y en Navidad tomaban el cream como si fuera agua». Según el Instituto de estudios alcohólicos de Londres, en la actualidad casi cuatro de cada cinco británicas consume una media de nueve copas a la semana. El hijo de Camila y crítico gastronómico Tom Parker Bowles ha salido al paso de los rumores: «Aunque mi madre tiene fama de beber ginebra , nunca en su vida ha bebido un vaso de gin y no fuma»; «Apenas bebe» y «nunca la he visto ni siquiera un poco achispada»; como aseguró a 'The Times' en la promoción de su libro 'Cooking and the Crown' el año pasado. Ni él ni su hermana Laura verán lo que beberá su madre durante estas fiestas ya que, a diferencia del año pasado, no visitarán Sandringham por Navidad. Por descontado que Camila tomará red wine, una bebida más sofisticada que la ginebra y que le encanta: «¡Es lo único que bebo, es muy bueno para la salud! ¡Justo lo que me recetó el médico! (…) te lo prometo, es mi bebida favorita»; le comentó el pasado mes de mayo a un veterano de guerra durante una recepción en Windsor Castle. El vino es «una parte importante de nuestras vidas», como dijo su hermana Annabel Elliot . «A diferencia de la mayoría de las familias inglesas, desde muy temprana edad solíamos tomar vino con la comida»; aunque Annabel puntualizaba que « la Reina bebe de manera moderada y el Rey Carlos aún más; él prefiere un Martini antes de cenar». Desde que el monarca se ha convertido en el guardián de las bodegas reales, quien decide qué vino se compra en la Casa no es sólo su Comité de Vinos sino muy posiblemente Camila. A sus 78 años cuenta con mucha experiencia en la materia ya que como ella misma ha declarado «mi padre trabajaba en el negocio del vino y me crie bebiendo vino ». Si tuviera alguna duda podrá preguntarle a WineGB, la asociación nacional de la industria vinícola de Inglaterra y Gales de la que es presidenta. Y volamos con nuestra imaginación a Sandringham por Navidad, donde un año más se encuentran los Windsor. En un abrir y cerrar de ojos será 25 de diciembre sobre las praderas y páramos fríos de Inglaterra. Carlos y lo que ha quedado de su familia han asistido al servicio religioso en la pequeña iglesia medieval, donde es posible que hubiera un coro de chiquillos entonando unos Christmas carols tradicionales. Después de saludar a los vecinos y sonreír a las cámaras han vuelto a la casa principal, donde han tomado el aperitivo, lunch y unos postres. Alguien como la Princesa Ana o el Príncipe de Gales se habrá puesto de pie levantando una copa de cristal transparente y frágil, que un día fue del color del sol de Jerez y dulce como la miel, para iniciar el Loyal Toast; un brindis de lealtad al Rey , que estará contento y esperanzado por la 'bendita' noticia de su mejoría. En un suspiro se acercan volando las tres de la tarde al reloj de Sandringham y se habrá encendido la tele porque hay curiosidad por conocer las palabras que ha escogido el monarca para su tercer mensaje de Navidad; igual de atentos hay cientos de miles de ciudadanos, de todas las razas, culturas y religiones. Después de escuchar sus propias palabras, habrá podido abrir un poco la ventana para sentir el aire fresco. Y ahora que ha recibido el mejor regalo de Navidad, nos gustaría verlo relajado , sentado en su sillón de leer con su cojín en la espalda y un libro de Shakespeare en sus manos. Si pudiera ser, también nos gustaría que fuera la obra Enrique IV y que llegara a la página donde está impreso el monólogo de Falstaff. Así Su Majestad recordará que el sherry aviva «el ingenio», «calienta la sangre» y hace que «este pequeño reino, el hombre» sea capaz de realizar «cualquier hazaña de valor»; y este valor proviene del jerez.

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