Lo que pocos conocen del lugar donde se surfean las olas más grandes del mundo

Abc.es 

Ubicado a unos cien kilómetros al norte de Lisboa se encuentra un pueblo de tradición pesquera y Récords Guinness, un destino que atrae tanto a surferos , como a aquellos que aprecian pasar horas tumbados a la bartola, un lugar al que volver una y otra vez para descubrir sus múltiples caras, un oasis de paz y tranquilidad para reconectar con uno mismo y con la naturaleza en todo su esplendor, así es Nazaré. Uno de sus primeros atractivos es su playa urbana de un kilómetro y medio de longitud y fina arena dorada a la que se asoma su paseo marítimo y donde es posible ver barcas de pescadores, así como una de sus tradiciones más arraigadas, el secado de pescado (pulpo, sardinas y jurel) . Aquí se reúnen las mujeres para cuidar de este proceso ataviadas con el tradicional vestido de siete faldas, las mismas que cada mañana acuden a su mercado municipal, otro de sus imprescindibles, para vender el producto. Toda esta zona en la que se ubican, además, hoteles, restaurantes y tiendas de souvenirs es relativamente moderna, del siglo XVII, por lo que para sumergirse en la cultura, historia y orígenes de Nazaré es necesario acudir a su casco antiguo. Es en el punto más alto de la villa, a 318 metros, donde se descubre sus mayores encantos. En el barrio de Sìtio –al que se puede acceder mediante funicular, andando o en coche–, uno puede disfrutar de las mejores vistas panorámicas, así como admirar la Ermita de la memoria, un pequeño templo que Don Fuas Roupinho mandó construir tras el milagro obrado por la Virgen que le evitó la muerte. Se dice que el hidalgo estaba de cacería persiguiendo entre la niebla a un venado cuando sin apenas darse cuenta acabó frente a un acantilado temiendo por su vida. Lejos de despeñarse, el caballo del noble dejó su pata enganchada en la roca por intervención divina evitando la caída y dejando una huella hoy visible en el mirador de Suberco. La construcción de la ermita fue el origen del pueblo. Muy cerca de esta se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de Nazaré que está dominada por dos campanarios y flanqueada por dos edificios, el del hospital y el antiguo palacio real que alojaba a los altos dignatarios a su paso por la ciudad. En su interior, en el que destacan los bellos azulejos que recubren la nave y las pinturas de la sacristía que narran el milagro, guarda una virgen negra tallada en madera traída desde Mérida en el año 711 por Fray Romano. Ambos santuarios fueron importantes lugares de peregrinaje mariano hasta 1917, año en el que se levantó la Capilla de las apariciones de Fátima . La ruta continua dirección al fuerte de San Miguel Arcángel , levantado en 1577 sobre un espigón rocoso para servir de protección a la playa de los ataques piratas. Antes de llegar hay que detenerse a observar la curiosa figura con cuerpo de hombre y cabeza de venado, una obra de Adàlia Alberto colocada en 2016 que alude a dos puntos importantes de Nazaré: el milagro de la Virgen y las olas que han colocado a este destino en el radar de los surfistas más intrépidos. La fortaleza es el mejor mirador para descubrir las olas gigantes de las que presume cada invierno la salvaje y bella playa del Norte, la cual se separa del arenal urbano por el faro, instalado sobre el fuerte en 1903 para guiar a los barcos de pescadores. Además, en su interior se puede visitar un museo del surf donde se explica el porqué se produce este fenómeno en este punto portugués. El 1 de noviembre de 2011 Nazaré pasó a los primeros puestos en la lista de destinos favoritos para amantes del surf gracias a sus olas. Fue en la playa Norte donde el hawaiano Garret McNamara cogió su tabla y fue directo a una ola de cerca de 24 metros de altura, una hazaña que le llevó a inscribirse en el Libro Guinness de los Récords. Sin embargo, el récord actual lo tiene el alemán Sebastian Steudtner que surcó con su tabla una ola de 26,21 metros en 2020 y que este 2024 se ha superado así mismo con una ola de 28,57 metros de altura, hazaña que está pendiente de recibir la certificación oficial. La altitud de estas olas se debe al Cañón de Nazaré, una fosa submarina de que alcanza una profundidad de hasta 5.000 metros en algunos puntos, una extensión de 225 kilómetros y forma de embudo que se estrecha en la playa del Norte. Un destino tan salvaje y apetecible invita a alojarse en plena naturaleza, por lo que nada mejor que decantarse por Ohai Nazaré, un resort de 8 hectáreas ubicado en la mayor reserva ecológica de pinares de la Península Ibérica. Entre árboles y con vistas al mar se encuentran sus 37 glampings (que pueden acoger hasta seis personas), 96 bungalows con un porche ideal para sentarse a contemplar el entorno y 6 apartamentos, tres opciones distintas que ofrecen todo tipo de comodidades. El complejo está pensado, principalmente, para familias incluidos los miembros de cuatro patas. Se pueden llevar hasta dos mascotas por alojamiento y añadir un kit compuesto por manta, comedero y bebedero. Cuentan, también, con duchas para perros, los cuales pueden pasear con correa por las zonas verdes y estar en la terraza del restaurante. Este complejo presume de unas completas instalaciones que incluyen una piscina con cubierta retráctil, una piscina relax con chorros y una curiosa piscina ecológica hecha con contenedores marítimos en la que conseguir la foto 10 para Instagram. Además, como puntos extras están su parque acuático con toboganes de diferentes alturas, pensado para jóvenes, pero también para adultos –nunca se es demasiado mayor para esto– y splash, un área infantil que se complementa con un Kids club y un parque infantil en el que destaca el castillo Ohai, todo un reto para los peques con pasarelas de cuerdas y toboganes. Por otro lado, disponen de pistas deportivas para practicar tenis o pádel, vóley playa y petanca, así como de mesas de pin pon y un gimnasio equipado con máquinas para todos los niveles. Y como la idea es desconectar y divertirse hay una sala de estar/coworking para que los adultos trabajen o descansen tranquilamente y un área de videojuegos con hasta cuatro Play Stations. Para reponer fuerzas está su B istrohai, un restaurante buffet que ofrece una variedad de platos elaborados con productos de temporada y, en su mayoría, de productores locales. Ninguna estancia en este rincón portugués estará completa sin una de las diferentes actividades que ofrecen siendo la observación de delfines la opción estrella. Además, se puede optar por deportes acuáticos como clases de surf, motos de agua, remo gigante o stand-up paddle, paseos en buggy o tuk tuk, rutas en 4x4, paintball o clases y talleres de cerámica y azulejos, fábrica de setas o camisetas tye die.

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