La Palma quiere volver a caminar: vidas, dolor y planes tras la pesadilla del volcán
Hace poco más de mil días quemaba esta tierra y lloraban los palmeros. En Llanos del Jable, un punto de la ladera oeste del Tajogaite , el 'volcán nuevo', empieza una ruta de senderismo de cinco kilómetros (ida y vuelta) que conduce a un mirador situado a trescientos metros de una de las bocas que aquellos días (a partir del 19 de septiembre de 2021) expulsaba lava y gases, y devoraba casas y sueños. « El volcán fue una mierda , me provoca tristeza, porque sé el daño que ha hecho a la gente», afirma Jonás Pérez, de 47 años, copropietario de la agencia Isla Bonita Tours. «Pero luego pienso que hay que volver a vivir, y es un diamante por pulir que tiene que pagar todo lo que nos quitó. Aún estamos empezando». Jonás dejó los estudios pronto, vivió dos años y medio en Londres, aprendió inglés y, al cabo, volvió a casa, donde empezó a mirar con otros ojos su isla bonita, que antes se le quedaba pequeña. Un día le contrataron para guiar a un grupo de un crucero, y el turismo le pareció un trabajo interesante y divertido. En 2018 fundó la agencia en la que ahora tiene guaguas propias, diez guías y tres personas en la oficina . En algún momento llegaron a ser dieciséis guías, pero para él, como para muchos palmeros, aún no ha vuelto la normalidad. El Tajogaite es una buena razón para redescubrir La Palma . En la boca que se ve desde el mirador aún hay azufre y sale algo de humo. El sendero que lleva allí está rodeado por un enorme manto de ceniza que se mezcla con la colada del volcán San Juan (1949), las erupciones del siglo XX y del XXI juntas y revueltas. Hay pinos quemados y otros muchos que han resistido, y hay higueras que lucen verdes sobre la tierra negra. Es un paisaje dramáticamente hermoso , que provoca una mezcla de sentimientos, el dolor, visible en casas sepultadas o en negocios cerrados, y el horizonte salvaje que hipnotiza. Desde el final de este sendero se podría continuar teóricamente hasta el centro de interpretación de las cavidades volcánicas Caños de Fuego . Los guías de La Palma esperan que en algún momento se complete así esta ruta. El centro se abrió a los turistas en 2019 y tiene, además de paneles de información, dos tubos volcánicos del San Juan que permiten al visitante meterse en las tripas de la erupción de 1949. El más grande es la Cueva de Las Palomas , a la que se llega por una larga pasarela que es también un mirador hacia el pueblo desaparecido de Todoque, hacia la carretera de Tazacorte a Las Norias -abierta con palas excavadoras en la lava fría y dura-, y hacia la enorme colada de cinco kilómetros de ancho que arrasó con todo. A Las Palomas se entra con un guía de alguna agencia local (también necesario para hacer la ruta hacia el Tajogaite), pero tiene como recompensa un viaje de casi 300 m por el interior de este túnel formado en la colada volcánica. La Cueva del Vidrio es más pequeña y no requiere de permiso previo. «Para entrar a los tubos de lava del volcán nuevo faltan años, aún tienen mucha temperatura», dice Félix Hernández, de 39 años, guía del centro. El turismo en La Palma siempre ha estado relacionado con el senderismo y con la observación de estrellas en uno de los mejores cielos nocturnos del mundo. El Tajogaite podría ser una tercera pata. Pero los responsables del turismo local se quejan de problemas para llegar (pocas conexiones aéreas), de imagen («en Alemania aún creen que ésta no es una isla segura», dice Fabian Stiefenhofer, que abrió el hotel Banana Garden en el centro de Santa Cruz de La Palma hace dos años) y de alojamientos (se perdieron 5.000 camas de un total de 20.000). Stiefenhofer, alemán, venía a La Palma de vacaciones desde los once años. Sus padres ya viven jubilados en la isla. Estudió Turismo y Hostelería en Ámsterdam. Y ahora, a los treinta, enseña su pequeño hotel (nueve habitaciones y precios partir de 70 euros), confiado en la recuperación total. «He visto en la televisión manifestaciones contra el exceso de turismo, pero nosotros queremos más, aunque este no será nunca un lugar de turismo de masas , aquí la gente no viene a la playa, sino a caminar, a disfrutar del cielo y la naturaleza», explica. En La Palma hay mil kilómetros de rutas señalizadas, algunas tan conocidas como la del Parque Nacional de la Caldera del Taburiente , que tiene dieciséis kilómetros desde el comienzo, en la zona alta (allí hay que llegar en taxi o con guía), hasta el Barranco de las Angustias y el aparcamiento. La Caldera tiene un circo de cumbres de ocho kilómetros de diámetro, y un mirador (el de la Cumbrecita) que, a veces, a primera hora de la mañana, solo deja ver un mar de nubes. Los bosques de laurisilva son otro destino imprescindible para hacer piernas. La ruta más popular (y no la más fácil) es la de los Tilos , de 12,5 km, que lleva cerrada varios meses por un desprendimiento de tierra. Una buena alternativa es la de La Galga , que tiene una versión más larga (11 km, cuatro horas) y otra corta, de 5 km, desde el Punto de Información Ambiental Cubo de La Galga, con algún tramo empinado, pero asequible, reconfortante. Es un bosque siempre verde y húmedo donde crecen laureles y otros árboles. Hay castaño, el único con hoja caduca, y viñátigo, que alfombra el suelo de hojas rojas. Hay brezo y faya. En el tramo corto, entre senderos estrechos desde donde no se ve el cielo, apenas nos cruzamos con una decena de personas, un oasis de silencio. El tercer destino esencial es el Roque de los Muchachos , que puede visitarse de día o de noche, al final de una carretera sinuosa de unos 38 km. Para entrar dentro del edificio de los telescopios, algunos de los más sofisticados del mundo, hace falta reserva y un guía que haya hecho un curso específico. Hay también un centro de interpretación. Y hay, sobre todo, unas vistas asombrosas. De allí arriba salen varias rutas, las más populares son la que va al Pico de la Cruz (5 km) y la que continúa al Pico de la Nieve (14 km en total). Henry Barcelini , brasileño, de 38 años, sube varias veces a la semana a alguno de los dieciséis miradores astronómicos de la isla. Normalmente se queda a 1.300-1.500 metros de altura, aunque los días nublados llega cerca del Roque de los Muchachos, a más de 2.000 m. Los últimos rayos de sol lamen el mar de nubes , que se queda a menor altura, y el conjunto es de una belleza que parece imposible. Luego, Barcelini monta el telescopio y habla sobre el cielo y las estrellas. Uno de los turistas teclearía más tarde en WhatsApp: «Esta noche he visto una galaxia que tiene 120.000 años luz de diámetro y está a treinta millones de años luz de distancia. Se llama la Galaxia del Sombrero». Las nubes no son una anécdota en La Palma. Los vientos alisios son clave en su historia. Soplan del noreste y forman nubes a una altura de entre 800 y 1.300 m, que chocan con lo que los palmeros llaman 'la cumbre', la cordillera (a más de 1.500 m ) que separa la isla en dos. Las nubes que se encuentran con la montaña suben, y en ese proceso de subida y condensación aparece la 'lluvia horizontal'. Eso hace que el oeste de La Palma sea más soleado y caluroso. Vista desde el oeste, la cascada de nubes (literalmente) que logra superar la cumbre y al poco desaparece es un espectáculo. Para ir de una zona a otra de La Palma hay que cruzar el llamado 'túnel del tiempo'. Al otro lado, el cielo está despejado. Es la zona del valle de Aridane, de Los Llanos, del Tajogaite, de Tazacorte y de la playa de los Guirres , donde estaba el kiosco-restaurante de Juan Carlos Déniz y su mujer, Grecia Romina Motta, que llora mientras cuenta cómo la lava se tragó su negocio y cómo sus gestiones para conseguir alguna ayuda de las administraciones han sido inútiles, afirma. Ahora quiere volver a empezar en 'Los Lavaderos', restaurante abierto en octubre de 2023 en Tazacorte, donde espera un tiempo mejor que todavía ve muy lejos. En Puerto Naos , el barrio turístico que fue desalojado hace casi tres años, todavía no se puede entrar en los garajes. Hay medidores de dióxido de carbono por todos lados. Jonás Pérez aún no ha vuelto a su casa (vive de alquiler en Los Cancajos ), pero sus suegros sí. Los comercios siguen cerrados. Apenas una docena de personas disfrutaban de la playa (de arena negra, como todas las de la isla) al final de junio. Al fondo está el hotel Sol La Palma, que vuelve a abrir este mes, a pesar de las dificultades, como una apuesta por el futuro. Jonás, mientras abre las ventanas de su casa, también incluye esperanza en su vocabulario.