La realeza que escribió la historia olímpica

Abc.es 

París ya ha dado comienzo a los Juegos Olímpicos 2024 con una espectacular ceremonia inaugural a lo largo y ancho del Río Sena. El estío olímpico vuelve a llenar una ciudad del mundo de deportistas que prometen darlo todo para regresar a casa con alguna medalla. La nueva cita regresa también con la presencia de conocidos abanderados y representantes que atraen la atención del foco mediático, pues entre los ' royals ' y las Olimpiadas existe un estrecho vínculo. El Rey Felipe VI y Letizia , junto a la Princesa Leonor y la I nfanta Sofía mostraran su apoyo a los deportistas españoles desde París. Como refleja su agenda, Carlos XVI Gustavo y Silvia de Suecia también asistirán a la cita deportiva, al igual que lo harán el Rey Guillermo Alejandro y la Reina Máxima junto a sus dos hijas mayores. Príncipes, Princesas, Reyes y Reinas de todo el mundo no solo se han dejado ver en otras ocasiones por las gradas olímpicas debido a su papel institucional, también han participado directamente en el relato de los Juegos Olímpicos con antorcha en mano, hazañas deportivas propias en vela o hípica e historias de amor fraguadas a lo largo de la historia de la competición. El primer hito histórico del olimpismo de los 'royals' sucedió en Ámsterdam 1928. Tenía solo 25 años cuando el Rey Olaf de Noruega , que ya había demostrado sus dotes atléticas en otras competiciones de nieve, mandó construir un velero para el equipo noruego y, tras surcar las aguas del Atlántico, logró llegar a tiempo de la cita olímpica para salir con una medalla de oro colgada del cuello después de una memorable hazaña. Casi con la misma edad, pero más de 30 años después, el Rey Constantino de Grecia ganaba el segundo oro real en la misma disciplina en Roma. La leyenda helena fue tal que la medalla le acompañó junto a sus otras condecoraciones en su funeral. Las Princesas también tuvieron ocasión de romper barreras y demostrar sus aptitudes para conquistar las Olimpiadas, aunque la mala fortuna de lesionarse truncara su futuro deportivo. La Reina Isabel II transmitió tanta pasión por los caballos a su hija Ana, que la afición de ella llegó más allá de Windsor transformándola en una experta amazona y en la primera miembro de la Familia Real británica en competir en unos Juegos Olímpicos. La Princesa Ana montó al corcel Goodwill en Montreal 1976 con su familia animando desde la grada, pero aunque pudo terminar la prueba, una caída le produjo una conmoción cerebral con la que no recordó lo que hizo. Su hija Zara Tindall continuó el recorrido olímpico de su madre en Londres 2012 consiguiendo la medalla de plata en la categoría por equipos. Charlene Wittstock , antes de convertirse en Princesa de Mónaco , disfrutó desde muy pequeña del agua y la natación se convirtió en su deporte favorito y en parte importante de su vida. Ya demostró en anteriores competiciones que nadar era lo suyo y que se clasificara en quinta posición en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 era cuestión de tiempo. Ocho años después, su ímpetu deportivo le animó a seguir obteniendo logros deportivos en las Olimpiadas pero una lesión en el hombro acabó acortando su carrera. El Príncipe Alberto , con quien anunció su noviazgo públicamente en unos Juegos Olímpicos de Invierno también ha estado muy ligado a la competición, participando en cinco ediciones de la estación en descenso en trineo. El terreno deportivo no ha sido el único campo donde los miembros de la realeza han cosechado medallas y logros. La llama olímpica, uno de los símbolos de los Juegos Olímpicos, también se enciende fuera del pebetero en cada edición con las flechas de Cupido, cuyo blanco en más de una ocasión ha sido el corazón de los Príncipes y monarcas. En Múnich 1972, una joven Silvia Renate trabajaba como una de las principales azafatas e intérpretes, gracias a su gran habilidad para hablar diferentes idiomas con fluidez, del Comité Olímpico de los Juegos en el país. La labor específica de la alemana durante la cita se basó en su planificación operativa, sin saber que con ese mismo puesto terminaría conociendo a quien actualmente es su marido. El aquel entonces Príncipe heredero al trono sueco acudió al evento para animar a sus compatriotas y se quedó prendado de su exótica belleza. En contra de la opinión de su familia, Carlos XVI Gustavo y Silvia de Suecia iniciaron su romance con el marco deportivo. Los Juegos Olímpicos también han sido celestinos del amor de otras casas reales. Iñaki Urdangarin debutó en los Juegos de Barcelona 1992, mismo año en el que el Príncipe Felipe portó la bandera del equipo de España, con la selección española de balonmano, pero no fue hasta la siguiente edición cuando su destino cambió para siempre. Tras los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, Urdangarin y sus socios del restaurante que poseía organizaron una fiesta para celebrar la medalla obtenida ese verano e invitaron a sus amigos, entre los que se encontraba la Infanta Cristina . Ella ya había saludado al jugador en la presentación de la competición, pero fue esa noche de música y alegría cuando el portero de la selección terminó de presentarles e intercambiaron las primeras miradas. Después de la velada, Cristina preguntó por el teléfono de aquel rubio y le llamó, el resto ya es historia. En el inicio del siglo XXI, otra reunión en un bar concibió de nuevo una relación 'royal'. Sídney acogía los Juegos Olímpicos y recibía la llegada de deportistas y representantes de todo el mundo, entre ellos, el Príncipe danés. Junto a su hermano, Nicolás de Grecia y el Príncipe de Asturias, acudió a una cena exclusiva organizada en los días de los Juegos. Una joven Mary Donaldson también había sido invitada y se sentó a compartir la velada con ellos sin conocer realmente que tenían sangre azul. La conversación trató sobre deporte pero no impidió que entre Federico de Dinamarca y Mary ocurriese un flechazo olímpico que siguió con llamadas secretas y viajes de incógnito.

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