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Rajoy pone a prueba tu memoria

Rajoy ha tenido hoy la sangre fría de decir que "España nunca le ha negado el asilo a nadie". Lo ha dicho para darse un gran golpe en el pecho, solidario, dramático, para asegurar que España no dejará a nadie en la estacada ante la crisis refugiados. Lo ha dicho, en realidad, para ganar tiempo, esperar que las olas se lleven el recuerdo de esas imágenes con las que tenemos, porque así debe ser, pesadillas.

No es cierto. Rajoy pone a prueba tu memoria pero el examen es fácil.

Todos recordamos ya que España lleva 12 años practicando las ahora más conocidas "devoluciones en caliente": el inmigrante entra irregularmente en España y la Guardia Civil lo devuelve inmediatamente, sin mediar palabra, al otro lado de la frontera. Durante meses hemos intentado explicar por qué era muy peligroso (además de ilegal) hacer esas expulsiones inmediatas, y ahora vemos las consecuencias.

Todos sabemos ya que esas devoluciones en caliente, la ausencia de vías legales para solicitar asilo, provocan exactamente lo que estamos viendo ahora en Macedonia, Serbia, Hungría, Turquía, Grecia. Si España desobedece las leyes internacionales que hacen posible que una persona pida asilo, esas personas tratarán de encontrar cualquier otra fórmula para pasar. Por cualquier otra ruta. Arriesgándose a lo que sea.

Todos nos acordamos de que Rajoy, que tiene aplomo para decir que España no le ha negado el derecho a asilo a nadie, acaba de aprobar una Ley de Seguridad que legaliza exactamente eso, lo que hasta este año ha sido ilegal: no dejar pasar a alguien en la frontera, devolverle inmediatamente, sin iniciar los trámites a los que obliga la legislación internacional para garantizar que si alguien viene huyendo de una guerra o una persecución personal de cualquier tipo, al menos se tenga en cuenta su solicitud aunque luego se le expulse. 

Esta semana publicábamos en eldiario.es esta gráfico, que merece la pena volver a repetir, para también refrescar la memoria: 

Lo dicen los datos. España dijo "no" en primera instancia al 56% de las solicitudes en 2014. A pesar de ser un país con frontera exterior, y una muy importante, no es de los que más solicitudes de asilo recibe, en parte precisamente porque las devoluciones en caliente se han quitado de en medio a mucha gente sin que nadie pueda pedir ningún formulario.

Y sabemos que tras la presión de la ONU y otras instituciones internacionales, el Gobierno ha colocado oficinas de asilo en los pasos fronterizos de Ceuta y Melilla, pero que la permeabilidad con ciudadanos africanos es nula a pesar de que ACNUR asegura que el 60% de los subsaharianos que llegan a las vallas son potenciales refugiados.

Dirá Rajoy lo que quiera, pero nos acordamos de que Fernández Díaz dijo que los que se acerquen a la valla de Melilla "no tienen derecho a asilo".

La cancioncilla romántica de que España es un país de acogida no va a colar. No cinco días después de que una vicepresidenta diga que "la capacidad de acogida está saturada", no después de aprobar una ley pensada como un muro. No después de que hayan sucedido tantas historias como las de Christelle, perseguida en su país por ser lesbiana, a la que el Gobierno de Rajoy le denegó el asilo hasta que llegó a los medios, hasta que fue un escándalo. 

Rajoy se presenta ante nosotros con uno de los aparatos de Men in Black. Pulsa el botón y te dice que "España nunca le ha negado asilo a nadie". Quiere que pienses que es un hombre razonable, como cuando dijo que los inmigrantes sin papeles deberían poder ir al médico porque era "lo razonable", dos años después de aprobar un decreto que les dejaba sin tratamientos ni recetas ni seguimiento sanitario. Pero Rajoy no es Will Smith, no precisamente; es un presidente que pone a prueba la memoria reciente de todo un país sobre un asunto, el de los refugiados y los flujos de inmigración, el de la gestión de las fronteras y la pobreza, en el que ya no vale con apretar el botón de la apariencia razonable. Sobre este fenómeno, que no es lo que siempre fue sino que se ha convertido en uno de los más importantes para la definición social de nuestra generación, no vamos a olvidar.










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