Crina, el arte de una intérprete judicial
Asiste a asesinos, homicidas, acusados de robo, agresiones, violencia de género, secuestro o tráfico de drogas , pero Crina lo deja claro: «Se asocia la figura de la intérprete judicial a una persona que traduce para delincuentes. Sin embargo, traducimos tanto para acusados como testigos y víctimas que, por su condición de extranjeros, necesitan la asistencia de una intérprete». Rumana de nacimiento, se dedica a esta profesión desde hace siete años. «En los juicios traducimos en el momento; también en dependencias de la Guardia Civil, de la Policía Nacional y otros cuerpos policiales; en investigaciones, escuchas..., tanto de forma presencial como por teléfono o videoconferencia. Pero no podemos traducir documentación oficial que se presenta ante administraciones públicas», explica en un español perfecto y sin acento, además de expresarse correctamente por escrito . Es diplomada en Relaciones Laborales por la Universidad Complutense de Madrid y cuenta con un curso de traducción de documentos e informes periciales. Cuando estudiaba su carrera en la Facultad de Derecho, descubrió que «me encantaba» todo lo relacionado con el derecho y las fuerzas y cuerpos de seguridad. Sin embargo, no se atrevió a cambiar de carrera y tampoco podía estudiar una oposición «porque no era española en ese momento». Crina llegó a España con 14 años. «Por aquel entonces, mis padres llevaban aquí viviendo y trabajando cuatro años. Entonces, decidieron traernos a mi hermana y a mí cuando ya tenían estabilidad, con la idea de ofrecernos un futuro mejor», vuelve al pasado. Acabados sus estudios universitarios y con el paso de los años, descubrió la figura del intérprete judicial. «Al hablar un idioma bastante solicitado como es el rumano, busqué información acerca de cómo podía trabajar en este campo, que está muy relacionado con el derecho». Su primer empleo fue en una empresa en Madrid y, desde 2018, es intérprete judicial de rumano en la provincia de Toledo, aunque en ocasiones puntuales ha traducido inglés. Su pareja es miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad, aunque ella aclara que lo conoció mucho antes y que no le echa una mano en lo suyo: «Es una simple casualidad que, por cierto, me encanta. Pero nunca me ha ayudado». Asiste a una medida de diez comparecencias al mes. Una de las primeras vistas que recuerda fue en 2018 para los detenidos por una fábrica ilegal de tabaco que había en Seseña. Entre las más cercanas, el caso de Dumitru Daniel, condenado en noviembre de 2022 a 22 años y seis meses de cárcel por el asesinato de su expareja y madre de sus dos hijos, la noche del 21 de enero de 2020, en La Puebla de Almoradiel. Tradujo para él cuando le comunicaron la prisión provisional, pero luego no necesitó intérprete en su juicio . También cita una vista oral contra un compatriota acusado de pretender matar a una mujer en Yuncos. Se celebró al cuarto intento, después de que la Guardia Civil encontrase a la presunta víctima en una casa okupada en Getafe (Madrid), en abril de este año, y la llevase a la fuerza para que declarase en la Audiencia Provincial de Toledo. Precisamente aquí ocurrió también el otro caso reciente que Crina menciona: el juicio con jurado en junio contra Vasile Soporan, condenado por el homicidio de Jesús Bejerano Sánchez. Este anciano murió de dos puñaladas en Gálvez la noche del 19 de diciembre de 2021, cinco días antes de cumplir los 78 años. El acusado se había negado a declarar en la sala noble de la Audiencia toledana, ni siquiera a preguntas de su abogado. Pero al tercer día, después de una sesión en la que estuvo intranquilo, hizo uso del derecho a la última palabra que tiene todo procesado. Puesto en pie, con Crina al lado para traducir lo que dijera, Vasile reconoció inesperadamente su autoría y responsabilizó a la pareja del difunto: «Ella fue la que me llevó a esta situación; yo no quería matar a Jesús» . Si se le pregunta por anécdotas, Crina tiene para escribir un libro, aunque muchas no se pueden revelar públicamente. «Una que se puede contar me ocurrió en mis primeras comparecencias. Me confundieron con el acusado para el que iba a traducir y me formularon las preguntas a mí personalmente. Evidentemente, enseguida me di cuenta y aclaré la situación». Dice que, para ser un buen intérprete judicial, lo esencial es conocer bien el idioma que se traduce y los términos jurídicos. « También es importante ser imparcial , ya que la gente muchas veces te intenta convencer de 'su verdad'. Sin embargo, mi trabajo se debe limitar única y exclusivamente a traducir aquello que se me indica». Pero se necesita algo más: «Tener buena memoria y concentración, porque a veces las personas hablan olvidándose de que yo tengo que traducir aquello que dicen, y dan muchos datos que tengo que recordar al momento para traducir». ¿Alguna meta en este campo? «Como intérprete a la que le encanta su trabajo, mi sueño es trabajar con alguna unidad especial de investigación en la Guardia Civil o de la Policía Nacional ». Mientras llega, compagina el empleo con su afición a la pintura: «Empieza cuando tengo exactamente 11 años y pido una muñeca Barbie, pero me regalan unas acuarelas. Desde entonces, no he parado de pintar. Para mí la pintura es medicación, paz y desconexión». Le ayuda «muchas veces» a desenchufar de algún caso complicado que «inevitablemente» se lleva a casa. Amante del realismo, usa varias técnicas sobre papel y lienzo: óleo, acrílico, acuarela y dibujo con lápices de color y grafito. Sobre autores favoritos, se queda con el impresionismo de Monet y el hiperrealismo de Antonio López. Y habla de lo que dicen sobre los artistas, que «tienen una sensibilidad especial, y esa sensibilidad me lleva a empatizar muchas veces con las personas para las que tengo que traducir» . También le resulta enriquecedor transmitir sus conocimientos a sus alumnos, niños y adultos. «Mientras ellos aprenden a pintar, yo aprendo de ellos», resume una mujer que en su forma de vestir es posible que se vea reflejado su arte. «Teniendo en cuenta que lo que más me gusta son las flores y que éstas tienen colores muy alegres, es posible que esto se vea reflejado», apunta como viable. Sin embargo, «en absoluto» ha pensado dejar de lado su empleo como intérprete judicial por la pintura: «Me encanta mi trabajo y, hoy por hoy, lo puedo compaginar perfectamente con mis ratitos de pintura sin tener que renunciar a ninguno de los dos».