Por qué las tecnologías para acabar con los plásticos no alcanzan: “Nada puede con 400 M de toneladas cada año”

Federica Bertocchini, bióloga especialista en degradar plásticos, es una amante de las abejas. Esta apicultora aficionada se llevó una desagradable sorpresa en marzo de 2017. “Fui a preparar mis colmenas para la primavera y me las encontré con una plaga del gusano de la cera (Galleria mellonella)”, relata en este capítulo del pódcast Tampoco es el fin del mundo. “Los fui retirando y los puse en una bolsa de plástico, la dejé en casa y me fui a trabajar”, por aquel entonces, en la Universidad de Cantabria.

A su regreso, se encontró “la bolsa de los gusanos llena de agujeros. Se podría pensar que la habían mordisqueado, pero había algo más. No era algo mecánico, era la saliva lo que estaba degradando el plástico”. Así comenzó una investigación que la ocupa desde entonces. Vio que un centenar de gusanos de la cera son capaces de degradar 92 miligramos de plástico en 12 horas.

Siete años después, no hacen falta las larvas. “Hemos sintetizado cuatro enzimas (aceleradoras de procesos) que hay en la saliva del gusano de la cera y que degradan el polietileno”. Y hasta les ha puesto nombre.

La química para degradar el plástico está ahí pero, ¿cuánto plástico hay en el mundo?

En condiciones normales, las bolsas típicas de la compra tardan decenas de años en degradarse, porque no es fácil que el oxígeno penetre en las entrañas del plástico. La radiación solar puede ayudar pero en el fondo no hace sino convertirla en fragmentos más pequeños y liberar sus aditivos sin control. La saliva del gusano puede acelerar ese proceso en un entorno controlado.

Siete años después, Federica está al frente de una iniciativa llamada PlasticEntropy. Su spin off ha patentado el uso de esas enzimas a partir de su descubrimiento con gusanos. Federica bautizó a sus criaturas como Demetra, Ceres, Cora y Cibeles.  ¿Están listas para saltar al terreno de juego y devorar los plásticos del mundo?

Ser realistas y no caer en el tecnooptimismo: el problema del plástico se soluciona “produciendo menos”

Las propiedades físicas de los polímeros y sus aditivos no se lo ponen fácil a las enzimas (ni a nada más). Esa es la idea intrínseca de los plásticos: que sean duraderos y aptos para preservar cosas y alimentos. Pero hay esperanza en usos muy concretos.

“Las enzimas hay que producirlas de manera barata –dice Bertocchini–, es cierto que hoy podemos optimizar los procesos para hacerlo mediante ingeniería genética y hay tecnologías para hacerlas más estables. A eso va encaminada toda esta investigación”, señala Bertocchini, quien ha establecido su plataforma en Francia. Pero estamos en el comienzo del camino.

Otros bichos pueden hacer algo parecido. Larvas de ciertos escarabajos contienen bacterias que, a su vez, degradan el plástico con sus enzimas. También hay hongos, algas y otras bacterias que pueden ejecutar esta misión, como explicaba en este otro capítulo del pódcast el investigador Manel Porcar (I2SysBio-UV).

Es decir, hay  un mundo de posibilidades que, sin embargo, es por el momento una utopía por al menos una razón: “Cada año estamos produciendo 400 millones de toneladas de plásticos; nada puede con eso”. Recuerda esta cifra Cinta Porte, química que también busca soluciones desde el IDAEA-CSIC e investiga posibles aditivos tóxicos en plásticos y bioplásticos.

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Todas estas soluciones de futuro basadas en enzimas, por ejemplo, son prometedoras para aplicaciones muy concretas, “pero mientras no reduzcamos la producción y consumo de plástico…”. Será imposible degradar todo el plástico convertido en basura desde mediados del siglo XX, porque se fragmenta y acumula, no desaparece sino en décadas o centurias.

Para Porte, a veces pecamos de cierto tecnooptimismo respecto a tecnologías devoradoras de plástico. “Hay tal variedad de materiales (o distintos tipos de plásticos) que es una utopía pensar que habrá una sola manera de descomponerlos”. No obstante, sí es cierto que tecnologías como la de Bertocchini, de escalarse industrialmente, podrían ayudar al reciclaje químico de ciertos polímeros.

El plástico está atragantando la digestión de criaturas terrestres y marinas, envenenando ecosistemas y hay claras sospechas de que sus residuos nos están afectando a los humanos a nivel hormonal o inmunitario. Y no hay receta mágica para acabar con la ingente montaña plástica que acumulamos desde hace 70 años que no pase por reducir nuestra dependencia de él, reconoce también Bertocchini. Pero no es optimista. “De aquí a 2050 la producción de plástico va a ser bárbara”.

Las negociaciones para el Tratado Global de Plásticos encallan a la hora de recortar su producción.

Los promotores del Día de la Tierra piden reducir un 60% la producción de plásticos para 2040. Las últimas reuniones para sacar adelante un tratado internacional al respecto no han sido muy prometedoras. A la próxima ronda negociadora, agendada en noviembre, se va sin un plan para recortar su producción.

“El plástico pesa poco y se están desechando toneladas cada año, hay que imaginar montañas y montañas”. Ella imagina también que con sus enzimas se podría desarrollar una solución acuosa para echar encima de los residuos a degradar. “Por ahora puede sonar poco realista, pero por algún sitio hay que empezar, quién sabe si con un kit doméstico para ciertos desechos”, concluye.

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