Ecoturismo y turismo sostenible: hacer las maletas sin dañar el planeta

Abc.es 
Si hay una palabra que se conecta con el verano es vacaciones. Estos meses son los preferidos para desconectar y, sobre todo, para viajar. Tras un siglo de crecimiento y democratización, el turismo se ha convertido en una de las opciones de ocio favoritas de una parte importante de la población. Pero estos viajes no están exentos de problemas para el entorno —a nivel social, económico o medioambiental—, ¿se puede viajar de una manera más respetuosa? ¿Se puede encontrar una alternativa en el ecoturismo? Aunque la pandemia supuso un frenazo en los hábitos viajeros, la recuperación con la vuelta a la normalidad ha sido rápida. Según los datos más recientes del Foro Económico Mundial, el turismo está volviendo ya a sus niveles previos a la crisis del covid. Este año se prevé que facturará lo mismo que antes de la pandemia, incluso que se batan las cifras previas. Estados Unidos, España, Japón, Francia y Australia serán quienes lideren la recuperación económica. Con todo, la recuperación turística no está exenta de retos. El estudio '2024 Global Risks Report' del Foro señala la incertidumbre geopolítica, las fluctuaciones económicas, la inflación y el tiempo extremo como los principales retos de la industria turística. También subraya la importancia de lograr que el crecimiento turístico vaya paralelo a la sostenibilidad de la industria. Las emisiones que genera o el hecho de que sea una industria altamente estacional —lo que sobrecarga los destinos, pero también crea empleos temporales y más precarios— hace que las cosas sean complejas. ¿Es compatible el turismo entonces con la sostenibilidad? «Claro que es compatible», responde al otro lado del teléfono Elvira Jiménez, portavoz de Greenpeace. Si se plantea de la forma correcta y se hace «un turismo bien gestionado», puede tener un impacto positivo en el entorno. Nada encaja mejor con esa idea que el ecoturismo. Para la ONU, es aquel que «gira en torno a la naturaleza», que la interpreta y la observa, que minimiza el impacto negativo sobre las zonas visitadas y que contribuye a su mantenimiento. Según el 'Informe sobre la oferta de ecoturismo en España 2023', elaborado por la Asociación de Ecoturismo en España y financiado por la Secretaría de Estado de Turismo, en España hay 40 destinos ecoturistas en 12 comunidades autónomas. El 20,33% de las compañías de ecoturismo están en Andalucía, la comunidad que lidera el ranking —partiendo de los datos de representación del estudio— seguida por Galicia (12,67%), Cantabria (10,33%) y Asturias (10%). Las empresas conectadas con el ecoturismo generan de media 3 empleos fijos y 2 eventuales. Estas compañías toman medidas contra el cambio climático, contribuyen a la conservación de la naturaleza o son accesibles en sus servicios a personas con diversidad funcional, entre otras cuestiones que destaca el informe. Su actividad se encuentra desperdigada por la geografía española, por diferentes espacios que intentan apostar por otros patrones de viaje. En el estudio aparecen destinos como el Geoparque de Granada, las Mariñas Coruñesas, la Sierra Norte de Guadalajara o el Delta del Ebro. Algunos destinos, como la isla canaria de La Palma, han hecho de su conexión con el ecoturismo una de sus señas de identidad. Los reclamos que usa su organismo de turismo para posicionar la isla son, justamente, su condición de reserva de la biosfera o la posibilidad de hacer turismo a pie por una naturaleza única. El ecoturismo pone en valor la protección de los espacios y que se mantengan los ecosistemas, explica Jiménez. Aun así, más allá de hacer un turismo centrado en estos espacios verdes, se puede hacer un turismo sostenible como «un modelo general», hasta en las ciudades, como señala la portavoz de Greenpeace. «La base tiene que ser sostenible desde todos los puntos de vista», apunta. Esto es, la estrategia turística no se preocupará solo de lo que parece mejor para la economía, sino que también lo hará por las personas y los lugares. Esto supone en no pocas ocasiones establecer limitaciones en los ecosistemas y los espacios y «alcanzar el equilibrio» ambiental y social. Se deben tener muy presentes que recursos se utilizan. Jiménez lo ejemplifica con el agua, un bien escaso en no pocas zonas que necesita una buena gestión. «Y que la actividad turística no suponga una lacra», suma. «Hay que entender los límites y no pasa nada», explica. Aunque está claro que es importante que los destinos hagan examen de conciencia y tomen las medidas necesarias, la propia ciudadanía puede impactar con sus propias decisiones. Se puede decidir de forma activa viajar de forma más sostenible. El primer paso está en investigar a dónde se va y qué se va a hacer. Jiménez recuerda que ahora existen múltiples recursos para encontrar más datos sobre los destinos. Debemos plantearnos cómo podemos aportar en positivo; por ejemplo, apostando por negocios familiares o visitando sitios que están bien gestionados, en los que se proteja la economía local o la cultura de la zona. Hasta favorecer la gastronomía local importa. Desplazarse en transporte público es otra recomendación importante. También lo es encontrar «nuestros huecos»: viajar fuera de temporada alta o apostar por un turismo de proximidad pueden ayudar a cambiar la huella de los viajes.

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