El remolino

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Los de mi generación nunca agradeceremos lo suficiente haber crecido sin las pantallitas de sutil chisporroteo que te abducen hacia el vacío cósmico y el muermo sideral. El Júcar no era tan caudaloso como el Misisipi pero cumplía su papel de refrigerarnos con sus aguas durante los interminables veranos allá en el pueblo. Nos sentíamos como Tom Sawyer y Huck Finn cuando aquellas expediciones clandestinas mientras nuestros padres practicaban el arte de la siesta . Bajo un calor infernal, agarrábamos nuestras bicis, recorríamos 5 o 6 quilómetros, nos instalábamos en un recodo cariñoso gracias a la sombra de unos imponentes chopos y nos lanzábamos al agua. No sé qué resultaba más emocionante, si mentir a los padres, pues jamás habrían... Ver Más

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