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"Para Volkswagen, que basaba su imagen en la fiabilidad, este escándalo es un mazazo"

¿Qué efectos va a tener la crisis de las emisiones en Volkswagen? ¿Y, de forma local, en sus inversiones en Navarra? Las respuestas a estas preguntas siguen en el aire. Así lo afirma Juan Carlos Longás (Cáseda, 1962), cuya tesis giró precisamente en torno a la industria del automóvil en Navarra, en la que Volkswagen tiene un papel clave por su plantilla de cerca de 4.400 personas. Este profesor del Departamento de Economía de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), prácticamente recién incorporado a su puesto tras su paso por el Parlamento de Navarra como representante de Aralar-NaBai, da su opinión sobre estas incógnitas pero advierte, el mismo día en que el gobierno alemán ha anunciado que la manipulación del grupo Volkswagen afecta a toda Europa, de que ni siquiera la compañía alemana puede conocer ahora qué va a ocurrir.

¿Cuál es su impresión sobre el alcance del fraude de las emisiones de Volkswagen en Estados Unidos?

Es un escándalo bastante grave por las implicaciones que tiene en Estados Unidos, donde puede tener que hacer frente a indemnizaciones muy graves. De hecho, Volkswagen ya ha anunciado que se ha provisionado de más de 6.500 millones de euros por si acaso. Además, puede haber demandas individuales y eso supondría una penalización muy fuerte en Estados Unidos, donde se ha hablado de que esta cuestión afecta a unos 482.000 vehículos, pero la propia compañía ha confirmado que ha vendido 11 millones de vehículos con ese software trucado [el que permite falsear las emisiones de estos vehículos diésel durante los controles]. ¿Qué significa eso? Que, desde luego, la repercusión que puede haber fuera de Estados Unidos es desconocida. Que Seat ahora reconozca que ha montado ese motor en diferentes modelos entraba dentro de lo previsible: en algún sitio tenían que estar esos 11 millones de vehículos. La cuestión ahora es ver si ese fraude también se daba en otros fabricantes.

¿Qué consecuencias augura a esta polémica?

Más allá de esas indemnizaciones, y de cómo le afectan a la compañía desde el punto de vista contable, está claro que la duda es qué puede pasar con las inversiones que, por ejemplo, la compañía había planteado para la planta de Landaben y la de Martorell en los próximos años. Por prudencia, creo que, salvo las inversiones necesarias, se ralentizará todo hasta ver qué pasa. Y, con la empresa descabezada [el miércoles presentó su dimisión el presidente y consejero delegado, Martin Winterkorn], hasta que no se reponga no se tomarán decisiones.

Sin embargo, la compañía ha asegurado al Gobierno central, según apuntó El Mundo, que mantendrá esa inversión de 4.200 millones hasta 2019 anunciada en España.

Estamos en el ámbito de la comunicación, y lo lógico es dar una sensación de normalidad, por parte de la compañía, del Gobierno central y el foral. Creo que ni en Volkswagen saben qué va a pasar, ni que puedan acercarse a una estimación fiable. Porque este escándalo puede significar que haya que sacar recursos de todos los sitios y, por eso, que a corto plazo se ralenticen las inversiones, al menos aquellas que no se consideren importantes.

En Navarra, en el convenio de 2013, se fijó una inversión de más de 800 millones (se especula ahora con que llegarían a los 900 tras los anuncios de la compañía) para preparar Landaben para el nuevo modelo de Polo, el A07. ¿Cree que eso entra dentro de las inversiones necesarias?

Desconozco al detalle qué parte se destinaría a preparar el nuevo modelo, pero un lanzamiento así requiere inversiones potentes, que son difícilmente aplazables. Porque, al margen de todo lo que pase, Volkswagen va a tener que seguir produciendo y renovando sus modelos.

¿Qué supone la planta de Volkswagen en Landaben para Navarra? ¿Cree en aquello de que un impacto en la planta se traslada a la comunidad?

No toda la industria del automóvil en Navarra es Volkswagen. Que es grande, es indudable, por el empleo directo e indirecto que genera. La planta de Landaben es una de las más productivas [este año produjo su Polo 7 millones] y de las mejores del grupo, y no creo que ninguna empresa esté interesada en estropear o desprenderse de aquello que funciona. El mejor indicador de una empresa es que tenga expectativas, que invierta, porque eso ancla a esa empresa a un lugar.

Ha dicho que ni siquiera en Volkswagen pueden conocer ahora la magnitud del problema, pero esa indefinición puede generar inquietud entre la plantilla.

Es lógico que la plantilla, incluso las empresas proveedoras y las administraciones se pregunten qué va a pasar. Pero de ahí a que haya motivos de alarma es otra cosa. Yo no los veo. Todo depende de la necesidad de esas inversiones y de si están vinculadas a un cambio de modelo de vehículo, que es cuando son más necesarias. Otra cuestión es que se ralenticen.

Ha hablado de las indemnizaciones por el escándalo de las emisiones pero, además, esto afecta a la imagen de la compañía y, por tanto, a sus ventas en general.

Evidentemente, Volkswagen va a tener que invertir mucho en imagen y en comunicación. Para una compañía que se basaba en la fiabilidad y la responsabilidad corporativa, esto es un mazazo. Si la cuestión es si van a notar un descenso significativo en la demanda, seguramente no; pero invertir en comunicación, sí. Además, este caso demuestra que ni siquiera a las empresas más fiables se las puede dejar solas, y eso es algo que, al plantear políticas y regulaciones, hay que tener en cuenta. Porque, al final, nos venden que son automóviles que contaminan poco y, sin embargo, tienen unas emisiones mayores y se falsifican los resultados. Incluso, se les podrían reclamar compensaciones por esas emisiones de CO2. El trasfondo filosófico es bastante grave.










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