Así arruinó la tormenta Ciarán el té del desayuno a 20 millones de británicos

Abc.es 

El pasado otoño, exactamente en la mañana del 2 de noviembre, mientras que el resto de los meteorólogos medía la temperatura atmosférica, la velocidad del viento y las precipitaciones durante la tormenta Ciarán , que azotaba con fuerza el sur de Gran Bretaña, Caleb Miller, de la Universidad de Reading, instalaba rápidamente equipos en los laboratorios del Departamento de Meteorología para medir con la máxima precisión el punto de ebullición del agua. Ese día, a la hora del desayuno y a medida que la tormenta avanzaba, cerca de 20 millones de británicos aprendieron una dura lección: las tormentas no sólo traen frío y lluvia, sino que son capaces de arruinar su té. ¿Cómo? Bajando la temperatura de ebullición del agua, que en el sur de Gran Bretaña esa mañana no fue de 100 grados centígrados, sino de 98. Miller, coautor de un estudio publicado ahora en ' Weather ', explica que «la tormenta Ciaran centró la atención internacional por el fuerte viento y la lluvia que azotaron Gran Bretaña. Pero como experimentador, vi la oportunidad de realizar algunas mediciones de las propiedades del agua hirviendo a baja presión atmosférica. Baja presión atmosférica, esa es precisamente la clave. Y resulta que Ciarán hizo gala de unas bajas presiones de récord, suficientes para que el punto de ebullición del agua cayera hasta los 98 grados, dos por debajo de los 100 que se consideran necesarios para obtener una taza de té decente. «Los montañeros -explica Alec Bennet, coautor del estudio- conocen desde hace mucho tiempo el efecto de la presión sobre la temperatura de ebullición, pero Ciarán llevó ese efecto a una región mucho más amplia». Para sus experimentos, los investigadores utilizaron sensores de temperatura precisos y un hervidor eléctrico estándar. Compararon el resultado con puntos de ebullición anteriores observados en diferentes condiciones de presión de aire con el mismo aparato. Y en conjunto, los experimentos mostraron la clara relación entre la presión del aire y la temperatura de ebullición. Para investigar el efecto regional más amplio de la tormenta sobre los puntos de ebullición, los investigadores combinaron datos meteorológicos de muchas fuentes, incluidas lecturas de presión del Observatorio Atmosférico de la Universidad de Reading y datos de estaciones meteorológicas situadas en las carreteras del sur de Inglaterra. Lo cual les ayudó a rastrear cómo se movió la tormenta ese día por la región durante la hora del desayuno. De este modo, los científicos descubrieron que la presión mínima se fue desplazando hacia el noreste durante las primeras horas de la mañana, dejando tras de sí un reguero de desayunos malogrados. En toda el área cubierta por la tormenta el punto de ebullición del agua bajó, y en amplias zonas se situó a unos dos grados por debajo de lo normal. Los expertos en té consideran que la temperatura ideal para prepararlo está, precisamente, entre 98 y 100 grados centígrados. Por debajo de ese rango, el agua no conseguirá extraer todo el sabor de las hojas de té. Según el estudio, el pasado 2 de noviembre alrededor de 20 millones de personas en Londres y el sureste de Inglaterra se vieron potencialmente afectadas por el fenómeno, y tuvieron así que conformarse con un té menos sabroso que el resto de la población. Toda una tragedia para un país en el que el té es algo sagrado y con lo que no se juega.

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