¿Destruyó Franco a la Masonería? La verdad tras el contubernio que aterrorizó al dictador
La relación de Francisco Franco con la Masonería fue mucho más que un simple odio visceral. Supuso un verdadero acoso con el objetivo de destruirla por completo. El dictador no se limitó a desear su desaparición; tomó acciones concretas para lograrlo. Durante la Guerra Civil , firmó decretos destinados a perseguir y desmantelar las logias en España y, al final, promovió una ley para la «represión de la masonería y del comunismo» porque consideraba que ambos grupos eran parte de un mismo complot. El odio no disminuyó con el tiempo, sino que se agravó y causó estragos. Según explica el historiador y catedrático Francisco Moreno Gómez en 'La Masonería bajo la dictadura franquista', solo en el año 1936 fueron perseguidos y fusilados un mínimo de dos centenares de masones después de que se publicara el primer decreto contra la masonería; aquel cuyo artículo inicial sentenciaba que «la Francmasonería y otras asociaciones clandestinas son declaradas contrarias a la ley» y que todo «activista que permanezca en ellas tras la publicación del presente edicto será considerado como reo del crimen de rebelión». En la práctica, una sentencia de muerte. Fue el primero de muchos. El 21 de diciembre de 1938, ya llegadas las navidades, Franco volvió a la carga y decretó que, por su real naso, «todas las inscripciones o símbolos de carácter masónico, o que pudieran ser juzgados ofensivos para la Iglesia Católica , sean destruidos y eliminados de todos los cementerios de la zona nacional en un plazo máximo de dos meses». La norma fue un preludio de la definitiva «Ley de 1 de marzo de 1940 sobre la represión de la Masonería y el comunismo»; tres páginas en las que el dictador acusaba al famoso «contubernio» de haber favorecido la pérdida del Imperio español y la caída de la Monarquía constitucional. El primer párrafo es bastante ejemplificativo: «Acaso ningún factor, entre los muchos que han contribuido a la decadencia de España, influyó tan perniciosamente en la y frustró con tanta frecuencia las saludables reacciones populares y el heroísmo de nuestras Armas, como las sociedades secretas de todo orden y las fuerzas internacionales de índole clandestina. Entre las primeras, ocupa el puesto más principal la masonería, y entre las que, sin constituir una sociedad secreta propiamente, se relacionan con la masonería y adoptan sus métodos al margen de la vida social, figuran las múltiples organizaciones subversivas en su mayor parte asimiladas y unificadas por el comunismo». Su obsesión llegó hasta las imprentas y, en los años cincuenta, el ya jefe del Estado publicó una recopilación de los artículos que había escrito para el diario 'Arriba' contra la Masonería bajo el pseudónimo de Jakim Boor . En ellos no se deshacía precisamente en elogios, sino que tildaba al grupo de un «cáncer que corroe a nuestra sociedad»; una suerte de poderosa secta que «alcanza sus fines gracias al secreto» y a la que era necesario «desenmascarar y sacar a la luz». A su vez, y a lo largo del prólogo, Franco decía zambullirse en el que era «uno de los secretos menos investigados de la Edad Moderna» y uno de «sus más repugnantes misterios». Diantre, si es que hasta cuando pronunció su último discurso en la Plaza de Oriente allá por el 1 de octubre de 1975 frente a miles de personas hizo referencia a la conspiración judeo-masónica. Y eso, cuando faltaba aproximadamente un mes para que muriera bajo el paraguas de Cristóbal Martínez-Bordiú y de un equipo de médicos tan numeroso como especializado. «Todas [las agresiones internacionales] obedecen a una conspiración masónica izquierdista en la clase política en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece. Estas manifestaciones demuestran, por otra parte, que el pueblo español no es un pueblo muerto, al que se le engaña. Está despierto y vela sus razones», afirmó el dictador. Con todo, hablar de la Masonería se asemeja, al menos hoy, a hacerlo de un ente extraño e incorpóreo; un fantasma con el que asustar a los más pequeños. La relación que se ha hecho en España de esta organización con un enemigo del Estado dibuja a sus miembros como unos diablos con cuernos, rabo y todo aquello que se tercie. Sin embargo, y según explica a ABC el historiador y escritor Mario Escobar (autor de 'Historia de la Masonería en los Estados Unidos' y de la más reciente 'La reina de Saba'), la realidad es mucho más compleja y cuenta con aristas, luces y sombras. Y es que, fue ya cuando atesoraba una edad avanzada cuando brotó aquella inquina. «Al principio no hubo mensajes antimasónicos por parte de Franco», explica Escobar a ABC. En sus palabras, fue avanzado 1936 cuando motivó la creación de una ideología unitaria en la que la lucha contra la Masonería fue una de las banderas. «En ese momento nació la idea de Cruzada y la esencia de guerra antijudía y antimasónica de la Guerra Civil», añade. La organización quedó desmantelada por completo tras el conflicto fratricida. «Se logró frenar y quitarle influencia. No fue hasta la Transición que se volvieron a instalar, pero ya sin la fuerza que tuvo durante las repúblicas y hasta los reinados de Alfonso XII y XIII. Pero es entendible, en una democracia libre se pueden contrastar ideas. Ahora la Masonería ha cambiado», finaliza.