Las olas son taurinas en Nazaré, un tesoro oculto de la tauromaquia

Abc.es 

Ubicada en la preciosa Costa de Prata, conocida antaño por su barrio pesquero, y hoy mundialmente célebre gracias a esas olas de más de treinta metros por las que se pelean los surfistas, la Villa de Nazaré tiene sin embargo muchos más encantos, tesoros ocultos que opaca en parte la moda reciente del deporte náutico. Y entre la variada oferta de ocio que ofrece este privilegiado enclave, abierto al Atlántico desde el centro-oeste de Portugal, están los toros. Las 'touradas', como se denominan aquí. Una Temporada de Verano, en horario nocturno y en un recinto singular, que se desmarca arquitectónicamente de cualquier otro coso taurino del mundo, hace que el hecho de ver toros en Nazaré sea un acontecimiento especial y que el propio edificio, como sucede en Ronda, Aranjuez o la Maestranza de Sevilla , robe el protagonismo a toros y cavaleiros. Su exterior es austero, pero cuando accedes al graderío te atrapa su estilo neoárabe, que coronan los arcos trilobulados de sus gradas. La construcción, muy vertical, provoca que el público esté muy encima del espectáculo, casi formando parte del mismo. Algo parecido a lo que sucedía, salvando las distancias, en el antiguo campo de fútbol de Atocha, en San Sebastián. Aquí, el hecho de que los actuantes sientan el aliento de los espectadores, no es una forma de hablar. La luna se ha llevado al sol a punta de capote, y lugareños y foráneos abandonan el paseo marítimo y el barrio pesquero, donde se encuentran los principales restaurantes y se ubica la zona ocio de la ciudad, y acceden poco a poco a lo alto del centro histórico para ir a los toros. Muchos de ellos lo hacen, o lo hacemos, a través del Ascensor, un funicular con más de un siglo de vida, que conecta ambas zonas de Nazaré en poco más de un minuto. Conforme te aproximas a los aledaños del coso tomas conciencia del ambiente que se genera en torno al festejo, el primero de esta temporada. Las calles adyacentes son un reguero de gente y en las 'bilheteiras' (taquillas) se puede leer el rótulo de 'praça esgotada', o lo que es lo mismo, el anhelado cartel de 'no hay billetes'. Rui Bento Vazques, empresario del coso, asegura que las peticiones para los festejos venideros son similares. Este antiguo matador ha puesto de moda los sábados taurinos nazarenos, como en su día hizo con los jueves lisboetas de Campo Pequeno, coso capitalino cuya programación ahora se reduce apenas a cuatro espectáculos. La potente iluminación concentra todas las miradas en el ruedo, que toma forma de gran escenario donde se lleva a cabo la función. El Atlántico atrae las nubes al recinto y una neblina se posa sobre las bancadas y hace el ambiente aún más bucólico si cabe. En medio de un persistente pero agradable 'txirimiri', Marcos Bastinhas, con su estilo desenfadado e irreverente, es el triunfador de la noche y evoca los éxitos de su padre, el maestro Joaquim, en esta misma plaza. Pero quizá la lidia más pura y auténtica corra a cargo de otro cavaleiro de dinastía: João Ribeiro Telles. Rouxinol júnior, por su parte, no se queda atrás y en el animal que cierra plaza demuestra por qué es la más firme promesa del actual escalafón lusitano. Los forcados, iconos de la tauromaquia portuguesa, sufren las iras de los cuajados y bien comidos ejemplares de Varela Crujo. Rubén Mendes, del Grupo de Amadores de Azambuja, es paseado en hombros después de llevar a cabo la pega de la noche. Casi a la una de la madrugada los espectadores abandonan el recinto exultantes, con la intención de prolongar la fiesta con las múltiples posibilidades nocturnas que ofrece la ciudad. En las rotondas y escaparates ya se anuncia el próximo evento para el sábado 3 de agosto, en el que tomará protagonismo el toreo a pie, que, en contra de la opinión de algunos, también tiene aceptación aquí. Borja Jiménez , torero revelación de la temporada, y Tomás Bastos, el joven en el que la afición nacional tiene depositadas todas sus esperanzas, son los principales reclamos. El verano sigue su curso, la ciudad acoge en sus calles empedradas a multitud de transeúntes, muchos de los cuales volverán a llenar de ilusión y optimismo el coso de este paraje cuasi paradisíaco, uno de los puntos turísticos más reconocidos del país vecino, que ya no es famoso sólo por sus olas, las más grandes del mundo según los expertos. Porque las olas cada vez son más taurinas aquí en Nazaré.

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