María Xiao y Álvaro Robles pierden, pero ponen en pie a un pabellón entero

Abc.es 

«¡España, España, España…!» El grito es atronador. En la grada solo se ven banderas chinas, francesas o coreanas, pero el reconocimiento unánime de todos esos aficionados que llenan el pabellón 4 del South Paris Arena se dirige a María Xiao y Álvaro Robles , perdedores en los cuartos de final del torneo de dobles mixtos de tenis de mesa. La pareja española se ha quedado a un pasito de las semifinales, de luchar por una medalla que hubiese sido histórica. Les frena el dobles de Hong Kong, como antes hicieron las dos Coreas con Suecia y Rumanía, los otros representantes europeos en esta ronda. El poder asiático en este deporte se mantiene firme pese a la globalización. «Se me ponen los pelos de punta», asegura emocionada María al recordar su salida del partido entre aplausos y vítores. «En los torneos que juego casi no hay gente y esto ha sido una experiencia inolvidable». El mérito es solo suyo al llevar al límite a los hongkoneses, cuartos del mundo y favoritos, que se ven sorprendidos por el arranque explosivo de los españoles. «¡Vamos!», se escucha gritar a Álvaro en ese primer juego que acaban llevándose por 9-11. Y ese 'vamos' seguirá sonando cada vez más entre los aficionados, que pese a no saber español entienden perfectamente lo que significa. En la mesa de al lado, las parejas de China y China Taipei se juegan la otra plaza que falta para las semifinales. Es la que congrega el interés de un público procedente de forma mayoritaria del gigante asiático, pero en los descansos de ese duelo el interés se gira hacia María y Álvaro, que aprietan en la segunda manga intentando aumentar la sorpresa, pero que acaban cediendo por el mismo resultado que en el primero, pero a la inversa: 11-9 para Hong Kong. María y Álvaro son, en cierta manera, la extraña pareja de estos Juegos. Ella, catalana de Calella de origen chino y criada en Portugal, país para el que compitió hasta alcanzar la mayoría de edad. Él, onubense que ha pasado los últimos doce años de su vida en Alemania, jugando la Bundesliga de tenis de mesa. Decidieron juntarse para este ciclo olímpico ante la dificultad de abrirse hueco en sus respectivos cuadros individuales, y la experiencia no ha podido resultar más satisfactoria. Decae el ánimo de los españoles en el tercer set, que se llevan fácil los hongkoneses por 11-4. Pero enseguida recuperan el tono. María es más comedida en sus reacciones. Álvaro, mucho más impulsivo. No paran de hablar entre ellos. «Nos animamos, hablamos de táctica, de cambios que hay que hacer. Y nos damos confianza cuando uno cae un poco, intentamos que vaya con decisión al siguiente punto. Es una parte muy importante del dobles», define esas charlas el onubense. El trabajo mental surte efecto en un cuarto juego de infarto en el que Xiao y Robles logran remontar un punto de set en contra para volver a meterlos en el partido. Pero de nuevo hay un bajón en el quinto, decidido pronto para los asiáticos al colocarse con 5-0 a favor. Ese punto es especialmente doloroso, pues llega después de un rally larguísimo de 21 golpes en el que los españoles, dos metros por detrás de la mesa, defienden como pueden los continuos mates de sus rivales. Es 11-2 para Hong Kong. De nuevo por detrás, María y Álvaro vuelven a sentir el cariño del pabellón. Un «¡viva España!» con marcado acento francés se escucha desde lo más alto. España aprieta, pero los hongkoneses también. El set acaba siendo suyo por 11-8 y, con él, el pase a semifinales. «Los pequeños detalles han marcado la diferencia», analiza Álvaro. «Habíamos empezado muy bien el último set, pero no hemos manejado bien los cambios que ellos han generado. Nos han remontado y se nos ha escapado la oportunidad de ir al juego de desempate. Es el mal sabor de boca que se queda». Recogidos los bártulos, emprenden el camino hacia la salida del pabellón con el pabellón puesto en pie aplaudiendo. Fuera espera Pau Gasol, espectador de lujo del partido y un nuevo reconocimiento por parte de la prensa internacional, que se interesa por ellos. «El objetivo más ambicioso era la medalla, pero claro…», dice María con tristeza. «Lo realista era llegar a estos cuartos. Hemos remado y no se ha podido dar. Es una pena, pero nos vamos muy ilusionados».

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