Un plan extremo: salvar la biodiversidad del planeta... en la Luna
No pasa un solo día sin que leamos, veamos o escuchemos alguna noticia relacionada con la extinción de especies. De muchas especies. De hecho, según los expertos sufrimos unas tasas de extinción que superan, con creces, a las que se alcanzaron durante las cinco mayores catástrofes en la historia de la Tierra. La última de ellas hace 66 millones de años, tras la caída de un meteorito de 10 kilómetros de ancho que barrió del planeta a los dinosaurios y, con ellos, a más del 80% de la vida que existía en aquel momento. Con la diferencia de que entonces las especies desaparecieron a lo largo de cientos de miles, incluso millones de años, y ahora lo están haciendo en pocas décadas en apenas dos o tres generaciones. Ante este sombrío panorama, un equipo internacional de investigadores acaba de proponer una original solución para proteger a la biodiversidad de la Tierra: un 'bio repositorio', un 'banco' con el material biológico necesario para conservar y volver a recuperar a las especies desaparecidas. La diferencia con otras iniciativas similares es que este nuevo repositorio no estaría en nuestro planeta, sino en la Luna. La idea, que se detalla en un artículo recién publicado en ' BioScience ' tiene, de hecho, el objetivo principal de crear una instalación de almacenamiento pasiva y duradera para muestras criopreservadas de las especies animales en mayor riesgo de desaparición en la Tierra. Ya en 2008, y ante la pérdida de diversidad de las semillas de cuyo cultivo depende la alimentación de los humanos del planeta, se inauguró en el archipiélago Svalbard, en Noruega, un 'banco mundial de semillas' subterráneo en el que cualquier país puede depositar, y mantener seguras, las variedades de semillas que necesita, y retirarlas después en caso de necesidad. Entonces se eligió el mar Glacial Ártico por sus bajas temperaturas, pero ahora, y para hacer lo mismo con los animales, los investigadores han propuesto ir varios pasos más allá. No sería extraño, además, que si llega a construirse, el bio repositorio lunar tuviera un aspecto similar al banco de Svalbard, cuya entrada aparece en la fotografía. Bajo la dirección de Mary Hagedorn, del zoológico y Centro Nacional de Biología de la Conservación del instituto Smithsonian, el equipo pretende, con esta iniciativa, sacar partido de una importante ventaja de nuestro satélite: sus bajísimas temperaturas. Ahí arriba, en efecto, el frío se mantiene de forma natural, especialmente en las regiones siempre en sombra cerca de los polos, donde los rayos del Sol nunca llegan y las temperaturas nunca suben por encima de los -196 grados centígrados. Unas condiciones que resultan ideales para el almacenamiento a largo plazo de muestras biológicas sin necesidad de intervención humana ni de un continuo suministro de energía, dos factores que podrían amenazar la durabilidad de los depósitos terrestres. Otra ventaja clave de una instalación lunar sería la protección contra terremotos, erupciones, inundaciones y otros desastres naturales propios de la Tierra, además de los provocados por el hombre, como el cambio climático o las guerras. El primer paso para el desarrollo de un depósito lunar sería la criopreservación de muestras de piel de animales que contengan fibroblastos, células del tejido conectivo que juegan un importante papel, por ejemplo, en la curación de heridas. Los autores ya han empezado a desarrollar los protocolos que serán necesarios utilizando células de un pequeño pez tropical (Asterropteryx semipunctata), al que seguirán pronto otras especies. En su artículo, los investigadores escriben que también planean «aprovechar el muestreo a escala continental que está actualmente en marcha en la Red de Observatorio Ecológico Nacional 190 (NEON) de la Fundación Nacional de Ciencias de EE.UU» como fuente para el futuro desarrollo de fibroblastos. Además de la recolección de muestras, el proyecto plantea otros importantes desafíos, entre ellos el desarrollo de embalajes lo suficientemente robustos para el transporte espacial, la mitigación de los letales efectos de la radiación (solar y espacial) sobre las muestras, el desarrollo del marco legal internacional para el repositorio y los protocolos que garanticen, durante largas décadas, una amplia colaboración entre naciones, agencias y otras instituciones interesadas en el proyecto. Para conseguirlo, los investigadores sugieren que lo primero sería ampliar los acuerdos con las distintas agencias espaciales y empezar a hacer pruebas, tanto en la Tierra como en la Estación Espacial Internacional. A pesar de los numerosos desafíos, sin embargo, los autores del artículo dejan claro que la necesidad de actuar es acuciante: «Debido a innumerables factores antropogénicos -escriben- una alta proporción de especies y ecosistemas se enfrenta a amenazas de desestabilización y extinción que se están acelerando más rápidamente que nuestra capacidad de salvar estas especies en su entorno natural».