El día en el que la CIA 'secuestró' una nave espacial soviética durante ocho horas en plena Guerra Fría

Abc.es 

En las décadas de los 50 y los 60, EE.UU. y la Unión Soviética estaban en plena Guerra Fría , disputándose el control del mundo en diferentes conflictos por todo el globo terráqueo. La ambición era tal que el conflicto traspasó las fronteras terrestres y el espacio se convirtió en un nuevo campo de batalla. Al ser un terreno inexplorado, el conocimiento y la tecnología eran la base de las conquistas, por lo que toda una red de espionaje de uno y otro bando se afanaba por hacerse con la información del enemigo. Y quizá uno de los episodios más cinematográficos de esta lucha fue el protagonizado por la CIA, que consiguió 'secuestrar' una sonda soviética durante toda una noche sin que desde la URSS se dieran cuenta. Al principio, los soviéticos tomaron ventaja: el 4 de octubre de 1957 se lanzaba el Sputnik , el primer satélite artificial humano; apenas un mes después, dentro del Sputnik 2, enviarían a Laika, la primera astronauta canina en el espacio. La cosa iba tan bien que pronto empezaron a pensar en enviar personas (cosa que lograrían por primera vez en 1961, con Yuri Gagarin a bordo de la Vostok 1). Sin embargo, sus ambiciones iban más lejos. Tan lejos como a nuestro satélite. Así, idearon el Programa Luna -apodado 'Lunik' por los servicios secretos occidentales-, cuyo objetivo era conquistar el nuevo mundo sobre sus cabezas. Antes de terminar la década de los 50, concretamente en septiembre de 1959, los soviéticos consiguieron un nuevo hito al impactar la sonda Luna 2 contra nuestra vecina (Luna 1, lanzada en enero de ese año, no consiguió ese objetivo y se quedó orbitando entre la Tierra y Marte). Tan solo un mes después, la nave Luna 3 dio un nuevo paso al conseguir la primera imagen de la cara oculta. Los éxitos fueron tales que desde la URSS se organizó una exposición internacional itinerante para 'sacar pecho' de su tecnología: se exhibía desde maquinaria industrial, a modelos de centrales eléctricas y equipos nucleares, pasando, por supuesto, por sus equipos espaciales. Y aquí es donde empieza una historia de película. En teoría, lo que se mostraba en la muestra eran réplicas de las naves. «Supuestamente era una maqueta hecha especialmente para la exhibición -se puede leer en el informe que del suceso que fue revelado décadas después-; los soviéticos no serían tan tontos como para exponer un artículo de producción real de un equipo tan avanzado a los ojos curiosos de la inteligencia imperialista». Sin embargo, algunos analistas de la CIA «sospechaban que podían (haber mandado la nave original) y se montó un operativo para averiguarlo», dicen los documentos sobre el caso desclasificados por la CIA en 1995 titulado: « El secuestro de Lunik «. Sin revelar ni la fecha ni la ciudad o el país donde ocurrió, el informe relata que agentes de la inteligencia norteamericana tuvieron «acceso ilimitado» a la supuesta maqueta durante 24 horas. «Descubrieron que efectivamente era un artículo de producción del cual se habían retirado el motor y la mayoría de los componentes eléctricos y electrónicos. Lo examinaron minuciosamente desde el punto de vista de su probable rendimiento, tomando medidas, determinando sus características estructurales y formato de cableado, estimando el tamaño del motor, y así sucesivamente», explica el informe. Es decir, era una nave real y operativa a la que le habían quitado el motor y los sistemas electrónicos. Después de confirmar sus sospechas, era momento de examinar aún más de cerca la sonda. Los agentes buscarían en algún traslado entre ciudad y ciudad para interceptar la carga y secuestrar la nave. Después de asegurarse un envío en el que Lunik viajara en el último camión de transporte que le llevaría al tren hasta la siguiente localidad, los agentes se vistieron como «locales», deteniendo el camión en el último desvío antes de llegar a la estación. «El conductor original fue escoltado a una habitación de hotel, donde permaneció por la noche», dicen los documentos oficiales sin especificar si el camionero fue coaccionado o también formaba parte del plan y continúa: «El camión fue rápidamente conducido a un depósito de chatarra que había sido alquilado para la ocasión». Durante 30 minutos, esperando en silencio, consiguieron confirmar que «no había ningún indicio de que los soviéticos sospechaban que algo andaba mal». Fue entonces que, sobre las 7:30 pm, llegaron los cuatro agentes encargados de examinar a fondo la sonda. Sabían que la carga estaba encerrada en una caja que, de no querer dejar rastro de su apertura, solo podían abrir por el techo. Una vez abierta esta tapa, empezaron los contratiempos: la sonda ocupaba todo el espacio, por lo que dificultaba su acceso. bajaron con cuerdas y se dividieron el trabajo por zonas: dos atentes en la parte donde debía estar el motor y otros dos donde faltaba el equipamiento electrónico. Incluso rompieron un sello soviético que los agentes replicaron aquella misma noche en las oficinas de la agencia de inteligencia. Hubo algún sobresalto más: las luces se encendieron en mitad de la noche, alumbrando la escena. Aunque al principio se pudo mascar el pánico, el asunto se relajó cuando comprendieron que eran las luces programadas de la calle. Pero sin duda, la peor parte fue la de, después de desarmar las piezas, tomar notas y fotos, ponerlo todo de nuevo en su sitio. «El primer trabajo, asegurar de nuevo la esfera en su cesta, resultó ser la parte más delicada y que consumió más tiempo de todo el trabajo nocturno (...) Pasamos casi una hora en esto (...) Después de varios intentos infructuosos y muchos momentos de ansiedad, finalmente se hizo la conexión, y todos suspiramos de alivio», indica el informe. A las 4 de la madrugada recogieron todo y volvieron a llamar al conductor original, que llevó el camión a la estación de tren. A las 7 de la mañana, el guardia soviético dio el visto bueno para que la caja subiera al tren de camino a su nuevo destino. «Hasta el día de la fecha no ha habido ningún indicio de que los soviéticos jamás descubrieran que Lunik fue tomada prestada por una noche», indica el informe, fechado el 18 de septiembre de 1995. El documento también señala que la información reveló importantes datos sobre la nave, si bien destaca que «quizás lo más importante» de los resultados «fue la experiencia y el ejemplo de una fina cooperación» entre los agentes de la CIA y sus cooperantes en el terreno.

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